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Seguramente, todos hayamos vivido situaciones de las que no sabemos muy bien cómo salir. La verdad es que cada uno de los caminos lleva consigo alguna dificultad, especialmente cuando somos nosotros mismos quienes nos hemos llevado hasta allí.
Mentir, en ocasiones, parece la mejor respuesta, porque es la más fácil a corto plazo. Sin embargo,mentir es entrar en un callejón que tiene muchas desviaciones, pero ninguna salida, y lo más probable es que nos acabemos perdiendo en él.
Mentir traiciona y nos traiciona
Si bien la mentira sobre algún tema de nuestra vida nos puede parecer lo más apetitoso en algún momento, lo que nos hará sentir más relajados, a la larga, es el ir con la verdad por delante. Ya sea porque nos avergoncemos de algo, o porque seamos conscientes de habernos equivocado, lo mejor es ser sinceros con los demás, pues de lo contrario también los estaremos traicionando a nosotros mismos.
Hemos de ser conscientes de que no somos perfectos y, por lo tanto, estamos en nuestro derecho de equivocarnos; pero, está demostrado que la mentira cae por su propio peso, mientras que la verdad se sostiene por sí misma. En este sentido, hay que ser consecuentes con nuestros propios actos, aceptar aquello que hemos hecho mal y, por lo tanto, ponernos en el lugar de aquellos a quienes hemos hecho daño.
Contar la verdad, en un principio, puede ser lo más doloroso, pero a la larga hará que tanto nosotros como aquellos a quienes hemos afectado valoren nuestro esfuerzo. Y eso también nos ayudará a respetarnos y perdonarnos a nosotros mismos.
La mentira es un hoyo lleno de abismos
Cuando somos sinceros, lo que hay a nuestro alrededor se sostiene por sí mismo: somos conscientes de lo positivo y lo negativo que hay entre nosotros. Las personas que se alejan de nuestro mundo es porque, de una forma u otra no encajan en él, y eso significa que no estábamos hechos para compartir; que de algún modo no éramos compatibles.
Quizá se nos haga duro el que algunas personas no se sientan atraídas por aquello que podemos darles, pero eso nos hace darnos cuenta de que quienes están nos valoran por aquello que verdaderamente somos. ¿Y no es eso motivo para estar orgullosos de nosotros mismos?
Mark Twain decía que “si dices la verdad, no tendrás que acordarte de nada”. Y es cierto que, el hecho de ser sinceros es la mejor medicina para estar relajados y a gusto con la vida. De lo contrario, nuestro día a día se convertiría en una tensión constante por mantener, de una u otra forma, aquello que no somos.
A la larga, la verdad es el camino más fácil
Nada se compara a la satisfacción de haber dicho la verdad: puede que el trago haya sido malo en un principio, y que incluso nos hayan llovido críticas por aquello que hayamos hecho, pero la paz que la verdad siembra no es comparable al espejismo que la mentira dibuja. Ser sinceros con los demás nos ayuda a madurar y a valorarnos como personas, porque es de valientes.
Por eso, aunque parezca lo más complicado de asumir en un principio, es la mejor decisión. A la larga nos hará el camino mucho más fácil que la mentira, que solo se alimentará de sí misma para enredar todo lo que haya a su alrededor.
La confianza que los demás tenían en nosotros puede volver a ganarse si nos rodeamos de verdad, porque los cimientos de esta son mucho más fuerte que los de la mentira, que solo se sostienen en apariencia. Si hacemos todo lo posible por ser honestos y sinceros, también lo estaremos siendo con nosotros mismos. Consecuentemente, los demás también nos valorarán por ello.
Sincérate contigo, sincérate con los demás. Elige siempre lo que te gustaría que los demás hiciesen por ti, ya que así será mucho más fácil que ellos nos respondan, también, de la misma manera.