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Habían transcurrido sólo dos meses del inicio de la guerra en Yemen cuando el hogar de Abdullah al-Ibbi se estremeció con todo su horror.
Era de noche y estaba cenando con sus dos esposas, sus hijos y sus nietos cuando comenzó un ataque aéreo en la ciudad de Saada, donde reside.
El resultado fue devastador para al-Ibbi: 27 miembros de su familia murieron debido al impacto de las bombas.
Él logró sobrevivir. Y se enteró de la dimensión de la tragedia familiar un mes y medio después, cuando despertó en la cama de un hospital.
«Si no temiera a Dios, me habría suicidado en ese momento. Hubiera saltado por una de las ventanas del hospital, pero Dios me dio paciencia», explicó.
La localidad de Saada, donde vivía al-Ibbi y su familia, es un bastión del grupo rebelde chiita hutí, que se convirtió en el principal objetivo de los bombardeos de la coalición que lidera Arabia Saudita en apoyo al presidente en el exilio Abdrabbuh Mansour Hadi.
«Las bombas cayeron a la medianoche», recuerda al-Ibbi.
Los grupos de rescate trabajaron hasta la madrugada para recuperar los cuerpos sin vida de la familia de al-Ibbi: 17 de los muertos eran niños.
Entre ellos su nieta más pequeña, que tenía un mes.
Tres de sus hijos mayores lograron sobrevivir.
Desde que la guerra comenzó en Yemen, en enero de 2015, los civiles son los que han tenido que pagar el precio más alto: 4.000 muertos, la mayoría de ellos a causa de los bombardeos de Arabia Saudita, señaló la ONU.
Sobreviviendo a la memoria
Ahora al-Ibbi pasa la mayor parte del tiempo solo, en un cuarto de una mezquita donde vive. Siempre está a la espera de la visita de sus hijos, quienes viven en otras zonas de la ciudad.
Las noches para él son difíciles: el impacto de las bombas que cayeron esa noche le dejaron serias lesiones en el cráneo, la columna vertebral y la quijada, para la necesidad de un tratamiento que no está disponible en Saada.
Pero no es sólo el dolor físico lo que lo mantiene despierto.
Se la pasa en vela escapando de las memorias de la vida que tenía.
«Algunas veces logro dormir una o dos horas, pero me despierto hasta que amanece. Recuerdo a mis niños y mi casa», dijo.
«Era una vida humilde, pero tranquila. Éramos felices y perdí todo en un instante», agregó.
Cuando se mudó a Saada, un par de décadas atrás, abrió dos barberías en las que después también trabajarían sus hijos.
«Luché y trabajé mucho durante años para construir nuestra casa ladrillo a ladrillo«, recordó.
Esperanza
El ataque en el que perdió a toda su familia ocurrió hace 18 meses. Sin embargo, a pesar de las entrevistas y las visitas de representantes de distintas organizaciones, aún no ha recibido ningún tipo de ayuda.
- Omran, el niño rescatado de un bombardeo en Alepo que se convirtió en un símbolo del horror en Siria
Ahora lo acosan las deudas que tuvo que contraer para pagar las cuentas médicas del tratamiento de su hijo Yunus.
Yunus pasó seis meses en el hospital después de sufrir graves heridas y la pérdida de un ojo.
«Quiero devolverles a mis hijos sus vidas. Quiero verlos establecidos en un hogar», anotó
Al-Ibbi extraña a sus hijos muertos -Ismail, Ibrahim, Ishaaq y Yaaqoub- pero acaba de recibir buenas noticias: el nacimiento de su primer nieto desde aquel hecho trágico.
Su hijo, Ayman, bautizó al bebé con el nombre de Ismail, el hijo menor de al-Ibbi, quien tenía dos años cuando murió en el ataque.
«Me sentí que volví un poco a la vida. Siento como si Dios nos hubiera compensado por lo que hemos perdido», anotó.
Y sueña con que a Ismail no le toque pasar por lo que él ha vivido en la guerra.
«No quiero que viva la humillación de la guerra. Espero para él un mejor futuro«. agregó.