España es un país de contradicciones y ello se nota de manera especial en el modelo de producción y consumo de alimentos. Nuestro país es el primer productor de Europa de alimentos ecológicos y está entre los diez primeros del mundo en consumo bio. Pero también somos el único país europeo que permite cultivos transgénicos y también campeones europeos en uso y abuso de químicos tóxicos en la agricultura.
La industria de los productos químicos usados en la agricultura facturó en España 1.100 millones de euros en 2016, según la patronal de los fabricantes AEPLA. No hay país en Europa que los haya consumido más en los últimos años: un promedio de 73.000 toneladas anuales para el quinquenio 2011 a 2015.
Los pesticidas (hay quien llama a esos productos fitosanitarios -un poco paradójico ¿no?, apellidar sanitarios a productos tóxicos-) y otros elementos sintéticos son sustancias químicas que se fabrican para matar insectos y malas hierbas en los campos de cultivo.
Como cuenta El Confidencial, son utilizados en todo el ciclo agrícola: antes y después de la siembra, durante el crecimiento, para la maduración de los frutos, también muy poco antes de la cosecha y finalmente para mantener los productos después de ser recolectados.
El más usado de esos productos es el herbicida glifosato (una de sus marcas comerciales más populares es Roundup) potencial cancerígeno según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Este producto es muy usado en cultivos transgénicos.
No sé qué meamos en España pero cuando se ha analizado la orina de la población francesa casi el 100% de las personas se comprueba que mean glifosato. En casi todos los casos (29 de 30), la concentración en el pis es mayor que la máxima admitida para presencia de un plaguicida en el agua de beber (0,1 ng/ml).
Otra paradoja española: En nuestro país no hay asociaciones de los profesionales de víctimas por el uso de pesticidas. En Francia ya hay al menos ocho.
Y como comento más arriba, España es el primer país productor de agricultura ecológica en la Unión Europea. Hasta hace poco adolecíamos de estar a la cola del consumo. Es decir, producimos mucho pero utilizábamos poco los alimentos ecológicos. Es en 2015 cuando se revierte esa situación y nos colamos en el TOP10 de países de mayor consumo en ecológico del mundo.
Los escándalos alimentarios, la preocupación por una alimentación saludable, por saber de dónde viene y cómo se produce nuestra comida está llevando a un boom de la alimentación ecológica (también llamada bio de biológica u orgánica, ésto más en el mundo anglosajón).
Cuando hablamos de agricultura ecológica, tenemos que referirnos a sus principales objetivos, entre los que destaco:
1) trabajar con los ecosistemas de manera integrada
2) mantener y mejorar la fertilidad de los suelos
3) producir alimentos libres de residuos químicos tóxicos
4) utilizar el mayor número de recursos renovables y locales
5) mantener la diversidad genética del sistema y de su entorno
6) evitar la contaminación resultante de las técnicas agrarias
7) permitir que los agricultores realicen su trabajo de manera saludable y con una remuneración justa
Las virtudes que acompañan a un alimento ecológico respecto a uno no ecológico son los beneficios sociales y medioambientales que nos aportan y la mayor composición nutricional.
Esta tendencia hacia la agroecología es imparable hoy. Por ejemplo, en Galicia el sector de la alimentación bio crece a un 30% anual. Por cierto que en tierras galegas también se producen paradojas. Allí existe la única plantación de té que hay en Europa en ecológico. También puede encontrarse una fruta endémica gallega, el mirabel, que se cultiva exclusivamente en ecológico. Yo no sabía de su existencia.
Los gallegos son pioneros y líderes en todo lo que respecta a las algas comestibles, un manjar. Y también en lo que respecta a los mejillones ecológicos. Incluso tienen la única plantación de lúpulo ecológico que existe en Europa, para la fabricación de cerveza por ejemplo.
Bueno, pues eso, que hay una tendencia al alza y que vamos a verla crecer en los próximos años pues las políticas internacionales para combatir el cambio climático van en línea con reducir los impactos ambientales de la producción y consumo de alimentos.
No olvidemos también que una agricultura y ganadería tóxica genera enormes gastos sanitarios (y sufrimiento) pues en buena medida las enfermedades que nos asolan a la población occidental tienen su causa en la sobrecarga tóxica que soportamos.
España, mayor productor de alimentos ecológicos y también el que más químicos tóxicos usa
La intención podrá ser ecológica pero que queda tras la fumigacion de tóxicos de geoingenieria y la acumulación de metales pesados en los acuíferos?