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«Oís proferir acusaciones contra alguien… Evitad propagarlas, sobre todo si no estáis seguros de que estas acusaciones estén fundadas. Porque ninguna palabra se queda sin consecuencias. Si propagáis acusaciones falsas, debéis saber que, de una manera o de otra, despertáis algo negativo en aquél que es objeto de estas acusaciones, en aquél que os escucha y también en vosotros mismos. Sí, ¡va muy lejos este asunto! Incluso añadiré que, aunque os veáis obligados a señalar que tal o cual persona se ha comportado mal, procurad de todas formas, como medida pedagógica, acabar vuestra conversación mencionando alguna de sus cualidades… ¡al menos tendrá una!
Mencionar los defectos de la gente nunca ha servido para corregirlos. Así pues, cuando criticáis a alguien, sin indicar que tiene también ciertas cualidades, añadís mal al mal: ésta no es una actitud constructiva. Si queréis actuar como un ser consciente, iluminado, cuando os veáis obligados a pronunciar palabras negativas, procurad terminar con algo positivo -aunque sólo sea mencionando a una segunda persona que posee las cualidades que le faltan a la primera-. Sí, lo esencial es terminar siempre con una palabra positiva.»
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