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Más de 100.000 manifestantes se esperaban en 7 grandes ciudades alemanas. No es contra los refugiados esta vez. Es en abierto rechazo a más globalización y más tratados de libre comercio como el que Europa negocia con EEUU y Canadá..
El eje de la protesta pone en la mira a pactos que son aplicados por autoridades supranacionales (como Bruselas en el caso europeo), que permiten cuestionar las actividades regulatorias de los gobiernos nacionales que tratan de poner en caja el enorme poder de las empresas multinacionales.
Es parte de un creciente sentimiento anti globalización que hace disminuir el porcentaje de los que están a favor de acuerdos de libre comercio en Alemania y el viejo continente.
Antes de estas protestas, el ministro de Economía alemán, Sigmar Gabriel, había dicho que el proyecto de acuerdo estaba muerto gracias al desinterés estadounidense. En términos similares se pronunció el ministro de Comercio Exteriore de Francia, Matthias Fekl.
Del otro lado del Atlántico está la negación total de estos acuerdos por parte de Donald Trump. En tanto que Hillary Clinton, tras ver la contundencia de los sondeos, ha dicho que no propicia ahora (cambió de idea) el tratado Transpacífico que impulsa Barack Obama.
Inmediatamente después del voto negativo británico a seguir integrando la Unión europea, esta explicación se puso de moda. El resultado hay que verlo ?en esta versión- como lo que pasa en viejos países industrializados donde disminuyen los asalariados, crece el impacto de la tecnología y aumenta el porcentaje de personas mayores sin buenos ingresos. Comprobación que debería impulsar un plan de reformas al capitalismo que logre una economía que crezca de modo sostenible.
Mientras tanto el incesante avance tecnológico ha continuado desplazando y transformando empleos; la globalización trasladó las industrias del centro a la periferia, buscando menores costos; y debilitó los mecanismos estatales para gestionar las consecuencias sociales de los nuevos procesos económicos. No solo hubo una enorme transferencia de industrias buscando trabajadores baratos, desde los países ricos a los más pobres. También ocurrió lo mismo en el interior de cada país rico. Y esta es una buena explicación para entender la reacción de los votantes británicos a la hora de seguir o no en la Unión Europea. En esta interpretación, las organizaciones supranacionales debilitaron la noción del Estado Nación, pero también lo hicieron las fuerzas internas con movimientos autonómicos, como Escocia en Gran Bretaña o Cataluña en España. Lo que ahora se advierte con claridad es mucha gente no está de acuerdo con la globalización porque no percibe su utilidad o conveniencia en su vida cotidiana. Están asustados por lo que advierten como un cúmulo de amenazas, y sobre todo, están enojados. Lo que se nota a la hora de votar.