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«Un árbol es un depósito de energías que vienen de la Tierra y
del Sol. Y es posible captar estas energías que circulan
continuamente a través de él, desde las raíces a la extremidad
de sus ramas. Os encontráis en un jardín o en un bosque.
Escoged un árbol, el más grande, el más bello, y pegaos a él
poniendo vuestra mano izquierda en vuestra espalda, con la palma
de la mano apoyada contra su tronco, y la palma de vuestra mano
derecha sobre vuestro plexo solar. Después, concentraos
pidiéndole al árbol que os dé su fuerza… Recibís esta
fuerza a través de la mano izquierda y, con la mano derecha, la
vertéis en vuestro plexo solar. Es como una especie de
transfusión de energías, como si el árbol os diese su savia.
Y cuando os sintáis recargados, dadle las gracias.
Os preguntáis cómo un árbol puede ayudaros verdaderamente…
Os ayudará si le consideráis como un ser vivo, inteligente y
si le amáis. Gracias a esta comprensión, a este amor,
establecéis con él una relación armoniosa y poco a poco
sentís que esta relación os regenera y os aporta gozo.»
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