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Todos sabemos lo que es una crisis, porque no solamente la hemos experimentado en distintas ocasiones sino que todos los días nos enfrentamos a alguna de ellas. Pero… ¿Cómo hacer para salir victoriosos de ella?
El sólo hecho de tener que levantarnos para trabajar, ya es una crisis y responde al mismo mecanismo que todas las demás, sean de la magnitud que sean. Las CRISIS generalmente nos producen miedo, fastidio, ira o nos paralizan aunque sea momentáneamente; nos dejan sin energías en el momento en que más las necesitamos.
Creo que podríamos dejar muy en claro el tema de la CRISIS recorriendo el mismo camino y con la misma actitud con la que deberíamos enfrentar a nuestros miedos; mediante la confianza en nuestros recursos y con curiosidad para desentrañar su origen. Haciéndonos preguntas y buscando sus correspondientes respuestas. Sobre todo, preguntándonos: ¿Qué me quiere enseñar esto?
¿Es correcto identificar la palabra CRISIS con la palabra AMENAZA?
Tomar conciencia de una posible CRISIS nos pone en un estado de alerta, preocupándonos sobre qué traerá consigo y qué tipo de amenaza representa. Tememos a las crisis porque nos sacan de nuestro estado de inercia, de nuestra Zona de Confort y nos obligan a movilizarnos hacia un futuro inminente, que por desconocido, nos enciende todas las luces rojas en nuestro tablero de control.
¿Cuál es la actitud menos adecuada para tratar con la Crisis?
Esta actitud ante la inminencia de una crisis, es decir, tomar a la crisis como nuestra enemiga, es frecuentemente la más adoptada y es justamente la que menos nos conviene. La menos positiva, la menos resolutiva, la menos apropiada, la menos funcional, la menos adecuada a la realidad.
La Crisis no es precisamente algo que debe ser temido, sino por el contrario, representa una nueva oportunidad. Tal vez esa misma crisis que tememos sea la coyuntura a la que nos enfrenta la vida para que podamos salvar nuestra vida. Luchar contra esa crisis sería la peor idea que podríamos tener.
La vida en sí es un racimo de oportunidades, sólo que nosotros no lo vemos así y tampoco nos lo han enseñado de esa forma, porque el Sistema busca nuestra esclavitud y no nuestra libertad, para beneficio de unos pocos. El sistema educativo está manipulado para que no pensemos y entreguemos nuestro poder. Es hora de que nos pongamos de pie hacia enfrentar la vida como se debe y obtener de ella el beneficio y la felicidad que nos corresponde por derecho propio.
¿El sinónimo de CRISIS puede ser OPORTUNIDAD?
Una CRISIS, correctamente interpretada, no es otra cosa que una OPORTUNIDAD. Y si logramos asir esa oportunidad, cosecharemos sus beneficios y por lo tanto, eliminaremos la porción de sufrimiento que implica enfrentar la crisis, transmutándola en alegría y bienestar.
¿Qué pasaría si en la mañana, cuando se nos presenta la crisis de tener que dejar la dulce tibieza y reposo de nuestra cama, decidimos no aceptarla, no levantarnos, oponernos a esa obligación que se nos antoja un sufrimiento, que debería ser aceptado con resignación?
Bien, si fuese un día sin obligaciones, podría no pasar nada, pero si es justamente un día laboral, la crisis que nos espera al no cumplir puede ser peor que la crisis de tener que levantarnos. Tenemos responsabilidades y debemos hacerles frente y asumirlas, si queremos permanecer en el circuito y no ser expulsados del mismo.
¿Qué diferencia a una Gran CRISIS de una Pequeña CRISIS?
¿Cómo hacemos para enfrentar las grandes crisis? Bueno, primero que lo de “grande” o “pequeña” crisis sólo tiene relación con nuestra manera de verla. Una gran crisis para uno puede ser sólo una pequeña situación molesta para otro o a veces, hasta un beneficio.
Es más, aún podemos llegar al extremo de estar a la puerta de la crisis y no reconocer que lo que nos espera es una crisis. O tal vez, podríamos verla como una montaña imposible de escalar, como algo que de ningún modo podríamos vencer, lo que nos llenaría de espanto y desesperación.
Pero las “grandes crisis” se enfrentan y se resuelven del mismo modo que las pequeñas o las que nosotros creemos que son pequeñas. Pero como creemos que son pequeñas, no nos preocupan y entonces, simplemente no les damos importancia y las resolvemos automáticamente o simplemente, las dejamos pasar.
¿Cómo enfrentamos la “gran” crisis de levantarnos cuando suena el despertador? Simplemente despertándonos y tomando algo de coraje, nos levantamos y partimos a los tumbos hacia el baño. A poco de ir pasando el tiempo, nos vamos despertando del todo y volviéndonos medianamente lúcidos hasta llegar la ahora de partir hacia nuestra cotidiana obligación.
¿Qué inversión de energía nos lleva enfrentar una CRISIS?
Veamos … ¿Hemos muerto por haber hecho semejante sacrificio? No. Al contrario, hemos revivido porque hemos dejado el sueño atrás. ¿Cuánto dolor y sacrificio nos ha costado superar esa “enorme” crisis de levantarnos, higienizarnos, vestirnos, desayunar y salir apurados cerrando la puerta con llave? El de todos los días laborables, a veces un poco más, a veces un poco menos.
¿Hemos quedado traumados por esa “gran” crisis que nos ha hecho dejar la cama y ponernos de pie? Seguramente no, porque estamos acostumbrados a hacerlo periódicamente. Entonces, si ya conocemos el mecanismo para enfrentar la “gran” crisis cotidiana matutina… ¿Por qué tememos enfrentar otras clases de crisis que pueden resolverse utilizando el mismo mecanismo y la misma actitud?
Pero puede que uno se levante pesadamente, malhumorado y trastornado por tener que ir a cumplir su obligación del día, arrancando mal la mañana; o puede que se levante con ganas, feliz y contento de tener la oportunidad de poner en marcha los planes que tiene en mente y que el día anterior no pudo terminar de resolver.
¿Qué actitud positiva y funcional deberíamos oponer a esa CRISIS?
En mi caso, debo confesar que me encanta dormir profundamente, pero cuando despierto, no salgo arrastrándome fuera de la cama, sino que salgo de ella entusiasmado porque me he dormido pensando y planificando lo que debería hacer al día siguiente y no tengo paciencia para cumplir con los rituales previos, a vestirme y correr a poner en práctica la realización de mis planes.
Me entusiasma y hasta diría que me he vuelto adicto a esa corriente de adrenalina que me envuelve por dentro ante la expectativa de realizar aquello que ha estado esperando a que yo tenga tiempo para encararlo. Y hasta espero desafiante a la crisis diaria y a sus hermanas, con la confianza de que empleando el método correcto, no solamente las voy a superar sino que voy a crecer con ello.
¿Qué pasa cuando la CRISIS nos supera?
¿Qué me pasa por la mente cuando no logro resolverlas? Bueno, confieso que tiempo atrás me frustraba y hasta me enojaba, pero con el tiempo logré convertir esa disfuncional aplicación de energía, en voluntad funcional de arremeter y vencer el obstáculo que hasta ese momento no me dejó avanzar.
Porque, aunque no creas, las crisis no están para vencernos ni para hacernos sufrir, sino que son sólo ejercicios para ser resueltos y a través de su resolución, ayudarnos a crecer y ser mejores personas. Para capacitarnos en la gimnasia de resolver las siguientes crisis que se irán presentando con progresivas dificultades; nunca se nos presentará una crisis que no estemos en condiciones de resolver.
¿Y si a pesar de todo, aún no logro superarla? Entonces me sereno, me digo que es cuestión de paciencia y analizo si es el momento apropiado para seguir empujando o para esperar. Para ambas actitudes debo esforzarme y, dándome cuenta de que eso me desgasta, entonces simplemente me relajo y quedo atento al momento adecuado en que dicha crisis deberá nuevamente ser encarada, con otro plan o con otra actitud que resulta más positiva y concreta.
En la Guerra de Malvinas, el piloto argentino Comodoro Luis Puga, durante un ataque a la flota inglesa fue derribado por un misil ingles y cayó al agua helada del mar, con riesgo de morir congelado y sin posibilidades de rescate. Podríamos decir que se trataba de una gran crisis. Sin embargo, sobrevivió tras 8 horas de nadar en el agua helada y se salvó.
Más tarde reconocería en una entrevista televisiva que en esa ocasión, casi a punto de rendirse ante la muerte, hizo uso de un dicho que le había sido impuesto como entrenamiento para el combate por la Fuerza Aérea Argentina: “En situación de emergencia, paras y piensas”.
Simples palabras que le salvaron la vida: “… paras y piensas”; te detienes, te serenas y te pones a pensar fríamente (a 8 grados en el agua, o sea, muy fríamente) analizando la situación y sus posibles respuestas.
Esto, de otra manera, yo lo aprendí de mi supervisor cuando era instrumentista electrónico de una fábrica textil. El producto plástico no podía variar su temperatura en más de dos grados, porque entonces se enfriaría y se taparían todos los pequeños orificios por los que pasaba el plástico, lo que representaba un desastre y la paralización total de la planta, con todo lo que implicaba limpiarla y volverla a poner en funcionamiento, más las pérdidas en el producto.
Cuando sucedía “una crisis” en el sistema, comenzaban a sonar las alarmas y debíamos salir corriendo a solucionar el problema antes de que el plástico se enfriara. Con los jefes respirándonos en la nuca, la situación no podía ser más complicada y en ese entonces yo me desesperaba porque pasaban los minutos y no se encontraba la solución.
Yo miraba a mi supervisor y le decía: “Jorge… ¿Qué hacemos? ¡Si esto no se soluciona nos van a echar del trabajo!”. Él, sereno, me respondía calmado: “Tranquilo, vamos a pensar qué puede ser el causante”. Y con calma, realizando comprobaciones, encontrábamos la respuesta. Y así me acostumbré que ante las crisis, cuanto más graves sean, más fríamente debemos tranquilizarnos y pensar, para encontrar la solución apropiada.
¿Qué características tiene una CRISIS?
TODAS las crisis tienen las mismas características, los mismos objetivos, las mismas incógnitas. Matemáticamente hablando, la ecuación es la misma, salvo que varían sus términos, pero cuando has superado unas cuantas y te has dado cuenta del método apropiado para resolverlas, simplemente aplicas ese protocolo y la crisis se transforma en una oportunidad y la oportunidad en un triunfo… y ese triunfo, en un beneficio.
¿Cómo deberías entender a una CRISIS?
En tu mente debe establecerse claramente, con convencimiento, que CRISIS = BENEFICIO y cuando te dispongas en la mentalidad correcta, comprobarás que así como dices “bienvenidos los beneficios”, terminarás diciendo “bienvenidas las crisis”, porque tendrás la convicción de que la crisis no es otra cosa que la oportunidad de obtener un nuevo beneficio.
Si queremos comprender cabalmente la situación deberíamos primero analizar cuidadosamente qué es exactamente una crisis, sus etapas consecutivas y la forma de resolverla etapa por etapa; lo que no es otra cosa que un camino y debes aprender a transitarlo.
¿Sabes lo que significa la palabra CERTEZA?
¿Estarías dispuesto a apostar a un número teniendo la certeza que ése es el número ganador y que el capital arriesgado se verá multiplicado varias veces? ¿Si algo o alguien te diera el 100% de seguridad que se cumplirá, o sea, que existe la CERTEZA de que saldrás beneficiado, apostarías a ese tal número? Serías un tonto si no lo hicieras ¿verdad? Así es con la crisis…
¿Qué es precisamente lo que debes saber como para encarar una CRISIS?
Las preguntas entonces se reducen a:
1 – ¿Qué es una crisis?
Que sería como decir: ¿A qué juego estamos jugando?
2 – ¿Qué etapas tiene toda crisis?
Que sería como decir: ¿Después de tal cosa, qué otra cosa viene?
3 – ¿Cómo identificaré esas etapas?
Que sería como decir: ¿Cómo me doy cuenta cuando debo cambiar de estrategia?
4 – ¿Cuánto durará cada etapa de la crisis?
Que sería como estimar el tiempo de duración, que dependerá de tu tiempo de respuesta; a mayor experiencia en la resolución de crisis, mayor velocidad en su procesamiento y finalización.
5 – ¿Qué debo hacer en cada una de ellas?
Que es como decir: ¿A qué número deberé apostar?
6 – ¿Cómo capitalizaré los beneficios de esa crisis?
Que es como decir: ¿Cómo hago para cobrar mi premio?
Las respuestas son muy sencillas y constituyen una receta en la cual podrás agregar un poco más de sal o de azúcar, a tu gusto, pero que por la extensión deberé tratar en el artículo siguiente.
El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo
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