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«Desde que aparecieron en la tierra, los humanos no han cesado de experimentar nuevas necesidades. Esto evidentemente, es un signo de evolución: a medida que vamos sintiendo nuevas necesidades, las sociedades se transforman, se enriquecen, crean. Sin embargo, sería útil detenernos un momento para preguntarnos sobre la naturaleza de estas necesidades. Porque esta avidez, esta voracidad, esta codicia que empuja a tanta gente a buscar sus satisfacciones en el plano material contaminando y devastando el planeta, está conduciendo a la humanidad a la catástrofe. Si se preguntaran cuál es esa voz que reclama dentro de ellos la facilidad, la comodidad, los placeres, se darían cuenta que es la voz de su naturaleza inferior, egoísta, caprichosa, cruel.
El destino del hombre está determinado por la calidad de sus necesidades; si se obstina en buscar su satisfacción en el plano físico, es porque nunca ha tratado de explorar sus riquezas espirituales. El día en que comprenda que el Creador ha puesto en él, en un estado sutil, el equivalente de todo lo que le es posible encontrar en el exterior, aprenderá a alimentarse con las riquezas del espíritu. Y entonces, no solamente ya no perjudicará a la naturaleza ni a los humanos, sino que todo lo que realice después en el plano físico estará marcado por el sello del espíritu.»
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