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Como se explica en nuestras enseñanzas, cada ser humano tiene un ego, es decir, un yo objetivo aparente que se identifica en el estado de vigilia y que es percibido por los demás en la vida cotidiana. En psicología este “yo” se convierte en “él” o “ella” para los demás.
Combinado con nuestro cuerpo psíquico, tal y como lo vemos nosotros, y tal como lo ven los demás, da lugar a nuestra individualidad. En otras palabras, hace de cada uno de nosotros un individuo a la vez consciente de sí mismo y distinto de los demás.
En razón de su naturaleza, el ego tiende a sobresalir, a atraer la atención sobre él, a ponerse en evidencia, por no decir en escena, para aparecer de manera destacada, para buscar consideración y honores, para parecer complaciente, etc. Paralelamente, tiende también a centrarse en sí mismo, a no ver más que su propio interés, a no preocuparse más que de sí mismo, a ser exclusivo, etc. Como es fácil comprender, esta tendencia es la que explica porqué los hombres tienden a ser arrogantes y egocéntricos, siendo estas dos inclinaciones los principales defectos que hay que aprender a dominar, ya que son los responsables de las relaciones de poder entre los individuos que tanto dañan a la sociedad.
Desde el mismo momento en que admitimos que el orgullo y el egocentrismo son defectos de la naturaleza humana, deberíamos trabajar para corregirlos, no únicamente por nuestro propio interés, sino también por el de los demás, teniendo presente que la sociedad actual los cultiva y los fomenta, lo que explica, en gran medida, la pasión que suscitan las “Superstars” y todo lo “Fashion”. Prácticamente ninguna faceta de la existencia queda inmune: política, deportes, arte, cine, música, periodismo, programas de televisión, etc. Lo mismo ocurre también en radio y televisión, en donde para conseguir fama, notoriedad, e incluso gloria, o para conseguir audiencias al precio que sea, se acepta hasta el ridículo.
Dijo el rey David hace más de 3000 años; “Vanidad, vanidad, todo es vanidad”. ¿Qué diría hoy si volviese a nuestro mundo? Mientras que el hombre está en la tierra para aprender a trascender su ego y expresar en su comportamiento las virtudes del alma que le anima, tales como la humildad y la modestia, se le incita a hacer todo lo posible para ser admirado, adulado y venerado. Sin querer, los medios en general y la televisión en particular, han creado una nueva religión basada en el culto al ego: “Egocultismo”. Por desgracia, esta nueva religión, ampliamente difundida a través de internet, no puede aportar nada bueno a la humanidad, puesto que está basada en falsos valores que alejan al hombre de sí mismo, de los demás y de Dios si se cree en Él.
¿Esto quiere decir que hay que combatir nuestro ego y esforzarnos por destruirlo? No, puesto que es parte de nosotros y es imposible erradicarlo. No obstante, tenemos que aprender a controlarlo y canalizarlo hacia objetivos útiles y constructivos, y la mejor manera de conseguirlo es despertando en nosotros la humildad y la modestia, lo que supone otorgar más importancia a ser que a parecer. Esto resulta más difícil en la sociedad actual, como ya he mencionado precedentemente, puesto que ésta fomenta el culto al “yo”, sin embargo, es uno de los objetivos a alcanzar para aquel que aspire a la sabiduría.
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