67- El post-tránsito y la experiencia de la Nadeidad
En los casos en los que en el post-tránsito, al acceder al plano de luz, desaparece cualquier idea de identidad –sea física, álmica o espiritual; individual o colectiva-, se vive la experiencia de la “Nadeidad” y acontece la disolución consciencial en la más absoluta y radical nada de toda noción de sujeto -de la modalidad que sea-, con lo que también dejará de haber objetos, quedando sujeto y objetos fundidos en la Unicidad. Por tanto, en esta experiencia, muy poco frecuente entre los desencarnados que han sido seres humanos, se disipa toda “historia personal”, cualquier visión de “personalidad” álmica o espiritual y toda asociación consciencial con cualquier tipo de identidad, de la clase que sea. Lo que antes se percibía así mismo como algo, ya no se percibe de manera alguna. Se ve entonces la Realidad antes de desaparecer en ella: lo que ser percibía como “yo”, en cualquiera de sus manifestaciones (física, álmica o espiritual) constituía una falacia consciencial, pues sólo existe el todo y las individualidades, del tipo que sean, son falsas. Así que el “yo” no es nada; y cuando ya no hay “yo” y eres nada, entonces eres el todo. La experiencia de la “Nadeidad” abre las puertas a la “talidad”. Y lo mismo le ocurre al todo, que para ser todo es nada, aunque esa nada es el todo… En este punto, el viaje consciencial se ha completado y acontece la “Nataldeidad”: la consciencia que emanó del todo, al todo vuelve (recordando el famoso símil: la ola toma consciencia de que no es tal, que realmente no existe, que sólo es y existe el océano en su inmensidad). Esto es lo Real: eres nadie y eres el todo, la consciencia infinita y eterna que nunca nació y nunca morirá y es tanto la raíz de toda la existencia como su propio florecimiento… ¿Dónde está?, ¿dónde mora? No se puede decir dónde se halla, aunque, desde luego, está en ti, es tu verdadero ser, porque esta consciencia se encuentra en todas partes. Mejor expresado: “todas partes” están en ella.
Esta consciencia ha ido más allá del más allá y nada la limita. Por supuesto que está más allá de la mente y el lenguaje. Y también del espacio y el tiempo… Ambos, el tiempo y el espacio existen en la consciencia y esta consciencia no existe en el tiempo y el espacio. Es la consciencia iluminada que constituye tu propia luz. Por eso la iluminación es ser la luz para ti mismo y “ver” lo que realmente siempre has sido, eres y serás: nada y, por ello, todo. Una vez que ocurre esta iluminación, todo está en ti porque tú ya no eres nada en particular. Todo empieza a moverse en ti porque tú ya no existes como tal… Los mundos surgen de ti y se disuelven en ti porque tú, lejos de ser tú, lejos de ser algo, eres el todo… Al difuminarse cualquier noción de identidad y en el momento previo a la disolución en la nada y vivir el todo, ¿es posible volver a encarnar en el plano humano? Sí, aunque no por necesidad, como pasa al identificarse con un alma, sino sólo por puro fluir del Amor. A lo que estas encarnaciones representan aquí, en el plano material, se han aproximado, por ejemplo, la tradición hindú -se refiere a ello como reencarnación voluntaria o vyutthana-, el budismo -mediante la figura de los llamados bodhisattvas- y el cristianismo -con los 144.000 sellados que se citan en el Apocalipsis (capítulos 7 y 14)-.
68- El desarrollo de un acercamiento integral: espiritualidad y ciencia, la letra y la música de una misma.
La ciencia, la religión y la filosofía comparten, tal como escribió el teósofo y científico I. K. Taimni (El Hombre, Dios y el Universo), una misma meta: poner de manifiesto la Realidad y la una única Verdad final que está en la base y la esencia de la existencia y el universo. Sin embargo, andan tradicionalmente enfrentadas entre sí y despliegan una modalidad de trabajo en compartimientos estancos que actúa en detrimento de las tres y les impide alcanzar la consumación de sus esfuerzos en sus respectivos dominios. Lo cierto es que los empeños de la ciencia, la religión, la filosofía son realmente complementarios. Y el desarrollo de un acercamiento integral es inherente a la verdadera naturaleza de las cosas. En este contexto, la espiritualidad y la ciencia no se oponen entre sí ni configuran ámbitos confrontados. Es la mente, con sus dualidades, la que se empeña en concebirlas en clave de conflicto y separación. Pero, realmente, son como la letra y la música de una misma canción que armónicamente nos revela que nada está vedado o escondido y que basta con mirar para poder “ver”. Una misma luz interior es la que impulsa tanto la búsqueda intelectual de la ciencia como la búsqueda mística del Espíritu. Y el discernimiento espiritual aporta un amplio conjunto de saberes con claras y directas implicaciones científicas, del mismo modo que el conocimiento científico posibilita la mejor y más ajustada comprensión de lo espiritual. De hecho, gracias a las aportaciones científicas más avanzadas y vanguardistas en terrenos como la física y la astrofísica, se multiplican día a día las evidencias de esta íntima conexión entre espiritualidad y ciencia, entre lo trascendente y lo inmanente, entre consciencia y ciencia, que se están dando la mano para aportar una nueva visión de la vida, el mundo y las cosas que va más allá de lo que se puede percibir por medio de los sentidos corpóreo-mentales y conforman una especie de Física de la Deidad, que compagina y compatibiliza los conocimientos científicos y los saberes espirituales para ahondar en el discernimiento de temas tales como Dios y su Naturaleza o el origen, la esencia y los contenidos de la Vida, la Creación y el Cosmos… Entre los muchos exponentes de este acercamiento entre la espiritualidad y la ciencia, pueden subrayarse cuatro grandes ejes reflexivos:
+ la división tradicional entre lo interno y lo externo no se corresponde con lo real;
+ la realidad exterior depende de la realidad interior (lo observado, del observador) y ésta, a su vez, es influida por la realidad exterior;
+ es necesario replantearse y redefinir lo que se entiende y comprende por real; y
+ todo es suma de partes y forma parte de una suma superior, aunque cada parte es a su vez el todo, pues todo pertenece a una misma unidad.
Las próximas entregas de Recordando lo que Es se detendrán en estos cuatro ejes reflexivos.
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