De acuerdo con el descubrimiento reciente del arqueólogo japonés Saburo Sugiyama, la enigmática ciudad de Teotihuacán se construyó siguiendo un patrón numérico; ¿geometría sagrada de protección y buen augurio?
Teotihuacán es uno de los lugares más enigmáticos del pasado prehispánico mexicano. Fundada, según algunas interpretaciones, por los no menos misteriosos toltecas (hay quienes ven en esta civilización un remanente de la desaparecida Atlántida), esta ciudad conoció una época de auge y esplendor meteórico que con igual rapidez degeneró en el colapso y el abandono. Los secretos de las Pirámides del Sol y de la Luna han sido descubiertos a cuentagotas solo en el último siglo —sin que todas las preguntas queden resultas.
Ahora el motivo de sorpresas y admiración proviene de los descubrimientos que el arqueólogo japonés Saburo Sugiyama, profesor en la Universidad de Aichi e investigador asociado en la Universidad de Arizona, quien identificó un patrón numérico que rigió la construcción de Teotihuacán. Asegura Sugiyama que al realizar cálculos sobre las medidas de las pirámides encontró la presencia constante de 83 centímetros, como si se tratase de una cifra especial entre los teotihuacanos.
Sugiyama identificó los 83 centímetros en las tres pirámides más importantes de la ciudad —la del Sol, la de la Luna y la consagrada a Quetzalcóatl— así como en la zona que se conoce como la Ciudadela. En la Pirámide de Quetzalcóatl, por ejemplo, la distancia entre las cabezas de serpiente que la adornan es de 4 veces 83 centímetros y, ahí mismo, la escalera principal mide 13.2 metros de longitud, es decir, 83 centímetros multiplicado por 16. Como puede verse, además del 83 la otra cifra significativa es el 4 y sus múltiplos.
Y si bien, con la mesura y la poca voluntad de riesgo que caracteriza a los académicos, el arqueólogo no se atrevió a hacer alguna conclusión sobre sus descubrimientos, no parece disparatado pensar en el simbolismo sagrado de las cifras, el altísimo valor religioso y metafísico, acaso de protección y buen augurio, que con toda seguridad atribuyeron los constructores de Teotihuacán a esta, una de las más sagradas ciudades precolombinas.
[Fox News]