por Worms Argentina
Cuando pensábamos que el boom de los transgénicos estaba llegando a su fin y que el ocaso de Monsanto era inminente, aparece el anuncio –esperado para algunos, sorpresivo para otros- sobre su unión con la empresa Bayer.
La empresa alemana químico farmacéutica Bayer adquirió -luego de varias propuestas- a la estadounidense Monsanto por 66.000 millones de dólares. Esto provocó numerosas protestas, sobre todo por parte de ambientalistas, ya que los productos de ambas compañías vienen siendo rechazados durante años y ahora sus ofertas agrícolas serán integradas.
Según el comunicado del 14 de septiembre de Bayer, con esta fusión con Monsanto, ambas corporaciones se encargarán de brindar soluciones mejoradas para los agricultores de la próxima generación.
Es decir, si antes estábamos mal, ahora podríamos estar peor. Aun así, hay varios de estos “engendros de laboratorio” que ya fueron aprobados por la Unión Europea y por otros del continente americano, tanto para uso alimenticio como no alimenticio.
Chocolates, golosinas, margarinas, yogurt, harinas, quesos, leches, aceites, azúcares, galletitas, son algunos de los productos ya preparados que no escapan de los transgénicos.
A su vez, Bayer cuenta con 65 registros experimentales, en su mayoría desarrollados en Andalucía, España, con Bayer BioScience y Bayer CropScience. Entretanto, Monsanto tiene 164 de ellos, en particular en Rumania y España, según informó La Gran Época.
Asimismo este medio informó que las dos grandes corporaciones contaron con el apoyo del presidente de la Comisión Europea, quien en junio le concedió a Monsanto una extensión de la venta de su principal herbicida, el glifosato, por 18 meses.
Monsanto amplía la cartera de productos agrícolas de Bayer
Para alcanzar un buen volumen de ventas, Bayer necesita diversificarse y vender mucho más que aspirinas.
En los últimos años, las actividades de la empresa van desde la producción e investigación de medicinas hasta semillas, pesticidas, abonos e ingeniería genética.
Mientras que el 49% del negocio de la compañía alemana procede del sector médico, el 26% corresponde a su división especializada en materiales científicos -llamada Covestro- y el 22% a lo que la empresa denomina ciencia de los cultivos.
Al cerrarse el trato, casi la mitad del volumen de negocio del nuevo conglomerado -que será el mayor suministrador agrícola del mundo- estará relacionado con la agricultura.
Hay productos con ingeniería genética que venían experimentado estas compañías, que de por sí tienen una extraña naturaleza y son muy cuestionados. Entre ellos encontramos:
Celulosa de algodón OMG en los alimentos
Tanto Bayer como Monsanto cuentan con varias autorizaciones de algodón genéticamente modificado para usar en alimentos e ingredientes, incluyendo aditivos alimenticios, además de producir semillas y darle el uso característico no alimentario (telas).
Las fibras que sobran del algodón, que son demasiado cortas para ser hiladas en la industria textil y que “consisten casi en su totalidad de la celulosa, se pueden usar como aditivos alimentarios -Celulosa (E 460) y metilcelulosa (E 461)- y pueden ser utilizados como espesantes, estabilizantes, emulsionantes o agentes de relleno”, explicó el equipo de OMG Compas.
Los médicos reconocen que la celulosa no es digerible como alimento. ¿Por qué incluirlos en la dieta? Debido al aumento de los precios de ingredientes como la harina, el azúcar y el aceite, entonces son reemplazados por este tipo de aditivo.
El algodón transgénico también se puede encontrar en el aceite preparado con su semilla, incorporado en numerosos alimentos preparados, incluyendo margarinas.
Aspartamo (NutraSweet / Equal)
Fue descubierto accidentalmente durante una investigación sobre hormonas gastrointestinales. Se trata de un producto químico dulce que es producido a partir de las heces genéticas de la bacteria E. coli modificadas. En 1985, Monsanto adquirió la empresa que fabricaba aspartame (GD Searle) y comenzó a comercializar el producto con el nombre NutraSweet. Veinte años más tarde, el Departamento de Salud y Servicios Humanos de los EE.UU. publicó un informe que enumera 94 problemas de salud causados por el aspartamo, el cual es incluido en numerosas bebidas dietéticas.
Herbicida glufosinate-ammonium en los alimentos
Bayer usa un gen resistente a este herbicida en la mayoría de sus productos: algodón, maíz, canola y soja.
Ambientalistas de responsibletechnology.org. explican que el glufosinate-ammonium es derivado de un antibiótico natural, producido por dos cepas de una bacteria del suelo. Ellas también producen enzimas especializadas que transforman al antibiótico en una forma no tóxica del mismo, llamado NAG (N-acetil-glufosinato). Cuando la planta viene fumigada, sus enzimas lo convierten principalmente en NAG, por eso sigue con vida, mientras que las malezas a su alrededor mueren.
”El problema es que el NAG, que no está presente naturalmente en las plantas, permanece en ellas y se acumula con cada pulverización subsiguiente. De manera que, cuando nos alimentamos con estos cultivos GM, también consumimos N-acetil-glufosinato”, cita el informe.
En seres humanos, las reacciones comunes al envenenamiento con glufosinato incluyen la pérdida del conocimiento, dificultades respiratorias y convulsiones. Un estudio también relacionó al herbicida con un desorden renal.
Glifosato
Las plantas transgénicas resistentes al glifosato son masivamente pulverizadas con este peligroso herbicida de amplio espectro de Monsanto, calificado por la Organización Mundial de la Salud como probable cancerígeno, en su publicación de la Agencia de Investigación sobre el Cáncer (IARC), en 2015. Bayer también lo incluye en uno de sus registros de algodón.
En Argentina, un país donde han proliferado las plantaciones de soja transgénica resistente al glifosato, la Red Universitaria de Ambiente y Salud, divulgó un informe en el que constatan que los pueblos rociados sistemáticamente con esta sustancia presentan una tasa de mortalidad por cáncer que convierten a esta enfermedad en la primera causa de muerte en esos lugares. Mientras que en todo el país muere una persona por cáncer cada 5 fallecidos, en los pueblos fumigados esta tasa se eleva a 1 de cada 3.
Estos son solo algunos ejemplos, pero son muchos más los productos envenenados que ingerimos en nuestra dieta diaria, ya sea porque les incorporan los transgénicos en forma de aditivos –en muchos países sin declararlo ya que no tienen ley de etiquetado- o también en muchos casos porque son rociados con glifosato.
La única forma de escapar a esto es cultivando nuestros propios alimentos o acudiendo a ferias o mercados de alimentos orgánicos.
Ojalá esta tendencia siga creciendo para demostrar a estas compañías que no los apoyamos, que no necesitamos “alimentos de laboratorio”, que no queremos una “muerte lenta” pero que sí apostamos a una vida y a un planeta mejor.