por Rosa Maria Plana
En un espacio de este mundo entre luces y clamores, encontré mi silencio. Me di cuenta que a partir de él podía partir de cero en cualquier instante y permitirme el recuerdo, el olvido… podía permitirme el olvido, el recuerdo…
Me di permiso para recolocar aquellas estancias de mi pasado que aún pisaban mis pies y no me dejaban avanzar… me había jurado no perdonar.
Me di cuenta que todo aquello ya no existía y la única sentencia recaía sobre mí sin piedad. Y viéndome atrapada en una alucinación, la necesidad de libertad empezó a presionar…
En este espacio que es aún el silencio, un rincón pequeño de mundo, me despojé de parte de mi equipaje para no volverlo a retomar nunca más y lloré, grité, corrí, salté, moví, removí y bailé… para dar cabida a nuevas estaciones.
Como lección guardé lo aprendido en forma de valores y ritualicé una despedida…
En esta lección hay una hermosa joya que fue puliéndose… que hace muy bella la transformación…
…Un poco de alimento para cuando vengas a mi morada… y te daré la bienvenida con cosas aún más pequeñas, sencillas y cálidas.
…El reposo de una heroicidad para mi muy grande que me ayudará a emprender senderos hermosos desde un vuelo libre como lo es el tuyo.
Y viéndote, admirándote, en tu vuelo suave, ágil aprenderé de tus acrobacias, de tu baile, de tus alas y sé que expandiré esta libertad de forma mucho más grande.
En libertad me alzaré y compartiremos.
En libertad me quedaré y te irás. En libertad te quedarás y me iré.
En la libertad saborearé lo que me has dejado dentro, tus aromas, como la barra del buen incienso que inspira y sin estar, sigue hasta que desaparece dejando los matices de su rastro…
En mi rincón, hoy, me siento y me veo volando aún más alto, olvidando caminos y teniendo presente mis andares y reposando en un cobijo entre unos brazos en los que la niña, la mujer se harán presentes.
Y sé que estoy muriendo una vez más… y que volveré a nacer… y que me quedan aún unas cuantas muertes y vidas hasta la más grande. Hoy se me antoja saborearla sin que mi mente la enrede para encontrar el placer de la muerte en la vida y el placer de la vida en la muerte.
En realidad, no tengo nada y lo tengo todo. Lo tengo todo y no tengo nada.
Nada me quitaron porque tampoco me dieron.
El único patrimonio está en mi misma y es aquel que nadie puede quitarme.
La joya quiere enraizarse tanto a nivel de esencia que sin estar, estoy en presencia y le abro todo mi ser a voluntad…
No fue fácil llegar hasta aquí… y el dolor fue desgarrador. La sensación de ceniza se instaló en mi cuerpo unas cuantas veces en la vida y el vacío estuvo muy dentro y fuera… para descubrir que esta soledad de la que tanto nos lamentamos, en realidad, no existe, al menos para mi… sólo es una sensación, un engaño de mi mente que pide atender partes mal atendidas sin haber sabido, antes, cómo entenderse.
(Te lo dedico a ti… porque sé que lo has leído y te has visto aquí, en mi.)