El triste imperio del miedo y la Nicaragua de la esperanza

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No hay soberanía ni emancipación sin provocar una respuesta reaccionaria de un imperialismo en decadencia que reutiliza las desgastadas banderas del miedo para intentar minar el consenso alrededor de lo alcanzado en esta nueva etapa política y frenar el buen ejemplo de futuro y esperanza que construye este pueblo ístmico y sísmico, tropical y volcánico.
Nada nuevo bajo el sol. “Ya sabemos lo que viene después de las batallas que llevan a las victorias, cuando son revolucionarias. Viene la contrarrevolución, ese es un principio que está instalado a lo largo de la historia de la humanidad, y toda contrarrevolución luego tiene su revolución” Daniel Ortega 2016.
El gobierno sandinista con su modelo inédito de dialogo y consenso entre el estado, los trabajadores y los empresarios ha impulsado la estabilidad social como bien común, la seguridad y tranquilidad de las familias a través de 39 programas sociales y un sinnúmero de proyectos sociales anclados a una visión transformadora a partir de los valores, que parten desde la persona, a través de la familia y se irradian en toda la comunidad y cada una de las instituciones del estado protegen esta unión y su armonía y cada uno de sus actores en su conjunto conforman esta nueva idea de nación que tanto infunde miedo a los imperios por su capacidad de contagio.
Ese poco más de un millón de familias nicaragüenses han puesto su confianza en este modelo de gobierno participando con su protagonismo activo en las transformaciones.
Nuestro pueblo que vivió la rebeldía ante la invasión norteamericana en los años treinta, guiada por el general Sandino, un antiimperialismo nuestramericano con una perspectiva espiritual de bien común que Sandino llamo la Teosofía anticipando en medio siglo la que hoy conocemos como Buen Vivir, emergida desde las culturas originarias de nuestro continente.
Una revolución popular que comulgó con la teología de la liberación, en la lucha por una existencia mas justa y equitativa a lo largo de los años ochenta y luego de haber perdido el gobierno por dieciséis años, haber perdido el gobierno, no el poder que siguió en manos de la retaguardia del pueblo organizado gobernando desde abajo, defendiendo las conquistas populares.
 Ahora llevamos diez años con una espiritualidad Cristiana, Socialista y Solidaria, acorde a los nuevos tiempos. Una unión espiritual transversal en esas tres etapas de lucha, a través del pensamiento del General Sandino, de Carlos Fonseca, de Tomas Borge, que han trazado la hoja de ruta y actualmente del comandante Daniel Ortega y la compañera Rosario Murillo que nos dan la orientación.
La Nicaragua del siglo XXI vive un periodo de transformación en la que en estos últimos ochenta años más y más rápido se esta avanzando, un periodo histórico de autonomía y construcción que en los años ochenta no se pudo llevar a cabo con tanta fuerza porque mucha de esa fuerza se utilizo para defender con las armas la revolución y sin riesgo a equivocarnos podemos afirmar que si utilizamos el 40% de la energía de un pueblo para defendernos, nos queda el restante 60% para construir, para la autonomía.
 La fuerza de un pueblo esta distribuida entre esa Resistencia y esa Autonomía y es alrededor de esta dicotomía que el imperio del miedo promueve la Nica Act, una propuesta de ley que quiere detener esa autonomía, ese ejemplo de soberanía, que no conviene a los imperios.
La idea de nación que quisieran para el llamado por ellos “Patio trasero” un gobierno neoliberal en el que el estado privatiza sus funciones estratégicas (la inversión social, la salud, la educación etc.), manteniendo intacto su aparataje jurídico-institucional, necesario para mantener en equilibrio el status quo y su sistema de acumulación de la riqueza en pocas manos.
 Los grupos de poder domésticos (los gobiernos peleles y vendepatria de los que hablaba el General Sandino), deben bajo esta lógica garantizar el funcionamiento de esos aparatos político-burocráticos, como base territorial del negocio de esos gobiernos y del negocio de las transnacionales amigas del gobierno de turno.
 Por esto es indispensable que estos grupos de poder nacionales, mantengan su presencia en los partidos tradicionales, financiándolos y maniobrando los equilibrios de la política, escenificando lo que los imperios llaman “las democracias modernas nacionales”. Se trata de un moderno teatro de la política, en el que las mayorías tienen un peso nulo. Gobiernos pro-empresariales como el actual gobierno de Macri en Argentina y el de Temer en Brasil después del tercer golpe de estado que viven los procesos progresistas y revolucionarios en Nuestramérica.
El objetivo imperial a largo plazo es cerrar el ciclo de emancipación abierto por la revolución Cubana en 1959, reafirmado por la Revolución Popular sandinista en 1979 y luego por la Revolución Bolivariana en 1999, protagonista de este nuevo ciclo histórico.
Nica Act, una propuesta de ley que no es más que intentar generar inestabilidad social a través del miedo, a través de mecanismos mediáticos para así frenar el ritmo de los logros en este nuevo periodo de revolución social nicaragüense, pero el imperio no tuvo en cuenta que el pueblo de Nicaragua ha cambiado y su confianza en su proceso ha alejado el pasado de posguerra y ha acercado el futuro de trabajo y paz, la anticipación de la utopía, como el derecho inalienable a exigir un futuro mejor para todos en el hoy y ahora.
Se ha avanzado mucho en Nicaragua, estamos a menos de cuatro meses de cumplir una década ganada de derechos restituidos, responsabilidades compartidas y el protagonismo insustituible que desencadena los cambios y las transformaciones necesarias para realizar escrupulosamente nuestros sueños, con la convicción de que (Aldo Díaz Lacayo) “Todo tiempo presente es mejor que el pasado y todo tiempo futuro será mejor que el presente”
De José Carlos Bonino Jasaui

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