«¿Qué nos sucede cuando nacemos?» Leo.

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Para nacer necesitamos mucho más coraje que para dejarnos ir cuando morimos. Nacer es un instante mucho más importante que morir porque debemos tomar la decisión de entrar en un cuerpito tan pequeño y enfrentar la carrera de la vida terrena, además de sentir que perdemos gran parte de las cualidades que tenemos cuando no estamos en la materia.

El alma del futuro niño/niña ha permanecido cerca de nueve meses a la par del alma de su madre, dándole las instrucciones de cada detalle de su formación. Y sin embargo, hay madres que por no saberlo, se sienten culpables de que su hijo haya nacido con algún defecto físico, lo que no les impide recibirlo con amor y satisfacción, salvo casos anómalos muy particulares.

No es su culpa, el alma del recién nacido le ha dado las instrucciones del cuerpo que necesita para lograr cumplir con su aprendizaje en esta vida. He conocido de cerca, casos en que la madre ha buscado razones y explicaciones que no tienen nada que ver con la realidad, en un sufrimiento tan inútil como injusto.

A veces me preguntan, en el consultorio: “Yo nací por cesárea programada… me hicieron nacer a TAL hora ¿Influye eso en mi Carta Natal?”. No, eso estaba programado, pero no por los médicos, por el Anteproyecto de Vida que realizó el recién nacido antes de bajar a esta Tercera Dimensión. Su alma determinó que era necesario que naciera a esa exacta hora, por los medios que fuera.

El alma entra al cuerpo en el momento preciso en que estaba programado hacerlo, para servirse de las influencias planetarias de ese instante; otro instante no le serviría. A veces (no siempre), nacer un minuto antes o un minuto después, puede hacer una gran diferencia en la vida futura de la persona; eso lo he comprobado en casi 25 años de calcular resmas enteras de Cartas Natales.

Desde el punto de vista Numerológico, la hora no es tan importante, sino más bien, la fecha y el día, aunque la hora determina en qué período del día comenzó su vida la persona y esto determinará (fecha, día y período) su facilidad o su dificultad en llevar adelante su programa.

Por ejemplo, conozco bien a alguien que nació un martes a una hora en que hay serias dificultades con el manejo y el control de la energía y por eso le costó encarnar en un período dentro del cual, la madre o el bebé pueden pasar por momentos de peligro; pero como compensación, ese momento determinado le da a la persona una gran resistencia y capacidad de supervivencia… si es que decide encarnar y vivir.

El alma del futuro bebé actúa como director o arquitecto de su forma física y de sus capacidades y potenciales, en plena asociación con el alma de su madre; por eso, las mascotas saben cuando una mujer está embarazada mucho antes de que ella misma lo sepa, porque “ven” que hay otra alma nueva adosada al alma de su dueña. Luego de recién nacido, la mascota reconocerá a su “viejo” amigo en el niño que acaba de encarnar.

Incluso, la nueva alma le sugiere a su madre, con gran insistencia, el nombre que necesita tener cuando nazca, a fin de que Numerológicamente cumpla con sus características y con los tiempos en que cada cosa le ocurrirá, para lo cual no puede tener un nombre cualquiera, sino aquel que determinará su “Número Natal”, según el cual dispondrá de sus potenciales necesarios y cumplirá sus metas en la vida, a sus debidos tiempos.

Por ejemplo, debido a un grave conflicto no resuelto entre nosotros en vidas anteriores, mi madre insistió inconcientemente en ponerme un nombre que no era exactamente el que me correspondía, a fin de torcer mi destino, por supuesto, a su favor.

Sin embargo, Numerológicamente yo soy un Número 11 al igual que habría sido si me hubiera bautizado con mi nombre real, que es Miguel, lo que me obligó a un reseteo de mi personalidad que en definitiva lo que consiguió fue darme una personalidad mucho más firme y poderosa por el hecho de tener que ganármela, como se gana un trofeo. Eso está mostrado en mi carta Natal.

Es cómico que muchas personas al hablar conmigo me nombran “Miguel” sin darse cuenta y luego, rectifican diciendo “disculpame, no sé porqué te dije Miguel” y yo me sonrío, porque entiendo que estamos en contacto a nivel de nuestro Yo Superior y por eso ellos me reconocen como Miguel, que es mi nombre original en base a mi vibración personal y por el cual soy reconocido por mis Guías Espirituales.

De paso, debo aclarar que a pesar de que mi madre ha sido mi peor enemiga en esta vida, estoy reconocido a ella por haberme traído a este mundo (sabiendo ahora exactamente el porqué y el para qué) y agradecido al estar aquí por su intermedio.

Por consejo de mis Guías y por convicción, me inclino, la honro y la respeto, aunque ella no quiera tratarse conmigo, porque ha comprendido que en esta batalla, en esta vida, fui yo y no ella, quien determinó inexorablemente mi camino.

Ésta fue una historia de una competencia energética que viene de varias encarnaciones; un ajuste de cuentas entre “brujos” antagonistas de una vieja lucha esotérica… el que llega primero a este plano, tiene cierto predominio y jerarquía sobre el que lo hace después, y sin embargo, gracias al Libre Albedrío, el segundo puede aprender cómo equilibrarlo o superarlo.

Muchas veces me pregunté cómo podía ser “que me hubieran tocado” una madre y un padre así; más tarde aprendí que cuando dos personas no pueden reconciliarse en toda una vida y en las siguientes, las almas pactan reencontrarse como padres e hijos; esto se debe a que de esa forma, permanecerán unidos por el vínculo mientras vivan y así tendrán la oportunidad y la necesidad de sanar el vínculo.

Si se tratara de una pareja o de un amigo, uno puede cambiar de pareja o de amigo cuando lo desee, sin mayores consecuencias, pero no puede cambiar de madre o de padre; de allí las situaciones tan variadas que se darán en la vida, en la cual, a veces madre o padre resultan enemigos con los hijos, hasta el grado de que conocemos casos en que los padres han matado a sus hijos o los hijos han matado a sus padres.

Nuestros padres de ningún modo nos serán indiferentes, aún cuando ni lleguemos a conocerlos, porque de ellos obtenemos no sólo nuestra herencia genética, sino la espiritual y la del grupo o árbol familiar, que viene expresada por el famoso “ADN basura” que los científicos menosprecian por su ignorancia paleolítica respecto de los fines que tiene y de la información que aporta.

Que nos llevemos bien o no, con cada uno de nuestros padres, es otra cosa, pero esa relación debe ser sanada en este plano, a fin de que no se traslade a nuestros descendientes directos. Por eso se afirma que los hijos toman a su cargo la responsabilidad de todo lo que los padres no han podido resolver.

Además de la herencia genética y espiritual del grupo familiar, existe una “herencia” álmica del propio ser, que se va acumulando vida tras vida y que determina ciertas tendencias a enfermedades e incluso minusvalías físicas, que cumplen el propósito de hacer que en esta nueva vida, la persona deba enfrentarse a situaciones que le dejarán aprendizajes especiales.

No se trata de que Fulano ha quedado paralítico debido a que se contagió de “Parálisis infantil” cuando era niño, sino que para vivir su futura vida en una forma particular, ya predeterminada y aprender las lecciones de una buena vez, el alma ha proyectado que el cuerpo busque contagiarse de Parálisis Infantil.

El desconocimiento de estos principios espirituales hace que muchos psicólogos, por ejemplo, afirmen que “el joven acarrea ciertos problemas serios de conducta porque en su infancia ha tenido que enfrentar tal o cual situación familiar”, lo que se utiliza como atenuante en casos de personas que no han sabido adaptarse a las normas sociales.

No es así, sino al contrario: “el joven ha nacido en esta clase de familia porque en su Anteproyecto se ha dado cuenta que necesitaba encarnar en un hogar cuyos padres lo trataran de esa manera” a fin de tener la oportunidad de reaccionar y corregir ciertos vicios siendo que antes (en vidas anteriores) no ha podido resolver.

El alma del recién nacido ha elegido a sus futuros padres y a su futuro entorno, como un actor principal elige a su elenco y a su decorado para poder llevar a cabo una actuación perfecta que sea convincente. No vale eso de que “soy alcohólico porque mi madre era alcohólica” o “soy golpeador porque nací en un hogar de golpeadores”.

Mis padres eran golpeadores y abusadores, y sin embargo yo no lo he sido nunca con mi familia; posiblemente necesitaba que ellos fueran así para que yo entendiera algo que no tenía en claro y que de otra forma tal vez no aprendería tan firmemente. Por ejemplo, haciendo regresiones hipnóticas, descubrí que en vidas anteriores fui demasiado severo con quien en esta vida fue mi padre.

Esto, al grado que la comparación de las Cartas Natales suya y mía dicen que él, como adulto, sentía un miedo inexplicable de ese pequeño de ocho años al que golpeaba con su cinturón, sin saber exactamente qué lo llevaba a encarnizarse de esa manera. ¿Por qué él sentía ese miedo?

¿Podemos juzgar y condenar tan livianamente a una persona o a una situación sin contar con estas informaciones que hacen al contexto general de nuestra vida, dentro de todas las que han sido nuestras vidas?

Esto sería como abrir un libro en cualquier página, leerla y, sin saber cómo comienza ni cómo termina, emitir juicio sobre todo su contenido, probablemente pensando que ese libro lo ha escrito un idiota a quien se le ocurrido una idea que no tiene pies ni cabeza.

Es evidente que este tema debe ser profundizado y mejor analizado a fin de que se comprenda cabalmente, por lo que ya me estoy dando cuenta que deberé ampliarlo y fundamentarlo en un artículo posterior: “Los pactos en Planos Superiores”, que a la brevedad publicaré porque ya está escrito.

El Sendero Del Ser. Bendiciomnes. Leo

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