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«¿De dónde viene esta serenidad que emana del rostro de los sabios? Simplemente es debido a que han conseguido superar el miedo de perder algo. Se han elevado hasta esa cima en la que sienten que existe en ellos algo indestructible y que no puede serles arrebatado. Pase lo que pase, el verdadero sabio sabe que la única realidad, en sí mismo y en todos los seres, es esta cima inaccesible al mal, que está al abrigo de todas las tribulaciones: el espíritu, la chispa divina que Dios ha transmitido a la criatura humana.
Pero ¿cómo podemos llegar hasta ahí? Trabajando en nosotros mismos, purificando nuestros pensamientos y nuestros sentimientos, con el fin de disolver poco a poco las capas opacas que nos separan de esta chispa y nos impiden sentir que ella es la única realidad. Lo que la religión llama Providencia, deriva de esta certeza anclada en ciertos seres que la han experimentado, de que algo en ellos está absolutamente fuera de alcance y escapa a todas las vicisitudes.»
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