Algunos afirman que el mundo no es una negación tan completa de la Realidad, que el mundo de los nombres y las formas está en el ser de la Realidad, que la pluralidad no puede ser una nada, que la diversidad ―que es real― está habitada por lo Supremo. También se sostiene que el individuo no es lo Absoluto hasta que descubre lo Absoluto, que el proceso de cambio y evolución es perfectamente verdadero y no una apariencia y que la cualidad de ser absoluto no puede atribuirse al individuo en ningún momento.
No es difícil entender que solo puede haber «habitación» cuando el habitante es diferente del habitado, es decir, cuando hay otra entidad distinta. Afirmar que Dios impregna los «distintos» seres y que Dios impulsa «todas» las acciones es un truco empleado por los individuos astutos que se dejan llevar por la corriente del instinto para justificar su complacencia con los objetos. La autoexpresión que llamamos el mundo no es un acto objetivo deliberado de lo Absoluto, porque no podemos decir que lo Absoluto actúe. Es una apariencia indivisa cuya existencia o desaparición carece de razón lógica última. Por eso, a menudo llegamos incluso a la conclusión de que la aparición, subsistencia, desaparición, esclavitud, vida y liberación son eternas. Un cambio indiviso no es un cambio. Una transformación eterna es inmutabilidad, y no puede considerarse en modo alguno que sea un movimiento. De ese modo, la apariencia se volvería eterna, como la Realidad, y dos eternidades contradicen lo Absoluto. Eso demuestra la falta de sustancialidad de la apariencia.
Afirmar la diversidad es negar la absolutez; pero eso no significa que lo Absoluto excluya las diversas finitudes sino que lo finito está disuelto eternamente en lo Absoluto, o que es idéntico a Este, y por tanto no reclama para sí una realidad individual. Se argumenta que ignorar las diferencias es reducir lo Absoluto a una no-entidad. Lo Absoluto no depende de la realidad de las diferencias egoicas. Anulando lo relativo no afectamos a lo Absoluto; pero si lo hacemos mientras todavía no somos conscientes del Ser fundamental, mejoramos nuestro estado de conciencia presente. En todos los puntos del espacio hay individualidad, y esos egos deben estar tan unidos entre sí que la diversidad se vuelve un concepto imposible y la homogeneidad se mantiene en todo razonamiento correcto en nuestro esfuerzo por llegar a alguna conclusión sobre la naturaleza de lo Absoluto. Podemos afirmar ciegamente la diferencia, pero no es posible fundamentarla mediante ningún razonamiento aceptable.
Decir que todavía no somos la Realidad y que aún tenemos que «convertirnos» en ella puede ser cierto en relación con la conciencia empírica, pero no es la verdad suprema. La Perfección o Absolutez no es algo que se pueda obtener o adquirir de ningún lugar, sino solo un «caer en la cuenta» de lo que «es» real y eternamente, un mero «conocimiento» de lo que «existe». Los individuos son en esencia lo Absoluto mismo, que está más allá de toda contradicción. Esta verdad no puede aprehenderse mediante torpes metafísicas o vanas sutilezas intelectuales sino mediante el descubrimiento y la experiencia. La forma del mundo no puede nunca tener una existencia sustancial, pues no es independiente de lo Absoluto. La realidad de las formas del mundo se basa en la influencia ejercida por el sentido del ego o la idea de separatividad sobre el individuo. El descubrimiento no es un «convertirse» real sino una revelación de la conciencia, una experiencia de la Verdad; de la Verdad que ya existe, la Verdad que es eterna. La existencia esencial no puede cambiar nunca. No podemos convertirnos en algo que no seamos realmente ya. No tenemos derecho a atribuirnos lo que no poseemos realmente. El Sí Mismo no está realmente atado por el espacio y el tiempo. Los filósofos acomodaticios establecen una distinción falsa entre el individuo y lo Absoluto, entre el devenir y el ser, entre el sí mismo finito y el Brahman último. Los términos «último» y «relativo» carecen de otra base distinta de la mera comprensión errónea de lo que es en realidad inmutable y eterno. Las Upanisad no dicen solo que la dualidad no es lo último sino que no tiene base alguna en la región de la Realidad. Lo Absoluto de las Upanisad es la Realidad única y, por tanto, todas las formas deben ser inexistentes desde el punto de vista de su naturaleza exacta.
Solo la Verdad triunfa, no la falsedad (Mund. Up. III.1.6).
La fidelidad a la diversidad debe desembocar necesariamente en un fracaso en la vertiente práctica de la vida. La discordia del Universo material se mantiene por la creencia en la separatividad real de la vida, que ha engañado a la raza entera de los seres. La Verdad es lo Absoluto indiviso. La Verdad no puede ser doble. La devoción de los individuos por una supuesta verdad de la diversidad se debe a una perversión de la inteligencia natural. Lo Absoluto y lo relativo no son dos entidades diferentes situadas como si fueran un padre y un hijo. Ambos son el modo en que el intelecto humano presenta lo que en realidad es adual. Lo Absoluto anula necesaria y obviamente la validez de la existencia de lo relativo y lo finito ficticios. La forma del mundo no es solo menos real que lo Absoluto sino una distorsión de la naturaleza propia de lo Absoluto. El progreso y la degradación de la vida no son procesos reales sino una apariencia de los estados de la Conciencia única. La forma del proceso del mundo parece estar rígidamente determinada cuando se la mira desde el punto de vista de los intelectos subjetivos correspondientes o de los individuos que se hallan en el mismo grado de realidad; pero aparece de otra manera cuando nos abrimos al hecho de que los sujetos perceptores no están hechos de los mismos procesos de la sustancia psicológica, que todos no están en el mismo grado de realidad y que además hay infinitos sujetos cognoscentes. La forma del mundo carece de existencia positiva y no pasa el examen de la razón. No hay prueba razonable de la existencia de un plan y un objetivo eternos subyacentes al esquema evolutivo del proceso del mundo, a excepción del hecho de que sirve como el campo objetivo de formación y autotrascendencia requerido por los individuos, cuya constitución está en consonancia con la constitución del mundo en que se encuentran.
Como la Verdad es una, no puede dividirse en absoluta y relativa, excepto por conveniencia humana y en relación con los cambios individuales. Esta división es una justificación de la incapacidad de aprehender la Verdad, y no es válida desde una percepción más rigurosa y más razonable. Si una es verdadera la otra tiene que ser falsa. Si no podemos experimentar lo Absoluto, tenemos que reconocer nuestra derrota y nuestra ignorancia, pero no podemos basarnos en nuestra conciencia limitada e intentar probar que lo que experimentamos ahora también es real por sí mismo. Si Brahman se ha expresado como el mundo, el mundo no puede existir fuera de Brahman. Pero ¿cómo puede expresarse si no hay espacio para que se exprese o expanda? Incluso el espacio es Brahman. La expresión o el cambio se vuelven así imposibles. Si el espacio y el tiempo, los aspectos más sutiles de la manifestación física, no son más que el ser del propio Brahman, es difícil imaginar cómo Brahman puede expresarse en un mundo de diversidades. Sin espacio no puede haber diversidad. El cambio requiere una vacuidad espacial en la que no esté el sujeto que cambia. No puede decirse que ahora el espacio no sea Brahman pero que después se convertirá en Brahman. Lo que es real ahora, en el presente, no puede cambiar después. Si ahora en el presente no somos Brahman, nunca podremos serlo en ningún momento futuro. Un no-Brahman no puede convertirse en Brahman. La piedra no se convierte en leche o miel. Convertirse en Brahman es solo ser consciente del hecho de Ser [«Be»-ness]. Y esa conciencia nunca está ausente. Si la existencia es indivisa no puede haber una separación de las cosas por el espacio. La creación, la manifestación, la expresión, el pensamiento… todo está relacionado con el ego, que se halla firmemente atado a la sensación de separatividad. La Existencia Absoluta no admite ninguna clase de diferenciación. Hay que rechazar como apariencias el nombre, la forma, la acción, el cambio. Sobre lo Absoluto no puede decirse nada, excepto que «es».
Brahman, que es la causa, y el mundo, que es el efecto, son básicamente idénticos, y de ese modo el cambio y la causalidad pierden su significado. El mundo fenoménico está atrapado por el espacio, el tiempo y la causalidad, que se extienden sin un pasado ni un futuro. Una cosa está relacionada con la otra, y el proceso del mundo parece eterno. Una multiplicidad eterna es imposible, y los individuos no pueden ser entes constantes. De ese modo se demuestra que el mundo es una nada y se deja paso al ser que es uno y que no cambia. Como el samsara como un todo no tiene ni comienzo ni final, excepto en relación con los individuos, las ideas de una creación y una destrucción reales se caen por la base. El absolutismo resuelve satisfactoriamente todos los problemas de la vida.
La forma del mundo es la proyección de la fuerza objetiva de la Conciencia Universal o Mente del Mundo. Todo lo que hay en el mundo es una red de relaciones ininteligibles. No todos perciben las cosas de la misma manera. La percepción de una silla por distintos individuos no posee el mismo grado de conciencia. Los individuos se distinguen por el contenido de sus ideas, que son efecto de las modalidades particulares de la tendencia a la objetivación presente potencialmente en ellos. Las fuerzas distractivas que constituyen la conciencia individual no tienen la misma cualidad en todos. Los individuos son diferentes en su percepción y su pensamiento. Es imposible conocer nada que no se convierta en contenido de la conciencia propia. Todos están dentro de la cárcel de su propia experiencia y nadie conoce nada exterior a su conciencia. El mundo está arraigado en la creencia en su existencia. La forma del mundo cambia cuando la conciencia alcanza los diferentes planos relativos de los diversos grados de realidad. Cuando la conciencia se amplía hasta la verdad del Ser Puro, el mundo revela su naturaleza única y eterna como Conciencia Pura.