Esta es la razón por la cual vivimos en la era de la ansiedad

Existen diversos estudios que muestran que la ansiedad ha ido en aumento en los últimos años. Evidentemente, determinar la razón por la cual nos hemos vuelto más ansiosos es algo complejo y multifactorial. Aunque se puede teorizar que la ansiedad tiene que ver con problemas globales como la crisis climática, las epidemias o las condiciones socioeconómicas, las cuales seguramente contribuyen, existen claros indicios de que tiene que ver también con ciertos aspectos propios de la vida moderna, urbana y altamente mediatizada. Específicamente, con la calidad y la calidez de nuestra comunicación. 

John D. Dunne, doctor en Filosofía por la Universidad de Harvard y profesor del Center for Happy Minds (un proyecto del neurocientífico Richard Davidson), además de colaborador cercano del Dalái Lama, ha argumentado que la principal razón por la que estamos ansiosos es porque esencialmente somos seres sociales que requieren de ciertas señales de empatía y compasión para sentirse tranquilos. Estas señales son corporales, son parte de la resonancia y sincronización que ocurre a través de procesos íntimos corporales: sonrisas, ritmos de respiración, tacto, gestos y demás signos sutiles. El lenguaje que utilizamos actualmente para comunicarnos, sea video o texto, simplemente no puede reemplazar la calidez y la riqueza no verbal de estas señales. En otras palabras, las tecnologías digitales no logran proveer esa sensación de conexión humana, pese a que ese es exactamente su eslogan. La conectividad, sugiere Dunne, no es conceptual y no puede reemplazarse por modos conceptuales de interacción. No hay nada que relaje más que sentir la calidez humana.

Dunne cita un intrigante experimento en el que un grupo de voluntarios observaron imágenes de una montaña: en algunos casos había gente alrededor y en otros no. Se les dijo que deberían cargar un equipaje y subir la montaña. En los casos en los que había personas en la imagen, los participantes contestaron con mayor frecuencia que se sentían dispuestos para la tarea, pese a que ellos mismos debían cargar el equipaje, no los demás. De alguna manera, sentimos que los otros nos ayudan a cargar el peso que llevamos en la vida.  

Todo esto es sumamente importante pues el factor humano, como también ha teorizado Douglas Rushkoff, se está dejando de lado en la ecuación, al tiempo que se «programa» una realidad más eficiente basada en algoritmos. Pese a la posible «inteligencia» que pueda encontrarse en la tecnología, parece haber un factor insustituible que tiene que ver con la comunicación humana en todo su «ancho de banda» no mediado. Esto incluso puede observarse en términos de salud. 

El National Institute of Aging de Estados Unidos señala que existe una correlación entre una menor inflamación y la socialización. Literalmente, llas personas que sienten que tienen fuertes conexiones sociales tienen también cuerpos menos inflamados. La inflamaciones es uno de los principales factores en el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas. La socialización modula la inflamación y quizá también, podríamos decir, modula la felicidad y el significado.

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