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«Cada mañana, desde la aurora, el Sol proyecta por el espacio una profusión de pepitas de oro; y con estas pepitas de oro podemos llenar nuestro espíritu, nuestra alma, nuestro intelecto, nuestro corazón y también nuestro cuerpo físico. Todo nuestro organismo puede beneficiarse de este oro, desde el cerebro hasta los pies.
Existen diferentes clases de luz.
La que más necesita nuestro sistema nervioso y todo nuestro organismo es la luz que nos envía el Sol antes de su salida. Ésta es la luz más sutil, la más espiritual y actúa sobre nuestros cuerpos psíquicos. Por eso, si sabemos cómo mirar al Sol, algo se abre en nuestro plexo solar y empezamos a beber la luz. Es como un depósito que se llena de una quintaesencia preciosa. Cuando el depósito rebosa, ya sólo sentimos la necesidad de distribuir este elixir a todas las criaturas vivas. Y no hay mayor gozo que el de dar lo que hemos recibido del Sol.»
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