Adriana – Los cambios ocurren cuando decidimos hacer lo que no solemos hacer

Psicología/Jennifer Delgado
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Es probable que en más de una ocasión te hayas propuesto cambiar. Cambiar tu estilo de vida, cambiar esos pensamientos que te hacen sentir mal, cambiar tu forma de relacionarte con la gente… Sin embargo, también es probable que después de un breve período «de prueba» hayas dado marcha atrás recuperando esos viejos hábitos, lo cual suele generar una gran frustración. ¿Qué ha sucedido?

En realidad, somos seres de hábitos. No es culpa nuestra, estamos programados así. Nuestro cerebro es un ahorrador de recursos nato, quiere hacer lo máximo posible con el menor esfuerzo. De hecho, ni siquiera se trata de algo negativo, los hábitos nos permiten ahorrar tiempo y energía, que podemos destinar a cosas más importantes. Sin embargo, el problema comienza cuando nos convertimos en víctimas de esos hábitos y formas de pensar, cuando no le dejamos espacio al cambio. Entonces funcionamos en piloto automático y comenzamos a morir lentamente.

¿Cómo funcionan nuestras dos mentes?

No tenemos uno, sino dos cerebros que trabajan de manera concertada a través de un cableado neuronal ascendente y descendente. Existe un cerebro subcortical, que es más primitivo y que usa la vía ascendente para comunicarse con el neocórtex, que forma el estrato más elevado del cerebro y está vinculado a la toma de decisiones conscientes, el pensamiento y el autocontrol emocional. Ese cerebro usa la vía descendente para comunicarse con la zona subcortical.

Por eso, es como si existiesen dos mentes funcionando al unísono. La mente subcortical siempre está en funcionamiento, es más rápida, involuntaria y automática. Está motivada por impulsos y emociones, encargándose de nuestras rutinas habituales y de guiar nuestras acciones cuando debemos tomar una decisión en cuestión de milisegundos.

El neocórtex es más lento ya que funciona de manera voluntaria. Su tarea es la de movilizar las rutinas, acallar los impulsos emocionales, aprender nuevos modelos, esbozar planes y tomar decisiones en las que hemos sopesado, más o menos, los pros y los contras de las diferentes alternativas.

Lo interesante es que cada vez que tenemos que aprender algo nuevo, el neocórtex se activa. Sin embargo, a medida que vamos dominando la técnica, por una mera cuestión de economía energética, la balanza comienza a inclinarse hacia la parte descendente. Así, cuanto más ejercitamos cierta rutina, más se desconectará el neocórtex y más se activará la zona subcortical.

El cerebro funciona de esta manera para ahorrar energía. Con esa distribución de las tareas el cerebro intenta obtener, con el mínimo esfuerzo, el máximo resultado. Por supuesto, no es algo negativo, al contrario, de esta forma el resto de nuestros recursos cognitivos se liberan.

De hecho, el sistema automático funciona la mayor parte del tiempo bastante bien, pero también tiene ciertas “debilidades”. Nuestras emociones y motivaciones provocan sesgos y desajustes de los que no solemos darnos cuenta. Por tanto, si de vez en cuando no activamos el neocórtex, corremos el riesgo de quedarnos estancados en esa zona de confort que ha creado nuestro cerebro.

Apostar por el cambio puede dar miedo pero es imprescindible

El cambio implica novedad, y todos los estímulos novedosos pasan primero por el tamiz de la zona subcortical. Sin embargo, cuando nuestra mente ha estado funcionando durante demasiado tiempo a base de hábitos, ese cambio genera una respuesta de alarma. La amígdala considera que es un peligro que desestabilizará el equilibrio alcanzado, por lo que enciende un bombillo rojo.

Si no somos capaces de superar esa fase, nos quedaremos paralizados, superados por el miedo. Nos quedaremos limitados a nuestra zona de confort, donde podremos sentirnos muy cómodos pero, tarde o temprano, cuando el mundo cambie, nos daremos cuenta de que somos incapaces de adaptarnos y de modificar nuestros hábitos. En ese preciso instante nuestra zona de confort se convertirá en la zona del disconfort.

Por eso, es importante no apoyarnos demasiado en nuestra zona subcortical y mantener activo nuestro neocórtex. Eso significa:

– Desarrollar la atención plena, ser más conscientes de lo que nos rodea, de nuestros hábitos y de nuestros pensamientos y emociones.

– Buscar la novedad y vivir nuevas experiencias, de manera que el cerebro subcortical no se asuste ante lo nuevo.

– Reflexionar sobre nuestros hábitos y creencias, preguntándonos si siguen siendo funcionales o si han perdido su razón de ser.

El secreto para cambiar es muy sencillo: tomar la decisión, con nuestro neocórtex, y luego implicar la zona subcortical de manera que su función se limite a mantenernos motivados. Hacerlo es más fácil cuando comprendes que esos miedos, inseguridades y resistencias en realidad provienen de la parte de tu cerebro que quiere mantenerte atado a los viejos hábitos.

Recuerda que solo cuando te atreves a hacer lo que no sueles hacer, logras resultados diferentes, a menudo extraordinarios.

Fuente:
Goleman, D. (2013) Focus. Desarrollar la atención para alcanzar la excelencia. Barcelona: Editorial Kairós.

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