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«Es importante, evidentemente, escoger un alimento sano y hacer
comidas equilibradas, pero el estado en el que comemos es
todavía más importante: cuando no tomamos ciertas precauciones,
podemos envenenarnos con la mejor de las comidas. Si coméis
perturbados, irritados o en otros estados negativos, impregnáis
los alimentos con los venenos producidos por tales estados, y
estos venenos van a difundirse por todo vuestro organismo. Lo
inverso también es cierto: los alimentos se impregnan con los
buenos pensamientos y los buenos sentimientos que podéis tener
cuando coméis y os alimentan con su quintaesencia.
Es normal que estéis momentáneamente perturbados e irritados
por ciertos acontecimientos; pero entonces, aunque sea la hora de
comer, esperad un poco hasta que hayáis recobrado la paz. Si no
os es posible esperad, si vuestras ocupaciones os obligan a comer
justo en ese momento, haced por lo menos el esfuerzo de
concentraros en el alimento impregnándolo con vuestro respeto y
con vuestra gratitud: al penetrar en vosotros, estos
sentimientos, de los que el alimento será el soporte,
transformarán vuestros estados negativos.»
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