Dicen los científicos que nuestro universo está regido, en buena parte, por la aleatoriedad. Es más, si hay algo que nos cuesta asumir es lo imprevisto, lo inesperado. Así, en medio de un escenario incierto lo que nunca debemos perder de vista son nuestros propósitos.
Nuestra vida se rige por muchas variables y una de ellas es la aleatoriedad. Así, y a pesar de que la mayor parte del tiempo demos por sentado que tenemos un férreo control sobre nuestras realidades, somos firmes cautivos del azar. Sin embargo, nos cuesta mucho aceptar lo imprevisto y asumir ese pequeño porcentaje de caos que habita entre nosotros.
Decía Kurt Vonnegut Jr, escritor de novelas de ciencia-ficción que en un mundo donde no rige el orden y lo predecible, estamos obligados a saber manejar nosotros mismos el caos. Pero, eso sí, sin volvernos caóticos. Ahora bien, cabe decir que esta sensación, la de que el destino es a menudo caprichoso y nos sitúa en situaciones que jamás habíamos previsto, no es algo que experimentemos con frecuencia.
Uno puede vivir con total tranquilidad durante años, satisfecho por un presente donde cada cosa está en su lugar. Entramos y salimos de casa, vamos a trabajar, nos relacionamos, compartimos tiempo con los nuestros y el caos no llega. Hasta que, de pronto, surge esa inflexión, ese cambio de destino y ese cara a cara ante lo inusual y lo imprevisto.
Son esos momentos donde se nos exigen capacidades, habilidades y enfoques mentales que no habíamos usado nunca. Hay quien, por llamativo que nos parezca, responde a la perfección. Es como si en su código genético o en algún rincón oculto de su universo cerebral, hubiera una subrutina o un código extraordinario listo para activarse ante la adversidad. Y, en efecto, responden de la mejor manera.
Profundicemos.
La dificulta de aceptar lo imprevisto
Hay días donde el sol no puede ser más reluciente y el cielo está despejado en toda su inmensidad. Sin embargo, nada evita que en cuestión de segundos surja la oscuridad y una losa de abigarradas nubes trayendo el rumor de las peores tormentas. En esas circunstancias, de nada sirve quejarnos: hay que ponerse a cubierto.
Hay épocas donde la estabilidad lo rige todo. Cada cosa apuntada en la agenda se cumple, cada proyecto, cita, viaje y proyecto se asume con normalidad y satisfacción. Sin embargo, al poco surge un imprevisto.
Aún más, lo más singular de los imprevistos es que nunca vienen solos, generalmente traen consigo más cambios e incertidumbres. En medio de esos contextos, de nada sirve quejarnos, lamentarnos o quedarnos quietos. Hay que responder, hay que actuar.
Ahora bien, hacerlo nunca es fácil por muchas y variadas razones. Analicémoslas.
A tu cerebro no le agrada la aleatoriedad
¿Cómo aceptar lo imprevisto si nuestro cerebro no tolera la aleatoriedad? Este órgano excepcional tiene una tendencia casi obsesiva a buscar patrones y a aprender de la experiencia para ayudarnos a reaccionar mucho mejor ante las situaciones del día a día. Le gusta tenerlo todo bajo control porque cualquier imprevisto, cualquier estímulo desconocido, no procesado con anterioridad o no experimentado, activa un sistema de alarma y se interpreta como una amenaza.
Ahora bien, el hecho de que esté programado de este modo, ¿significa que somos incapaces de reaccionar ante el azar o el caos? La respuesta es no, las personas podemos afrontar con efectividad este tipo de circunstancias. Y, por llamativo que nos parezca, nos ha ido bastante bien al cabo del tiempo.
Somos seres creativos, con grandes recursos psicológicos para innovar, reaccionar y superar la adversidad. Es así como hemos logrado sobrevivir y es así como seguiremos avanzando a pesar de los cambios, a pesar del inevitable miedo que generan los imprevistos…
«La incertidumbre es donde suceden las cosas. Es el lugar donde las oportunidades para el éxito, para la felicidad, para vivir realmente nos están esperando».
-Martha Nussbaum-
Aceptar lo imprevisto recordando tus propósitos
La ciencia nos dice muy a menudo que la vida es un subproducto accidental en un universo aleatorio. Recordemos también lo que señalaba el conocido físico Wermer Heisenberg: «lo que observamos en la materia no son cosas (o partículas) sino ondas de probabilidad».
Esta idea le sirvió para formular su famosa teoría del principio de la incertidumbre, la cual aseguraba que es imposible medir o predecir la posición y el movimiento de una partícula. Podemos, eso sí, hacer conjeturas. Sin embargo, hasta en el mundo de la física cuántica se asume ese pequeño porcentaje de caos. Es más, algo que señalaba Heinseberg es que en un mundo incierto debemos estar preparados ante lo inesperado.
El que esto sea así no es ni bueno ni malo. Es una realidad evidente. Hay quien le saca ventaja, quien no tiene problema para aceptar lo imprevisto y avanzar de manera valiente y creativa. Otros, en cambio, lo experimentan como algo paralizante. Cuando llevamos tantos años sumidos en una aparente tranquilidad, la mente se siente capaz de vaticinar lo que va a pasar hasta que, de pronto, surge el cisne negro del que nos hablaba el ensayista Nassim Nicholas Taleb.
Ahora bien, ¿cómo afrontar entonces la inevitable variable de la incertidumbre en nuestro día a día? Veamos algunas dimensiones en las que reflexionar.
El ejercicio de aceptar y afrontar lo imprevisto
Es necesario aceptar y afrontar lo imprevisto atendiendo a las siguientes consideraciones:
- El primer paso para aceptar lo imprevisto es recordar cuáles son tus propósitos. No importa cuán caótica sea tu realidad presente, si tienes claras las prioridades, encontrarás las fuerzas y el ingenio para actuar.
- El segundo paso es tener bajo control aquello que «realmente puedes controlar». Un ejemplo de ello son tus decisiones, enfoques mentales y actuaciones.
- Seguidamente, es necesario entender que, en medio de la incertidumbre, siempre hay que asumir riesgos. Hacerlo nos puede causar inquietud, es cierto, pero es necesario dar pasos innovadores para poder avanzar.
- Asimismo, es importante despertar esas competencias que todos tenemos: la curiosidad, la creatividad, la receptividad. Hay que estar abierto al entorno, escuchar, aceptar consejos y, más tarde, actuar en consecuencia siguiendo nuestra brújula interna. Lo que podamos obtener de estas circunstancias puede ser muy enriquecedor.
Para concluir, la clave para afrontar lo imprevisto, sin importar cuáles sean sus dimensiones, es ser valiente. Si nos quedamos quietos, lamentando esa partícula de caos en nuestra vida, el sufrimiento será mayor. Hay que ser proactivo, ingenioso, ser capaz de racionalizar los miedos y poner nuestras emociones y creatividad a nuestro favor.
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