A la primera cuestión, la catedrática de Geofísica y Meteorología en la Universidad Complutense de Madrid, Elisa Buforn, responde con claridad: “No se puede predecir, aunque sí prevenir. Lo que decimos los sismólogos es que donde hubo terremotos los habrá y donde no, puede que los haya”. “La tierra es como un gran móvil que se carga de energía después de cada terremoto. 261 años después no sabemos cuánta energía se ha acumulado ya. Podría ocurrir ahora mismo”, sentencia José Antonio Aparicio, presidente del Instituto Español para la Reducción de los Desastres (IERD), una entidad no gubernamental surgida para fomentar la divulgación ante las catástrofes. Con esa premisa, la necesidad de prevención y concienciación se hace evidente, “aunque todavía queda mucho por recorrer”, como añade Aparicio. De momento, este 5 de noviembre se celebra, por primera vez, el Día Mundial de Concienciación sobre los Tsunamis, fijado por la Asamblea General de las Naciones Unidas.
En España, el riesgo de un eventual tsunami provocado por un terremoto viene determinado por el gran borde existente entre la placa euroasiática y la africana, que discurre cercano al Golfo de Cádiz, el Estrecho de Gibraltar y las Costas de Argelia. Los movimientos entre ambas placas originan riesgo de maremotos en toda la costa española que va desde el sur occidental hasta las costas de Cataluña. Sin embargo, la peligrosidad es distinta, debido a que el comportamiento de las fallas en el Mediterráneo y el Atlántico también lo es. Tal y como explica Javier Benavente, director general de Investigación de la Universidad de Cádiz, la primera zona “es bastante activa tectónicamente, sin embargo, los tsunamis son más pequeños”. Eso se debe a que, frente a las costas de Argelia, existen fallas de desgarre en las que los bloques tienen desplazamientos horizontales y paralelos. Fue el caso del terremoto de 2003 que provocó olas de hasta dos metros en el sur de Mallorca.
En España, el riesgo de un eventual tsunami provocado por un terremoto viene determinado por el gran borde existente entre la placa euroasiática y la africana
El frente Atlántico, el más expuesto
Frente a ello, en el Atlántico, los maremotos son “menos frecuentes, pero mucho fuertes”, como reconoce Benavente, debido a que se trata de fallas normales o inversas en las que los bloques se mueven verticalmente y son capaces de desplazar grandes columnas de agua. De hecho, en el artículo científico Revisión de fallas tsunamigénicas en el Golfo de Cádiz, el investigador José A. Álvarez-Gómez lo deja claro: “La zona es una de las de mayor riesgo de tsunami de Europa, en el pasado ya ha generado tsunamis de gran importancia y las estructuras tectónicas activas recopiladas aquí demuestran su potencialidad”. Mauricio González, científico del Instituto de Hidráulica Ambiental ‘IH Cantabria’ estima que, en ese punto se han producido maremotos “cada 300 o 400 años, aunque no existe una certeza y podría repetirse mañana mismo”.
Y si en ese mañana se produjese la catástrofe, Buforn cree que “las consecuencias serían mucho peores” que en 1755. González refrenda esta previsión: “El nivel de riesgo no viene solo determinado por el tamaño de la ola si no porque ataque un punto más o menos vulnerable. Hoy, en la costa hay mucha más población y edificaciones”. Se estima que el evento sísmico de 1755 dejó unos 100.000 muertos entre Portugal, Marruecos y España. De ellos, 1.275 fallecieron en las costas españolas. “La mayoría eran pescadores y salineros, los que en ese entonces estaban a pie de costa. Hoy serían muchos más los afectados”, apunta Aparicio.
Ante la necesidad de estar preparados para una catástrofe de tal magnitud, desde la UNESCO se impulsó la puesta en marcha en Europa del sistema de alerta temprana de tsunamis (NEAMTWS), integrado por cinco centros europeos que emiten alertas desde Grecia, Francia, Italia, Portugal y Turquía. En el caso de España, se designó al Instituto Geográfico Nacional (IGN) -ya encargado de gestionar alertas de terremotos- para formar parte de esta red europea de alertas. Desde hace un año, cuando detecta un terremoto con potencial de generar un tsunami emite una primera alerta “en menos de cinco minutos”, según explica Juan V. Cantavella Nadal, investigador del IGN. Normalmente, eso ocurre cuando tiene más de 5,5 en la escala Richter y tiene un epicentro marino o cerca de la costa.
Un plan en fase inicial
Este primer avance se completa con nuevas informaciones procedentes, por ejemplo, de mareógrafos cercanos. A su vez, los datos obtenidos se cruzan con una base de datos que está implementando el IH Cantabria en el que se recogen 5.000 posibles simulaciones de altura de ola y tiempo de llegada, según el epicentro y la magnitud. “Es un sistema que está dando sus primeros pasos y aún queda mucho por hacer”, reconoce Cantavella. González es más duro y denuncia que el IGN “realizó una gran labor a coste cero, ya que no tuvo asignación presupuestaria del Estado, como sí ocurrió en el resto de países”.
Se supone que si, tras las primeras averiguaciones, la alerta se mantiene, el IGN la deriva a Protección Civil para que la canalice las Comunidades Autónomas y municipios afectados. Desde que se registra el temblor hasta la llegada de la primera ola, el margen para evacuar es variable, pero rara vez superior a una hora. Son justo esos minutos críticos los que aún están pendientes de coordinación. Tras el Real Decreto para el desarrollo de planes de actuación en el caso de maremotos, de noviembre de 2015, cada comunidad autónoma debe desarrollar su plan especial con estudios preliminares de riesgos, zonas inundables y planes de emergencia.
Fue justo lo que González hizo en el marco del proyecto europeo Transfer que perseguía desarrollar metodologías y guías aplicables a zonas de riesgo, como Cádiz o Baleares. Sin embargo, aún no se ha desarrollado esta fase autonómica, de ahí que Aparicio dude de que hoy se pueda canalizar efectivamente una alerta a la ciudadanía. “Vamos retrasados en esto porque los políticos suelen pensar que supone crear una alerta innecesaria en zonas de afluencia turística. Sin embargo, la gente va a Hawái y ve carteles en las playas alertando de este riesgo y no por eso desciende su turismo”, añade.
Sin educación ni autoprotección
El productor Fernando Arroyo lleva meses enfrascado en la realización del documental La Gran Ola, para el que ha entrevistado a 40 expertos en la materia. Su idea es estrenarlo la próxima primavera, aunque ya adelanta las conclusiones personales a las que ha llegado tras la grabación: “Existe un cúmulo de incompetencia y miedo con este tema”. “En España falta educación, formación y entrenamiento en casos de maremotos. En general, la gente no sabría qué hacer ante una alerta así. Como no se está preparado se genera una angustia lógica”, reconoce González.
Tras el Real Decreto para el desarrollo de planes de actuación en el caso de maremotos, cada comunidad autónoma debe desarrollar su plan especial
Buforn comparte el planteamiento: “En el colegio, a todos los niños les educan sobre cómo actuar en caso de incendio, pero no en caso de un terremoto o maremoto”. De ahí que Aparicio crea que hay que transmitir a la ciudadanía conocimientos básicos como que, en caso de tsunamis, la huida no es la mejor opción: “Puedes verte atrapado en tu coche en una zona inundable. Lo mejor es la evacuación vertical, subir a una zona alta o a las segundas y terceras plantas de un edificio”.
En 1755 fue justo eso lo que hicieron muchos gaditanos, guiados por el instinto. Hubo incluso un sacerdote que, en pleno barrio de La Viña, ante la llegada de la ola no se le ocurrió otra salida más que apelar a la Virgen, mientras portaba un estandarte. Según el supuesto milagro, donde lo plantó, el mar se paró. Hoy en día, cada 1 de noviembre, la Virgen de la Palma sale a la calle en procesión para recordarlo. Ahora, investigadores y expertos esperan que, para el próximo maremoto, la ciencia y la prevención puedan aportar otras salidas más viables que esperar a un milagro.
Cómo salvarte de un tsunami
1. Terremoto en la costa
El primer signo de alerta puede llegar con la percepción de un terremoto en una zona de costa. A partir de ahí, es necesario estar pendientes de los sistemas de información.
2. Atento al mar
Otro de los signos de la proximidad de un maremoto es la retracción previa del mar que deja a la vista el lecho marino. Justo en ese caso, es necesario retirarse de la costa con celeridad ante la inminencia de una posible catástrofe.
3. Autoprotección fijada previamente
Los expertos recomiendan haber tratado previamente con los familiares qué hacer ante una alerta de maremoto. Eso pasa por tener botiquín o avituallamiento a mano o conocer qué pasos seguir si los hijos están en el colegio, por ejemplo.
3. Salida controlada
En casos de tsunamis se recomienda no intentar abandonar la ciudad o zona en vehículos que pueden convertirse en trampas, en caso de verse atrapado en atascos durante una evacuación que dura pocos minutos.
4. La evacuación, mejor vertical
Es recomendable buscar los puntos más altos de los edificios, a partir de la segunda planta. Si el edificio es más bajo o inestable (de madera, por ejemplo), es necesario huir ordenadamente al punto estable más alto cercano.