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«Todavía no sabéis que los rayos de Sol son capaces de alimentar el espíritu en vosotros. Sí, pero sólo si aprendéis a recibirlos, si os abrís a ellos con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma. ¿Todavía no llegáis a admitir que la luz sea más que una vibración física, que sea una entidad viva?…
Mientras sigáis cerrados a esta idea, no podréis beneficiaros de todas las riquezas del Sol.
Procurad organizar vuestra existencia para que la luz ocupe en ella cada vez más espacio. En primavera y en verano, id a contemplar el Sol cuando sale, pensando que podéis recibir sus rayos como recibís el alimento, el agua y el aire. Y dirigíos también a ellos diciendo: «Oh rayos luminosos, penetrad en mí, expulsad las nubes que oscurecen mi cielo.» Y os penetran ya en vosotros sin que os deis cuenta; pero si sois conscientes, si estáis atentos, si os impregnáis con su luz y su calor con la convicción de que algo crece y se desarrolla dentro de vosotros, os sentiréis poco a poco animados por unas vibraciones nuevas.»
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