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Testamento humano y político
(julio 2013)
Con motivo de su centésimo aniversario a finales del pasado julio, el recientemente fallecido Erich Priebke concedió una entrevista que ha sido difundida tras el deceso por su abogado Paolo Giachini, en calidad de “testamento humano y político”.
P- Sr. Priebke, hace años declaró que no renunciaba a su pasado. ¿A sus cien años de edad sigue pensando lo mismo?
R- Sí.
P- ¿Qué quiere decir exactamente con esto?
R- Elegí ser yo mismo.
P- Así que aún hoy se siente nazi.
R- La fidelidad al pasado es algo que tiene que ver con nuestras creencias. Ésta es mi forma de ver el mundo, mis ideales, lo que para nosotros alemanes fue la Weltanschauung y todavía tiene que ver con el sentido de amor propio y honor. La política es otra cosa. El nacionalsocialismo ha desaparecido con la derrota y ahora no tendría ninguna oportunidad de regresar.
P- La visión del mundo de la que usted habla también incluye el antisemitismo.
R- Si sus preguntas son para ganar conocimiento de la verdad, es necesario abandonar los clichés: Criticar no significa que se desee destruir a alguien. En Alemania, desde principios del siglo XX se criticó abiertamente el comportamiento de los judíos. El hecho de que los judíos habían acumulado en sus manos un inmenso poder económico y por lo tanto político, al mismo tiempo que representaban una parte muy pequeña de la proporción de la población mundial, se consideraba injusto. Es un hecho que aún hoy en día, si tomamos las mil personas más ricas y poderosas del mundo, debemos señalar que una parte considerable de ellos son judíos; los banqueros o los accionistas de las empresas multinacionales. En Alemania pues, sobre todo después de la derrota de la Primera Guerra Mundial y la injusticia del Tratado de Versalles, la inmigración judía de Europa del Este había causado algunos verdaderos desastres, con la acumulación de enormes cantidades de capital por parte de los inmigrantes en unos pocos años, mientras que con la República de Weimar la gran mayoría del pueblo alemán vivió en gran pobreza. En ese clima, usureros se enriquecieron y la sensación de frustración en contra de los judíos creció.
P- El que judíos han practicado la usura permitida por su religión, mientras que se la prohíbe a los cristianos, es una vieja historia. ¿Qué tiene de cierto según usted?
R- Desde luego, no es una idea mía. Basta leer a Shakespeare o a Dostoievski para entender que problemas similares con los judíos realmente existieron históricamente, desde Venecia a San Petersburgo. Esto no quiere decir que los únicos prestamistas usureros fueran judíos. Hice mía una frase del poeta Ezra Pound: “Entre un usurero judío y un usurero no judío no veo ninguna diferencia.“
P- Por todo esto, ¿se justifica el antisemitismo?
R- No, mire, esto no quiere decir que entre los judíos no haya gente de bien. Una vez más; antisemitismo significa odio, odio indiscriminado. Y yo, incluso en los últimos años de mi persecución, de viejo, privado de libertad, siempre he rechazado el odio. Nunca quise odiar ni siquiera a los que me odiaban. Sólo hablo del derecho a la crítica, y estoy explicando las razones. Y diré más: debe tenerse en cuenta que, por razones religiosas particulares, una gran proporción de judíos se considera superior a todos los demás seres humanos. Se identificaron con el “pueblo elegido de Dios” de la Biblia.
P- También Hitler habló de la raza aria como superior.
R- Sí, Hitler también cayó en el equívoco de perseguir esta idea de superioridad. Ésta fue una de las causas de errores sin retorno. Tenga en cuenta, sin embargo, que un cierto racismo era la norma en aquellos años, no sólo a nivel de la mentalidad popular, sino también a nivel de los gobiernos e incluso de los sistemas jurídicos. Los estadounidenses, después de haber deportado a los pueblos de África y de ser estados esclavistas, seguían siendo racistas y discriminaban a los negros. Las primeras leyes definidas raciales de Hitler, no restringían los derechos de los judíos más que los de los negros eran limitados en varios estados de EE.UU. Lo mismo para la población de la India por los británicos, y los franceses tampoco se comportaban de manera muy diferente con los súbditos de sus colonias. Por no hablar del tratamiento de minorías étnicas en la antigua URSS.
P- Entonces, ¿cómo fueron empeorando en Alemania las cosas según usted?
R- El conflicto se fue radicalizado, fue creciendo. Los judíos alemanes, estadounidenses, británicos, los judíos del mundo, por un lado; contra Alemania, que estaba en el otro. Sí, por supuesto, los judíos alemanes se encontraron en una posición cada vez más difícil. La posterior decisión de promulgar leyes muy duras en Alemania hizo la vida muy difícil para los judíos. Luego, en noviembre de 1938, un judío, un cierto Grynszpan, en protesta contra Alemania, mató en Francia a un consejero de nuestra embajada, Ernest von Rath. A ello siguió la famosa “Noche de los cristales rotos”. Grupos de manifestantes irrumpieron en todo el Reich en tiendas propiedad de judíos. Desde entonces, los judíos fueron considerados sólo y únicamente como enemigos. Hitler después de ganar las elecciones, les instó primero a que por todos los medios se marcharan de Alemania. Posteriormente, en el clima de sospecha contra los judíos alemanes, causado por la guerra y los boicots y el conflicto abierto con las organizaciones judías más importantes en todo el mundo, se los encerró en campos de concentración, en calidad de enemigos. Por supuesto que para muchas familias, a menudo sin tener ninguna culpa, esto era desastroso.
P- La culpa, por lo tanto, de lo que los judíos han sufrido, en su opinión ¿sería de los propios judíos?
R- La culpa es un poco de todas las partes. También de los aliados, que desencadenaron la Segunda Guerra Mundial contra Alemania tras la invasión de Polonia, realizada para reclamar un territorio en el que la fuerte presencia alemana fue objeto de acoso constante, territorio colocado por el Tratado de Versalles bajo el control del recién nacido estado polaco. Contra la Rusia de Stalin y su invasión de la parte restante de Polonia nadie levantó un dedo. De hecho, al final del conflicto, que oficialmente se desencadenó para defender la independencia de Polonia contra los alemanes, se le regaló sin contemplaciones toda Europa del Este, incluyendo Polonia, a Stalin.
P- Dejando de lado la política, así que usted defiende las teorías históricas revisionistas.
R. No entiendo exactamente a qué se refiere con revisionismo. Si hablamos de los juicios de Nuremberg de 1945, entonces puedo decir que fue una cosa increíble, un gran escenario creado a propósito para deshumanizar frente a la opinión pública mundial al pueblo alemán y a sus líderes. Para castigar al derrotado ahora incapaz de defenderse.
P- ¿Sobre qué base dice esto?
R- ¿Qué se puede decir de un autoproclamado tribunal que juzga sólo los crímenes de los vencidos y no los de los vencedores, donde los vencedores son a la vez fiscal, juez y la parte perjudicada y donde los artículos del crimen habían sido especialmente creados después de los presuntos delitos, sólo para condenar retrospectivamente? El mismo presidente estadounidense Kennedy condenó el proceso llamándolo algo “repugnante”, porque “había violado los principios de la Constitución de EE.UU. para castigar a un oponente derrotado”
P- Si quiere decir que el delito de crímenes contra la humanidad con el que se condenó en Nuremberg no existía antes de que fuera impugnada por el tribunal internacional, hay que decir, sin embargo, que las acusaciones relacionadas con esos hechos eran sin duda terribles.
R- En Nuremberg, los alemanes fueron acusados de la masacre de Katyn , más tarde, en 1990, Gorbachov admitió que habían sido ellos mismos, los acusadores rusos , quienes mataron a veinte mil oficiales polacos con tiros en la nuca en el bosque de Katyn . En 1992, el presidente ruso Yeltsin desveló el documento original que contenía la orden firmada por Stalin. Los alemanes también fueron acusados de haber hecho jabón con los judíos. Muestras de aquel jabón terminaron en museos de EE.UU, Israel y otros países. Sólo en 1990, un profesor de la Universidad de Jerusalén estudió las muestras debiendo finalmente admitir que se trataba de una estafa.
P- Sí, pero los campos de concentración no son un invento de los jueces de Nuremberg.
R- Durante esos años terribles de la guerra, encerrar en campos de concentración a civiles que eran una amenaza para la seguridad nacional era una cosa normal. En la Segunda Guerra Mundial lo hicieron también los rusos y los EE.UU. Estos últimos, en particular, con ciudadanos de origen oriental.
P- En Estados Unidos, sin embargo, en los campos de concentración para la población de etnia japonesa no hubo cámaras de gas.
R- Como dije, en Nuremberg se inventaron una multitud de cargos. Sobre lo de que en los campos de concentración hubo cámaras de gas, aún estamos esperando las pruebas. En los campos, los prisioneros trabajaban. Muchos salían del campo para el trabajo y estaban de vuelta en la noche. La necesidad de trabajadores durante la guerra es incompatible con la posibilidad de que, al mismo tiempo, en algún lugar en el campo, hubiera filas de personas que iban a la cámara de gas. La actividad de una cámara de gas es invasiva en el medio ambiente, terriblemente peligrosa incluso fuera de ella, mortal. La idea de enviar a la muerte a millones de personas de esta manera, en el mismo lugar donde otros viven y trabajan sin que se den cuenta de nada es una locura, difícilmente realizable también en un nivel práctico.
P- Pero usted ¿cuando escuchó por primera vez acerca del plan para exterminar a los judíos y las cámaras de gas?
R- La primera vez que oí hablar de cosas de ese tipo, la guerra había terminado y yo estaba preso en un campo de concentración inglés, con Walter Rauff. Los dos nos quedamos impactados. Simplemente no podíamos creer hechos tan horribles: cámaras de gas para exterminar a hombres, mujeres y niños. El coronel Rauff y yo hablamos con nuestros colegas durante días. A pesar de que todos formábamos parte de las SS, cada uno a nuestro nivel, con una posición particular dentro del aparato Nacionalsocialista, a ninguno de nosotros había llegado antes a los oídos cosas similares. Pues vea usted que años y años más tarde me enteré de que mi amigo y superior Walter Rauff, que había compartido conmigo algún pedazo de pan duro en el campo de concentración, fue acusado de ser el inventor de camiones móviles para gaseamiento. Cosas de ese tipo sólo las pueden pensar aquellos que no han conocido a Walter Rauff.
P- ¿Y todos los testimonios sobre la existencia de las cámaras de gas?
R- En los campos nunca se encontraron las cámaras de gas, excepto aquella construída después de la guerra por los norteamericanos en Dachau. Información que se puede definir fiable en el plano judicial o histórico sobre las cámaras de gas no hay ninguna, empezando por las de algunos de los últimos comandantes y líderes de los campos, como el más conocido de los comandantes de Auschwitz, Rudolf Hoess. Aparte de las grandes contradicciones de su testimonio, antes de prestar declaración en Nuremberg fue torturado, y después del testimonio, por orden de los rusos, le cerraron la boca ahorcándolo. Contra estos “testigos”, considerados valiosos por los vencedores, la violencia física y psicológica era insoportable; también había amenazas de venganza contra los miembros de la familia. Sé por la experiencia personal de mi encarcelamiento y el de mis colegas, de qué manera los vencedores extrajeron confesiones a los presos en los campos de concentración, quienes a menudo ni siquiera conocían el idioma inglés. Por otro lado, el trato a los prisioneros de los campos rusos de Siberia es bien sabido ahora, había que firmar la confesión que se solicitaba, y eso es todo.
P- Así que para usted esos millones de muertes son una invención.
R. Yo he conocido personalmente los campos. La última vez que estuve en Mauthausen, en mayo de 1944, fue para interrogar al hijo de Badoglio, Mario, por órdenes de Himmler. Estuve a lo largo y ancho de ese campo durante dos días. Había grandes cocinas en funcionamiento para los internos y dentro incluso un burdel para satisfacer sus necesidades. Nada de cámaras de gas. Desafortunadamente, muchas personas murieron en los campos, pero no por una voluntad asesina. La guerra, las duras condiciones de vida, el hambre, la falta de atención adecuada desencadenan desastres. Pero estas tragedias de civiles, estaban a la orden del día no sólo en los campos sino en toda Alemania, sobre todo debido al bombardeo indiscriminado de ciudades.
P- ¿Así que usted minimiza la tragedia de los judíos, el holocausto?
R- No se trata de minimizar; una tragedia es una tragedia. En todo caso se plantea un problema sobre la verdad histórica. A los ganadores de la Segunda Guerra Mundial les interesaba no tener que ser llamados a rendir cuentas de sus crímenes. Ellos llegaron a arrasar pueblos enteros en Alemania donde no había ni un solo soldado, sólo para matar a mujeres, niños y viejos y así debilitar la moral del enemigo. Esta suerte también corrió Hamburgo, Lübeck, Berlín, Dresde y otras ciudades. Se aprovecharon de la superioridad de sus bombarderos para matar a civiles con impunidad y con demencial crueldad. Luego le tocó a la gente de Tokio y finalmente, con las bombas atómicas, a los civiles de Nagasaki e Hiroshima. Por ello fue necesario inventar delitos especiales cometidos por Alemania y pregonarlos mucho para presentar a los alemanes como seres malignos y todas las demás tonterías propias de una novela de terror sobre la que Hollywood ha rodado centenares de películas. Y por cierto, desde entonces el método de los ganadores de la Segunda Guerra Mundial no ha cambiado mucho: Se dedican a exportar su “democracia” con las llamadas “misiones de paz” en contra de “estados canallas”, contra enemigos que han supuestamente cometido actos siempre monstruosos. Y así, en la práctica, atacan sobre todo con bombardeos a quienes no quieren someterse. Masacran a militares y civiles que no tienen los medios para defenderse, y al final, tras sus “intervenciones humanitarias” ponen como presidentes a títeres que siguen sus intereses económicos y políticos.
P- Pero entonces algunas pruebas concluyentes, como imágenes de vídeo y fotografías de los campos de concentración, ¿cómo se explican?
R. Esas filmaciones son una prueba más de la falsificación: Vienen casi todas de los campos de Belsen. Era un campamento donde las autoridades alemanas enviaron, procedentes de otros campos, a prisioneros que no podían trabajar. También había dentro una sala de convalecientes. Eso por sí solo dice mucho de la “intención asesina” de los alemanes. Parece extraño que en tiempo de guerra se hubiera puesto en marcha una estructura para hospedar a aquellos a quienes supuestamente se iba a gasear. Los bombardeos aliados de 1945 dejaron el campo sin agua, alimentos y medicinas. Se extendió una epidemia de tifus que causó miles de enfermos y muertos. Esas filmaciones se remontan a aquellos hechos, cuando el campo de refugiados de Bergen Belsen fue devastado por la epidemia, en abril de 1945, cuando se encontraba ya en manos de los aliados. Las filmaciones se realizaron con fines de propaganda por el director británico Hitchcock, el maestro del horror. Es alucinante el cinismo, la falta de sentido de la humanidad con la que aún hoy se especula con esas imágenes. Proyectado por años en las pantallas de televisión, con angustiosa música de fondo, se engañó a la opinión pública asociando con despiadada astucia esas terribles escenas a las cámaras de gas, con las que no tenían nada que ver. ¡Una farsa!
P- El motivo de difundir esas, según usted, falsedades ¿sería encubrir los propios crímenes, los de los vencedores?
R- Al principio fue así. Un guion igual a Nuremberg fue inventado en Japón con el Juicio de Tokio. Para criminalizar a los japoneses que habían sufrido la bomba atómica se inventaron acusaciones de canibalismo.
P- ¿Por qué “al principio”?
R- Porque sucesivamente, además, la literatura sobre el Holocausto ha servido sobre todo al Estado de Israel, por dos razones. La primera está muy bien explicada por un escritor judío hijo de deportados, Norman Finkelstein. En su libro “La industria del Holocausto”, explica cómo esta industria ha recaudado, a través de una campaña de reivindicaciones, recursos millonarios para las arcas de las instituciones judías y las del estado de Israel. Habla de “un auténtico negocio de extorsión”. En cuanto al segundo punto, el escritor Sergio Romano, que no es precisamente un revisionista, explica que después de la guerra “Israel se ha dado cuenta de que el hacer hincapié en el drama de la literatura del Holocausto” traería ventajas en su disputa territorial con los árabes y “una especie de semi-inmunidad diplomática.”
P- En todo el mundo se habla del Holocausto como exterminio, ¿usted tiene dudas o lo niega rotundamente?
R- Los medios de propaganda de quienes hoy detentan el poder global son inagotables. Mediante una subcultura histórica especialmente creada, y difundida por la televisión y el cine, han manipulado emocionalmente las conciencias. En particular, las nuevas generaciones, empezando desde la escuela, han sido sometidas a lavado de cerebro, obsesionadas con historias truculentas para subyugar a la libertad de juicio. Como ya he dicho, hace casi 70 años que estamos a la espera de pruebas sobre los crímenes de los que se acusa al pueblo alemán. Los historiadores no han encontrado ni un solo documento que se refiera a las cámaras de gas. No hay una orden por escrito, un informe o un dictamen de una institución alemana, una relación de los empleados. Nada en absoluto. A falta de documentos, los jueces de Nuremberg han asumido que el proyecto titulado “Solución final de la cuestión judía” que se barajaba en el Reich, y que evaluaba la posibilidad de la expulsión territorial de los judíos de Alemania (y más tarde de los territorios ocupados), incluido el posible traslado a Madagascar, era un código secreto encubierto que significaba su exterminio. ¡Es absurdo! En medio de la guerra, cuando aún éramos ganadores tanto en África como en Rusia, los judíos, que en un principio, hasta 1941, simplemente eran animados a irse del país, fueron luego presionados para abandonar Alemania. Sólo después de dos años de comenzada la guerra empezaron las medidas restrictivas de su libertad.
P- Supongamos que esa evidencia de la que usted habla apareciese. Estoy hablando de un documento firmado por Hitler u otro jerarca. ¿Cuál sería su posición?
R- Mi posición es de condena absoluta de tales hechos. Todos los actos de violencia indiscriminada contra una comunidad, sin tener en cuenta las responsabilidades individuales reales, son inaceptables, absolutamente condenables. Como lo que pasó con los indios americanos, con los kulaks en Rusia , los italianos de Istria, los armenios en Turquía, los prisioneros alemanes en campos de concentración estadounidenses en Alemania y Francia así como en los de Rusia; los primeros abandonados deliberadamente a una muerte segura por el presidente Eisenhower, los segundos por Stalin. Ambos jefes de Estado no respetaron la Convención de Ginebra. Todos esos episodios, repito, deben ser condenados en términos muy claros, incluyendo las persecuciones hechas por los alemanes contra los judíos, que sin duda las hubo. Pero las de verdad, no las inventadas por la propaganda.
P- ¿Admite usted la posibilidad de que estas pruebas, se escaparon de una posible destrucción causada por los alemanes al final del conflicto, y que un día podrían salir a la luz?
R- Ya he dicho que ciertos hechos deben ser condenados en absoluto. Así que si aceptamos la hipótesis de que un día se van a encontrar pruebas de las cámaras de gas, la condena de una cosa tan horrible, y de quienes lo hayan ordenado y utilizado para matar, debe ser indiscutible y total. En esta vida he aprendido que las sorpresas pueden no terminar nunca. Pero en este caso, sin embargo, creo que puedo descartarlo con certeza porque por casi sesenta años, los documentos alemanes capturados por los vencedores de la guerra fueron examinados y evaluados por cientos de académicos, así, lo que no ha surgido ya, difícilmente podrá aparecer en el futuro. Por otra razón creo que es muy poco probable, y voy a explicar por qué: Cuando la guerra ya estaba muy avanzada, nuestros oponentes comenzaron a insinuar sospechas acerca de actividades homicidas en los campos. Hablo de la Declaración Interaliada de diciembre de 1942, cuando se habló en general sobre crímenes bárbaros contra los judíos de Alemania y se preveía el castigo de los culpables. Luego, a finales de 1943, supe que no se trataba de propaganda de guerra genérica, sino que además nuestros enemigos pensaban fabricar falsas evidencias de estos crímenes. La primera noticia sobre esto la tuvo mi compañero de estudios, un gran amigo, el capitán Paul Reinicke, que pasaba los días en contacto directo con el número dos en el gobierno alemán, el Mariscal Goering: era jefe de su escolta. La última vez que lo vi me refirió sobre un proyecto de puras falsificaciones. Goering estaba furioso porque estas falsedades calumniosas serían difundidas por todo el mundo. Precisamente Goering, antes de suicidarse, acusó violentamente al Tribunal de Nuremberg de la producción de pruebas falsificadas. Otra pista me la dió más tarde el jefe de la policía Ernst Kaltenbrunner, el hombre que había sustituido a Heydrich tras su muerte y que después fue enviado a la horca como consecuencia de la sentencia de Nuremberg. Lo vi hacia el final de la guerra para presentarle la información recogida sobre la traición del rey Vittorio Emanuele. Me aseguró que los futuros vencedores estaban ya trabajando para construir falsas evidencias de crímenes de guerra y otras atrocidades que ellos inventaron sobre los campos de concentración como prueba de la crueldad alemana. Ya estaban por llegar a un acuerdo sobre los detalles de cómo realizar un juicio especial contra los perdedores. Y además, me encontré en agosto de 1944 con el colaborador directo del general Kaltenbrunner, el jefe de la Gestapo general Heinrich Müller. Gracias a él tuve la oportunidad de asistir a un curso oficial de cadetes. A él debía mucho, y nos llevábamos muy bien. Había venido a Roma para resolver un problema personal de mi comandante el teniente-coronel Herbert Kappler. En aquellos días, el Quinto Ejército estadounidense estaba a punto de entrar en Cassino, los rusos avanzaban hacia Alemania. La guerra ya se había perdido inexorablemente. Esa noche me pidió que lo acompañara al hotel. Dado que había un mínimo de confianza, me atreví a pedirle más detalles sobre el tema. Me dijo que por la actividad de espionaje habían recibido la confirmación de que el enemigo, esperando la victoria final, estaba tratando de fabricar pruebas de nuestros crímenes para crear un espectacular juicio y así criminalizar a Alemania después de la derrota. Tenía información precisa y estaba seriamente preocupado. Afirmó que de estas personas no era posible fiarse porque no tenían sentido del honor y carecían de escrúpulos. Entonces yo era joven y no le di la debida importancia a sus palabras, pero luego las cosas sucedieron igual que el general Müller me habían dicho. ¡Estos son los hombres, los jerarcas, que según se dice hoy en día organizaron el exterminio de los judíos con cámaras de gas! Yo lo consideraría ridículo si no fuera por las trágicas consecuencias. Así que cuando en 2003, tras un falso juramento del secretario de Estado Powell ante el Consejo de Seguridad de la ONU, los estadounidenses atacaron Iraq con la excusa de que poseía “armas de destrucción masiva “, precisamente ellos que son los únicos en haber empleado esas armas, me dije a mí mismo: ¡nada nuevo!
P- Usted, como ciudadano alemán, ¿sabe que algunas leyes en Alemania, Austria, Francia, Suiza sancionan con cárcel a quien niegue el holocausto?
R- Sí, los poderes mundiales las han impuesto y pronto también lo harán en Italia. El engaño consiste en hacer creer que los que, por ejemplo, se oponen al colonialismo israelí y al sionismo en Palestina son antisemitas, y que los que se atrevan a criticar a los judíos son siempre antisemitas, y que quien ose pedir pruebas de la existencia de cámaras de gas en los campos de concentración es como si aprobara una idea del exterminio de los judíos. Es una falsificación vergonzante. Precisamente éstas leyes demuestran el miedo que hay de que la verdad salga a la superficie. Obviamente existe el temor de que después de la campaña de propaganda emocional, los historiadores se pregunten sobre la evidencia, los investigadores sean conscientes de las tergiversaciones. Precisamente estas leyes abrirán los ojos a quienes todavía creen en la libertad de pensamiento y en la importancia de la independencia en la investigación histórica. Por supuesto, por lo que he dicho puedo ser incriminado, mi situación podría incluso empeorar más, pero tuve que decirle las cosas como realmente son, la valentía de la sinceridad era un deber para con mi país, una contribución, en el cumplimiento de mis cien años, para la redención y la dignidad de mi pueblo.
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