Reproducción parcial de la entrevista efectuada a Emilio Carrillo por Emma Vázquez publicada en Regreso al Hogar:
Dada su extensión, su divulgación en este blog se realiza en nueve entregas.
¿Existe el Ego o sólo es una creencia más que nuestra mente ha creado para separarnos de nosotros, para distraernos de nuestro presente, de nuestra vida, de nuestro día a día, de nuestro sentir? Es como estar educando, conociendo, abrazando, amando, gastando energía en un amigo invisible que sabemos que no es real. ¿Qué sentido tiene aprender a andar en bicicleta si no tenemos ninguna? ¿No es otra de las trampas “espirituales” en las que hemos caído? ¿Se puede “eliminar” el ego únicamente dejando de creer en él?
Tal como lo percibo, el ego es algo que en principio no existe y que crea la mente. Cuando tú y yo hemos encarnado en este plano no hay ego por medio. Cuando tú y yo salimos del vientre de nuestra madre ahí no hay ego.
A mí me gusta utilizar un símil para conocernos a nosotros mismos: somos Conductor y coche.
Somos Conductor: algo que vive fuera del tiempo y del espacio, que existe más allá del tiempo y del espacio, que es divino, infinito, eterno y que encarna voluntariamente en este plano que está regido precisamente por el tiempo y el espacio. Y cuando encarnamos aquí es para vivir la experiencia humana. Y claro, tú y yo, que no tenemos cuerpo, que somos intangibles, que no tenemos materialidad, para vivir la experiencia humana necesitamos de un yo físico, mental y emocional. Y este yo tiene una mente, que genera no sólo pensamientos, sino que también emociones. Ese yo físico, mental y emocional, es el coche, el instrumento que requerimos para poder vivenciar la experiencia humana.
Cuando salimos del vientre de nuestra madre somos eso: Conductor encarnado en un coche. Ahí no hay ego. El ego lo crea posteriormente la mente y tiene una lógica: la mente no crea al ego porque lo decida por su cuenta, sino que la mente, que tiene prestaciones sensacionales, que sirve para muchas cosas, se ve obligada, forzada, a crear el ego. ¿Por qué?: ante la falta de un mando consciente que lleve el volante del coche, que conduzca nuestra nuestra vida.
Cuando empezamos a desarrollar nuestra vida, hay un momento determinado, a una edad muy temprana, en la que es como si ese Conductor que somos, por las razones que sean, se olvidara de sí mismo, se durmiera, quedara aletargado. Y para conducir un coche, hace falta un conductor. Pero si ese conductor se duerme, ¿quién conduce el coche? El coche necesita ser conducido, necesita que alguien se haga cargo del volante del coche. Y es entonces cuando la mente activa eso que se denomina ego para que se encarge de conducir el coche ante el la amnesia sobre el Conductor que somos.
Me gusta definir al ego como un piloto automático que la mente activa ante la ausencia de un mando consciente. En los aviones, hace tiempo que funcionan los pilotos automáticos. El piloto automático lo activa el comandante cuando se ha adquirido la velocidad y altura de crucero y puede relajarse. El piloto y el copiloto no llegan a dormirse, pero se relajan. Aplicando este símil a nuestra vida real, sucede que el piloto se duerme y la mente, de manera automática, activa y crea ese piloto automático que permite que la vida, por lo menos, tenga un conductor, aunque ese conductor no tenga la consciencia del Conductor verdadero. Eso es el ego.
Cuando la vida la lleva el conductor verdadero, que es lo que somos, o cuando la vida la lleva el ego, hay unas enormes diferencias.
La principal es que el conductor divino, infinito y eterno, no tiene miedo. Ahí no existe el miedo. Sin embargo el ego, en todas sus actuaciones, siempre, siempre, siempre, está el miedo presente. La razón es muy simple. El conductor, en su infinitud, eternidad, no tiene principio ni fin y desconoce la muerte. No necesita cuidarse, protegerse, pues somos infinitos y eternos, irrompibles. Estamos aquí para vivir la vida. El conductor es libertad pura y la libertad es ausencia de miedo. El conductor es el que tiene permanentemente la coherencia de vivir en consonancia con lo que el corazón le indica porque no hay miedo, hay libertad.
El ego, en cambio, tiene miedo porque él sí es finito, tiene fecha de caducidad. Hay un momento determinado en el que el yo físico, mental y emocional va a dejar de funcionar y el ego tiene miedo de su finitud. Ante ese miedo, él sí lanza mensajes cuando conduce el coche: ¡cuidado, protégete! El ego, como tiene miedo, quiere programar, quiere controlar, tiene complejo de inferioridad que se manifiesta para fuera, por ejemplo, en el dominio de la gente. Los que quieren dominar a los demás lo hacen porque realmente tienen miedo, porque tienen complejo de inferioridad. Y no solamente quieren controlar a la gente, dominarla, sino que, como necesitan protegerse, se empeñan en acumular. Acumular bienes, riqueza, cosas que de alguna forma le protejan. ¿De qué se están protegiendo? De su miedo, que es una sensación, una emoción propia del ego.
Cuando tú vives desde el conductor que eres, la vida es una cosa y cuando te olvidas de lo que eres, cuando estás aletargado y dormido y la mente activa el piloto automático, tu vida se convierte en una cosa muy distinta. En el primer caso, el componente es libertad. Y te mueves. Y vas a un sitio y a otro. Y no estás pendiente de qué te va a pasar, de qué te va a dejar de pasar. Tiras para adelante. ‘Vamos a vivir la vida’. En cambio, el ego te lleva a todo lo contrario: a que te olvides de “los sueños” y a que intentes vivir en un contexto en el que el ego entiende que es de protección, de control. Esto enlaza con todos los sistemas de creencias que nos han metido en la cabeza como consecuencia de que estamos en una sociedad que ha sido construida por seres humanos cuyo estado de consciencia era egóico.
Tú y yo, en esta vida o encarnaciones anteriores, hemos tenido un estado de consciencia egóico, como la inmensa mayoría de los seres humanos. Y hemos construido una sociedad que tiene esos parámetros egoicos y que genera, ella misma, unos sistemas de creencias, unos paradigmas, que retroalimentan esa consciencia egóica. Y lo único que hay que hacer es darse cuenta.
Cuando te das cuenta, entiendes muy bien a la persona que todavía vive en esa consciencia egóica. Comprendes perfectamente a la persona que todavía anda dormida, con relación a lo que realmente es, y vive sus días desde el miedo con todo lo que conlleva del ego. Lo entiendes perfectamente pero a la vez, en tu vida, el ego se diluye. Y no se diluye luchando contra él. No hay que pelear contra él. En cuanto que tú coges el volante de tu vida, en cuanto que el conductor que tú y yo somos tomamos el mando consciente, inmediatamente se desactiva el ego de la misma forma que la mente lo activó ante la ausencia de un mando consciente.
Hay gente que al ego lo quiere matar. El ego te está haciendo un favor con ese piloto automático si tú estás dormido. Lo único que tienes que hacer para que tu vida no siga por los derroteros del miedo, la inseguridad etcétera, es darte cuenta de lo que eres y tomar el mando de tu vida.
***