por La Mente es Maravillosa
Son solo niños, pero crecen y maduran antes de lo previsto. Aunque su cuerpo es pequeño y aún se está desarrollando, dentro de ellos residen pequeños adultos que saben mucho más de lo que creemos o pensamos. Ellos sufren, viven y padecen las vivencias de las personas adultas. Han sido empujados a adquirir responsabilidades que, a su edad, aún no les corresponden.
Son muchos los padres que cierran los ojos ante los problemas que abordan a sus hijos o, mejor dicho, ante los problemas que ellos tienen y que afectan a los más pequeños del hogar. Sus frustraciones, sus desdichas, sus dificultades, todo eso se ve proyectado hacia los niños los que, según los adultos, no se enteran de nada.
Quizás hayas sido un niño pequeño que nunca tuvo la necesidad de crecer antes de tiempo. Tal vez, nunca te has sentido abordado por las complicaciones y dificultades que a tu alrededor había. Pero, para muchos niños no hay otra opción. No pueden girar su cara y vivir su infancia como lo haría un niño normal.
Pequeños adultos en un mundo difícil
Es posible que recuerdes esos momentos en los que te reñían porque te comportabas ¡como un niño! Resulta irónico decirlo así, pero seguro que has escuchado frases del tipo “deja de saltar”, “compórtate como una persona mayor” y, en el caso de las niñas, “deja de comportarte como un niño”.
Parece que saltar y jugar no está bien visto. Desde pequeños nos regañan por hacer cosas que, en realidad, son de niños. ¿Por qué nos “obligan” a crecer? ¿Por qué nos riñen por actuar como lo que somos? Ya siendo pequeños nos inculcan que cuanto antes dejemos de serlo mejor. Pero, en ocasiones, esta situación es más pronunciada.
Problemas de pareja entre los padres, situaciones de maltrato, exigirles demasiado a los hijos, discutir delante de ellos, todo esto les marca y les influye. Personalmente, recuerdo la situación de una amiga que me contó que, siendo pequeña, tuvo que vivir una situación muy tensa entre sus padres, en la que la infidelidad fue la protagonista principal.
Ningún niño debería ser una víctima de los problemas de sus padres, ni responsable de los mismos
Ella lo comprendía todo, pero la trataban como a una “tonta”. Tuvo que vivir seguimientos, en coche tratando de descubrir dónde residía la infidelidad, discusiones en medio de la noche que la despertaban y la hacían llorar, situaciones de maltrato físico y otras de tipo psicológico que tuvo que ver con sus propios ojos. Incluso, tuvo que ejercer de mediadora entre sus padres.
Apenas tenía 8 años
Recuerda perfectamente una sentencia que su padre había compartido en voz alta con su abuela. Una pequeña locución que había hecho que se diera cuenta de lo equivocados que pueden estar los adultos: “déjala, que ella no se entera de nada”.
Muchos años después toda esta situación le pasó factura, derivando en carencias afectivas que la condujeron a padecer dependencia emocional y sumergirse en relaciones tóxicas. No hace falta ni hablar de la terrible falta de autoestima y de seguridad que heredó de esta circunstancia de su infancia.
Los niños se enteran de todo
Los niños lo entienden todo, no son tontos y como adultos creemos que sí. Por eso, en muchas ocasiones no los tenemos en cuenta, los ignoramos y les hacemos vivir escenas como las anteriormente mencionadas. Todo eso tiene consecuencias para ellos y, como padres, es nuestra responsabilidad evitarlo.
Fijémonos en otra situación completamente diferente, por ejemplo, en todos esos países pobres en los que los niños desde muy pequeños ya empiezan a trabajar para poder traer dinero a su familia. Son solo niños, pero actúan ya como personas adultas. No lo han elegido, la vida les ha empujado a hacerse responsables de situaciones que no deberían tener entre sus manos.
Estos pequeños adultos a medida que crecen son buenos escuchando a los demás y se sienten un poco fuera de lugar con respecto a las personas de su misma edad. Ellos son mucho más maduros, han crecido psicológicamente, aunque no físicamente. Las experiencias les han marcado y eso provoca que no se sientan parte del resto.
Permitámosles a los niños ser niños, porque esta etapa solo se puede vivir una vez
Los niños tienen que ser niños, comportarse como niños y nosotros tenemos que permitirlo. Jamás tendrían que vivir situaciones que podrían afectarles en un futuro, sobre todo si podemos evitarlo. Pero, especialmente, es nuestro deber desterrar de nuestras mentes la idea de que los niños no entienden el mundo de los adultos, porque muchas veces entienden más de lo que pensamos.
Subestimar lo que un niño pequeño puede o no entender causa un daño gratuito. En vez de velar por su bienestar, le hacemos partícipe de unas circunstancias que de una forma o de otra terminarán marcándole. Su mañana estará muy influenciado por lo que vivan hoy, de manera que en nuestras manos está el cuidarlo.