En su conocido ensayo “Ideas y creencias” [link a ensayo en PDF], Ortega y Gasset analiza los conceptos de idea y creencia y su relación; con ellos pretende explicar el azoramiento de la época actual, esa duda sobre nuestras creencias que se va extendiendo cada vez más.
Por idea debemos entender, según el filósofo, aquellas estructuras mentales explicativas en las que pensamos. En tanto que somos conscientes de ellas son ideas y no creencias, por tanto la distancia entre el sujeto y sus ideas es un hecho radical. Somos portadores de ideas. En este sentido la ciencia, como actividad consciente, es un conjunto de ideas explicativas de aquello que llamamos real. Lo real debe ser entendido, lógicamente, como un entramado de nuestra mente, el mundo “en sí” no es accesible a nuestras ideas y ni siquiera problematiza Ortega la cuestión de si existe un sustrato metafísico más allá de ese mundo mental que llamamos realidad. No es una cuestión relevante.
Desde esta perspectiva, ciencia, religión y poesía están más estrechamente emparentadas de lo que creemos: son estructuras mentales conscientes que pretenden interpretar lo real. Que la ciencia sea considerada como conjunto de ideas objetivas es irrelevante para el asunto, puedo volver al ejemplo de la religión: en la edad media europea se pensaba que el cristianismo y sus explicación del mundo terrenal y espiritual era “objetiva”, esta valoración de la estructura ideológica de la religión no la transformaba en objetiva ni distinta a cualquier otra estructura de ideas.
“Yo diría […] que la ciencia está mucho más cerca de la poesía que de la realidad, que su función en el organismo de nuestra vida se parece mucho a la del arte. Sin duda, en comparación con una novela, la ciencia parece la realidad misma. Pero en comparación con la realidad auténtica se advierte lo que la ciencia tiene de novela, de fantasía, de construcción mental, de edificio imaginario.”
José Ortega y Gasset; Ideas y creencias; cap. ii.
“[…] la duda, la verdadera, la que no es simplemente metódica ni intelectual, es un modo de la creencia y pertenece al mismo estrato que ésta en la arquitectura de la vida. También en la duda se está. Sólo que en este caso el estar tiene un carácter terrible. En la duda se está como se está en un abismo, es decir, cayendo. Es, pues, la negación de la estabilidad.
[…] la duda nos arroja ante lo dudoso, ante una realidad tan realidad como la fundada en la creencia, pero que es ella ambigua, bicéfala, inestable, frente a la cual no sabemos a qué atenernos ni qué hacer. La duda, en suma, es estar en lo inestable como tal: es la vida en el instante del terremoto, de un terremoto permanente y definitivo.”
José Ortega y Gasset; Ideas y creencias; cap. iii.
Y cuando el hombre duda se pone a pensar. Es el los intersticios de las creencias en donde surge el pensamiento, las ideas. Con la razón imaginamos mundos en donde no existe duda y en donde la estabilidad o, al menos, cierto orden normativo dan coherencia a lo real. Pensar es apaciguar la duda, curar la creencia y, en definitiva, crear mundos imaginarios de certezas que nacen del desasosiego y crecen por sí mismos hasta que nos hacen olvidar su legítimo origen.
sé feliz