http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-37792062
Algo –o alguien– tenía que aguar la fiesta.
En Argentina, un grupo cada vez más grande y diverso de economistas y políticos muestran preocupación por los niveles inéditos de endeudamiento a los que ha llegado el gobierno de Mauricio Macri, a un mes de cumplir un año en el poder.
Este nerviosismo contrasta con el entusiasmo que se siente en algunos círculos y medios de comunicación, que celebran con frases como «no terminamos como Venezuela» el viraje de las políticas «populistas» del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
Con el cambio de forma y algunas medidas concretas –como ajustar tarifas de servicios públicos, negociar con la oposición y buscar más transparencia en las cifras– Macri logró generar la suficiente confianza interna y externa para pagar una deuda de US$9.300 millones con tenedores de bonos.
Con eso, Argentina volvió a los mercados internacionales después de 15 años. Y sí que lo ha aprovechado.
En estos 11 meses, gobierno, provincias y bancos argentinos han recibido US$40.000 millones en préstamos, con lo que la deuda pública queda en cerca de US$200.000 millones, que representan casi el 30% del Producto Interno Bruto(PIB).
Los números son alarmantes para algunos economistas; no por lo que revelen en sí, porque a niveles latinoamericanos Argentina sigue siendo uno de los países menos endeudados.
Lo que temen, más bien, es que la llamada «lluvia de dólares» pueda echar para atrás todo lo «bueno» que consideran se ha hecho para bajar la inflación, reducir el déficit y recuperar el crecimiento.
Los traumas del pasado
El temor tiene el trasfondo en experiencias anteriores, cuando un alto déficit fiscal se financió con emisión de deuda sin la resolución estructural de la manera como Argentina paga sus cuentas.
Pasó, guardadas las proporciones, en 2001, cuando el esquema de financiamiento internacional se cerró de repente en medio de una profunda crisis política y económica que terminó en el famoso «corralito» (la restricción de los depósitos bancarios) y en una explosión social que dejó 39 muertos.
Pasó, también, en 1989, cuando varios planes gubernamentales para contener la inflación usando préstamos para financiar el déficit no funcionaron y se creó un ambiente de incertidumbre que disparó la fuga de capitales, generó hiperinflación y aceleró la salida del poder del entonces presidente, Raúl Alfonsín.
Y pasó durante el régimen militar en 1979, cuando el gobierno de facto hizo varias minidevaluaciones sin reducir el gasto y no pudo contener la pérdida de reservas, lo que obligó a hacer una devaluación traumática y llegar, una vez más, a rozar la hiperinflación.
Los argentinos saben del riesgo que implica emitir deuda, un mecanismo de financiación que en teoría es necesario y todos los gobiernos del mundo utilizan.
No en vano la deuda es uno de los aspectos que más utiliza la expresidenta Fernández, que representa a una facción importante de la oposición, para criticar a Macri.
«¿Adivinen quién lo va a pagar?«, se preguntó en una reciente intervención difundida en las redes sociales.
«No va a ser la banca extranjera, no va a ser el gobierno; van a ser los millones de argentinos y argentinas».
Por qué puede ser un problema
Por mucho que sean críticos de Fernández, algunos analistas que cuestionan el endeudamiento del gobierno Macri comparten la preocupación de la exmandataria.
Y, en términos generales, lo explican así: los préstamos que ha recibido el gobierno no se están gastando en planes a largo plazo que puedan generar el dinero para cancelar esa deuda, sino en pagos de caja menor, reducción del déficit fiscal y aumento de las reservas internacionales.
La pregunta es qué va a pasar con la deuda y el gasto del gobierno el próximo año.
Los expertos consultados por BBC Mundo explican que las inversiones mixtas y privadas de hasta US$50.000 millones que Macri dice haber consolidado no son del todo directas y son consideradas «inversiones golondrina«.
En otras palabras, son capitales que pueden volver a salir del país en cualquier momento de incertidumbre o crisis internacional.
Macri ha mantenido los altos niveles de gasto público del gobierno anterior, en parte debido a la presión que ejercen sindicatos y gremios y en parte, aseguran analistas, porque en 2017 habrá elecciones legislativas.
Argentina tiene uno de los niveles más altos de gasto público de la región, que en un 80% se destina a servicios sociales (salud, educación o vivienda) y económicos (infraestructura, fomento o transferencias).
Si el gobierno sigue gastando más de lo que tiene, coinciden los especialistas, tarde o temprano, de una u otra manera, se va a quedar sin dinero para pagar a los emisores de deuda.
Y, con eso, podría volverse a los escenarios del pasado.
BBC Mundo habló con el Ministerio de Hacienda y Finanzas en busca de un comentario para este artículo, pero no obtuvo respuesta concreta hasta el momento de publicación.
«Por ahora tenemos calma,al menos hasta septiembre-octubre del año próximo», dice Hector J. Rubini, profesor e investigador de la Universidad del Salvador, con sede en Buenos Aires.
«La preocupación es que se observa un fuerte crecimiento del déficit fiscal y de la deuda pública, pero no de la inversión productiva; y eso, sumado al atraso del tipo de cambio real, puede generar en el futuro serias dudas sobre la capacidad efectiva del Estado de generar suficientes dólares y pesos para pagar los compromisos con los acreedores», le asegura el economista a BBC Mundo.
Juan José Cruces, director del Centro de Investigación en Finanzas de la Universidad Torcuato Di Tella, en Buenos Aires, añade: «Nuestra sociedad se cree mucho más rica que lo que es y está demasiado lista a desacreditar a cualquier gobierno que le pida un ajuste».
Y hace un llamado: «Tomemos conciencia que el endeudamiento es una solución transitoria a un problema fiscal«.
«Yo tengo la esperanza de que el gobierno lo haga luego de las elecciones de 2017», dice en referencia a un ajuste que implicaría reducir significativamente el gasto público, que ha sido históricamente alto.
Y concluye: «El riesgo es que nunca lo hagamos, ahí sí que estamos en problemas».
Un recorte, sin embargo, podría tener efecto en los programas sociales que Macri prometió mantener, algo quizá más impopular que endeudarse.
En ambos casos, una fiesta tendrá que aguarse.