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Una cuerda se rompe. Paganini sigue tocando. Otra cuerda se rompe pero Paganini saca sonidos de lo imposible. La tercera se quiebra. La orquesta se detiene, el público se paraliza. Paganini no. Como un mago arranca sonidos con la última cuerda de su violín. La orquesta se motiva, el público pasa del silencio a la euforia, de la inercia al delirio. No es ya sólo un violinista genial, es el símbolo de quien enfrenta lo imposible. Nunca la vida rompe la última cuerda, el talento sigue tocando. Armoniza ciencia y arte, razón y emoción, concepto e imagen, plan con intuición.
El efecto Mozart.
Neruda dijo “muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no escucha música”.
La música de Mozart influye en el cerebro por su regularidad.
Efecto Mozart es una expresión usada para demostrarlo.
Movimiento y música son una pareja inseparable que integra lo cognitivo, lo afectivo y lo motriz, desarrollan la conciencia y potencian la creatividad. El recuerdo de una melodía conduce a un pasado al que nos transportamos y traemos al presente.
La música genera la motivación necesaria antes del desafío, la relajación ante la tensión.
Se aplica también a lo curativo. La musicoterapia no es mágica, la música sí tiene la magia que conecta con las emociones, alimenta el alma y trae paz al espíritu.
Nadie es indiferente a su poderoso y magnético influjo. Poseemos una sensibilidad musical que puede estimular el crecimiento. La música puede trabajar sobre lo cognitivo, a través de las emociones, puede establecer un diálogo interactivo, hacernos tanto mover como pensar.
Ha crecido su uso en el área médica para personas con diferentes diagnósticos. Se utiliza para reducir dosis de anestesia o para ofrecer estimulación y calidad de vida a enfermos en estado de coma. No hace falta saber música beneficiarse con ella. La «musicoterapia creativa» se basa en la improvisación, como una especie de radar para hallar respuestas y saber qué hacer con ellas. Platón habló de sus efectos. Por eso es un idioma universal. La experiencia de la vibración de la voz y los instrumentos de percusión, abre la conciencia, la percepción, la intuición y el sentimiento.
Cuando las ondas sonoras ingresan al cuerpo producen por simpatía vibraciones de sus células vivas, que ayudan a restaurarlo y a reforzarlo. El alto contenido de agua de los tejidos corporales contribuye a transmitir el sonido (que viaja a 5400 Km/h en el agua). El efecto se puede comparar con un masaje profundo. Se percibe la totalidad del ser y la conciencia que nos organiza. El hombre se asemeja a un instrumento musical muy complejo, único y delicadamente afinado. Cada átomo, molécula, célula, tejido y órgano del cuerpo emiten las frecuencias de la vida.
Es frecuente que personas con distinta formación, trabajen juntos aportando conocimientos que generan entre ellos una integridad inseparable de sus mentes, cuerpos y almas, cuya suma puede generar resultados maravillosos. Lo mejor para todos. Del mismo modo la música puede actuar en el organismo para crear salud ante la enfermedad. Para crear armonía, la medicina puede usar la música para generar efectos terapéuticos.
Un freno al dolor. Aliviar el dolor es el uso de la musicoterapia que más respaldo científico ha obtenido. Los que sufren un dolor y en ese momento son capaces de hacer foco con su atención en la música, obtienen asociaciones de imágenes que tienen un efecto calmante. Al prestar atención a la música, el dolor físico es inhibido por ciertas áreas del cerebro. La presión sanguínea y el ritmo cardíaco bajan, neurotransmisores son liberados por las neuronas. Y todas estas actividades inhiben las señales de dolor, impidiendo que ingresen al cerebro y sean percibidas.
Resonancia. La resonancia magnética estudia residuos de conciencia en pacientes en estado vegetativo. Un test registra la activación de áreas de preparación para el movimiento en respuesta a comandos verbales. Rescatan un nivel de conciencia mínima. Descartadas las lesiones y que estuviera intacta la audición, los someten a pruebas para detectar señales nerviosas en los músculos y de potenciales evocados (registran respuestas a los estímulos). El resultado tiene implicancias clínicas y bioéticas. La reserva cognitiva no detectable con la evaluación neurológica de rutina indica que podrían beneficiarse con interfaces cerebro-computadora. Pacientes que no responden clínicamente podrían tener comunicación.
Música para el cerebro. La música estimula. Libera dopamina, la sustancia que aparece en el cerebro al aprender, memorizar y sentir placer. La neuroplasticidad permite al cerebro formatearse con la experiencia. Los músicos concentran sus redes neuronales y coordinan las secuencias.
Estos conocimientos permiten programar investigaciones y métodos de rehabilitación intentando que las áreas sanas compensen fallas en otras. La música es el arte de combinar los sonidos y el tiempo. La educación musical en la niñez puede facilitar una rehabilitación ya que aun, en estado inconsciente, el cerebro canta sus canciones preferidas. La educación y la ciencia deben aliarse, porque es mejor prevenir que curar. Pueden aplicarse a reducir la ansiedad, el insomnio, la depresión, mejorar el humor, aliviar el dolor, aumentar el rendimiento, reducir náuseas y vómitos, mejorar a los que padecen. Los niños en un test de inteligencia tras haber escuchado una sonata de Mozart obtenían mejor puntuación.
Un paciente que perdió la capacidad de identificar objetos un día confundió a su mujer con un sombrero. Esto lo limitaba, pero descubrió que podía organizar tareas con canciones. Tenía una canción para vestirse, otra para la comida. Una para cada gesto de la vida cotidiana. Si el Alzheimer incapacita para encadenar gestos, las palabras en verso funcionan como mnemotecnia. Farinelli supo curar con su canto al rey Felipe V de España, que padecía de depresión nerviosa. Farinelli cantó para él y recobró el gusto por la vida. El rey lo hacía cantarle todos los días.
Cómo actúa la música. Siempre pensamos en algo, pero los pensamientos conscientes son, en su gran mayoría, intrascendentes, frívolos y sin utilidad práctica. Pero al concentrarnos, podemos hacer reflexiones complejas. Incluso la más complicada de las ecuaciones de Einstein no es más que una operación mental simple y burda en comparación con los increíbles cálculos que el cerebro ejecuta, en todo momento.
Evitar los obstáculos para no caernos, hablar de manera inteligible, articular todos los sonidos. Un jugador de billar es capaz de darle a una bola con el ángulo, la fuerza y el movimiento rotatorio necesarios para meterla en el agujero, tras varios rebotes. Sin embargo, este mismo jugador no podría describir nunca su gesto en palabras, y todavía menos plantearse las ecuaciones matemáticas que describen la trayectoria de la bola.
Usamos la palabra “instinto” para describir este prodigio, porque ignoramos que la parte inconsciente es más rica que la conciencia. El cerebro controla lo fisiológico. Dirige la digestión, el sistema inmunitario, los riñones, el hígado, el bazo, el páncreas, sin que tengamos conciencia. Ni con un gran esfuerzo de interiorización podemos comprender los movimientos del estómago ni ordenar al sistema inmunitario que nos protege.
El cerebro consciente, los pensamientos que generamos voluntariamente, no tienen tanta influencia sobre las funciones complejas del cuerpo. Aunque el cerebro coordina, la voluntad interviene poco y no llega a actuar sobre los sentimientos. Si nos enfadamos, somos tímidos, celosos, impacientes, estamos enamorados o deprimidos, por mucho que repitamos “¡Ya basta!”, no sirve de nada. Y llega la música con su increíble poder.
La música es más poderosa. Cuando la voluntad consciente no puede hacer nada para curar una enfermedad del cuerpo o del alma, puede ser el momento de pasar al sonido. El gesto de dar palmas puede modificar el ánimo, provocar una excitación repentina, ganas de bailar. Pero los efectos van más lejos. Tocar unas notas, en un determinado orden, tiene el poder de provocar alegría, tristeza, distensión, agresividad, rabia, risa, esperanza, inquietud. La música penetra directamente en los circuitos neuronales más complejos y más inconscientes e influye, pero también puede regular la respiración, el ritmo cardiaco, las funciones motoras y otras, como la digestiva o la inmunitaria. Eso explica sus efectos terapéuticos.
Los griegos enseñaban música a la vez que medicina. Pitágoras creó con los sonidos un método para tratar enfermos. Inventó remedios que debían reprimir o expulsar las enfermedades del cuerpo y del alma. Componía música destinada a corregir los estados de ánimo. ”Mediante el uso de sonidos musicales, sin acompañamiento de palabras, curaba las pasiones del alma, así como determinadas enfermedades“.
Tiene efectos mágicos. El efecto de la música es tan poderoso que se atribuyó a los espíritus o a los dioses, porque permitía comunicarse con un mundo invisible. Pero la música es religiosa en sentido amplio. Las personas sienten los mismos sentimientos al escuchar la misma música. Tienen la impresión de comunicarse, de formar un único cuerpo, como sucede con los monjes que cantan en un monasterio, con los soldados o con una tribu africana bailando. Con el tiempo, la música se ha perfeccionado. Aprendimos a combinar mejor los ritmos, las melodías (sucesión de notas que forman una frase musical), la armonía (el resultado de varias notas tocadas a la vez), los matices (fuerza o suavidad) y los timbres (sonidos particulares de los instrumentos que producen efectos diferentes) para producir los efectos más variados tanto en su público como en ellos mismos.
El maestro de música. La mejor manera de hacer algo bien es practicar y escuchar horas y horas. Thomas Südhof, un médico que desarrolló la mayor parte de su carrera en la Universidad de Stanford, fue Premio Nobel en Fisiología o Medicina 2013 por sus estudios sobre liberación de transmisores químicos en el sistema nervioso. No mencionó como su maestro favorito a alguno de los destacados científicos con los que se formó. Las capacidades que adquirí al aprender música clásica fueron variadas. El valor que tienen para la creatividad el estudio disciplinado y el aprendizaje repetitivo. No se puede ser creativo si no se conoce el instrumento al derecho y al revés y no se puede serlo en ciencia si se carece de un conocimiento profundo de los detalles. Un buen maestro exige, desafía y critica, pero nunca castiga o denigra a su alumno.
Sus afirmaciones confirman que los principios de la educación son independientes de aquello que se enseña. Todo maestro que exija, desafíe y critique, demostrando al alumno la importancia de disciplina y el esfuerzo, dejará en él una huella indeleble. Pero también, la relevancia del conocimiento profundo de los detalles. Para poder crear no basta con los conocimientos de los libros: es preciso que estén incorporados en las personas. Mozart comentó en 1787: “Se equivocan quienes afirman que me ha sido fácil adquirir mi arte. Nadie ha estudiado composición tan a fondo como yo. Es difícil encontrar un gran maestro de música cuya obra no haya analizado con frecuencia y, a menudo, de principio a fin”.
Südhof siguió: “Como músico, aprendí a valorar la tradición para trascenderla, ya que si bien es la base para progresar, el punto inicial, no puede convertirse en una limitación porque, de hacerlo, tanto en la música como en la ciencia, se ahogan la creatividad y el progreso”. La educación debe respetar las tradiciones y generar la convicción de que son la base para superarlas, para construir, crear y progresar.
“Como músico se practican miles de horas para actuar unos pocos minutos. Recapitular sobre lo aprendido, ampliarlo, expandirlo y comunicarlo. En ciencia el proceso es el mismo: depende de la comunicación con los otros y supone aceptar y responder al modo en que reaccionan”. El instrumento de Südhof descansa en un armario. Pero las lecciones de su maestro de música son esenciales para su vida como científico.
Los fines de la sociedad. Investigadores de Princeton advirtieron que si la mayoría de los animales tiene una fuerte preferencia por mudarse, el grupo se relocalizaba. Pero si la fuerza de la minoría superaba cierto umbral, podía determinar el comportamiento grupal. Una minoría con opiniones fuertes prevalece sobre una mayoría con convicciones débiles. Las propiedades colectivas podrían surgir de las interacciones sociales. Hay fenómenos propios de la interacción, como la preferencia de un individuo por otro. Así se comprende el cuento del flautista de Hamelin:
Una mañana los ratones devoraban su comida. Decidieron dar 100 monedas a quien los libre de la plaga. El flautista comenzó a pasear por las calles tocando con su flauta una melodía que encantaba a los ratones que lo seguían embelesados. Los llevó hasta caudaloso río donde, al intentar cruzarlo para seguir al flautista perecieron ahogados. La gente volvió a sus negocios pero cegados por su avaricia decidieron no pagarle por tan poca cosa como tocar la flauta. Furioso el flautista, tocó otra dulcísima melodía. Pero esta vez no eran los ratones quienes lo seguían, sino los niños que iban tras los pasos del músico, de la mano y sonrientes, formaban una gran hilera, sorda a los ruegos y gritos de sus padres que intentaban impedir que siguieran al flautista que se los llevó tan lejos que nadie supo a dónde. Los niños, como los ratones, nunca jamás volvieron. En la ciudad sólo quedaron sus habitantes y un inmenso manto de silencio y tristeza, donde nunca encontraréis ni un ratón ni un niño.
Reinventar. La educación es la industria pesada porque fabrica ciudadanos. Einstein dijo: que la imaginación importa más que el conocimiento. Que locura es querer progresar y seguir haciendo lo mismo. Qué el arte llega a las verdades más profundas por el camino más sencillo.
Dr. Horacio Krell Ceo de Ilvem.