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«La inquietud, la agitación, la perturbación, crean las peores condiciones para la actividad del pensamiento. Por eso, cuando tengáis que resolver un problema, cuando tengáis que tomar una decisión importante, empezad por serenaros.
Haced el silencio en vosotros y tratad de proyectaros lo más arriba posible dentro de vosotros mismos, porque es arriba donde se encuentra la luz.
Cuando sintáis que habéis logrado alcanzar una especie de cima, preguntad sobre lo que os preocupa y esperad… La respuesta os empezará a llegar más o menos claramente; quizá no sea más que una vaga impresión, difícil de interpretar, pero ya será un indicio. Así que, no abandonéis. Volved a empezar tantas veces como sea necesario, plantead de nuevo la pregunta: pronto sentiréis una claridad, una certeza y entonces, se acabaron las dudas, sabréis cómo debéis actuar.
La luz en el intelecto, el calor en el corazón y una voluntad libre: si cumplís estas tres condiciones, siempre encontraréis las mejores respuestas a las preguntas que hacéis y tomaréis las buenas decisiones.»
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