Como hemos señalado antes, vivimos en la «era de la ansiedad», y una de sus manifestaciones es el abuso de fármacos duros, particularmente los ansiolíticos, como las benzodiazepinas, usados para controlar la ansiedad. Como notó Pascal, la mayoría de los problemas del ser humano vienen de no poder estar quieto sin hacer nada. La solución obviamente no está en una pastilla o en ninguna cosa que se pueda ingerir y digerir de golpe, en una rápida sesión.
Una de las soluciones evidentes para la ansiedad es la meditación, pero meditar no significa solamente sentarse con los ojos cerrados a contar la respiración y a intentar relajarse. Meditar significa también reflexionar, contemplar, leer, pensar y cultivar la mente. Usar conceptos para transformarse, con la intención de llegar hasta el punto en el que los conceptos ya no sean necesarios. La ansiedad se puede curar con filosofía. Pero no con filosofía de sillón, sino con filosofía en el sentido que le dio Pierre Hadot a este concepto: filosofía que es ejercicio, que es manera de vivir.
Juan Arnau publicó hace un tiempo un buen artículo en el que receta «más Séneca y menos ansiolíticos». El doctor Arnau (filósofo, físico y sanscritista) atina en su diagnóstico. Especialmente apta para nuestro tiempo es la filosofía de los estoicos, maestros especialistas en lidiar con la adversidad y el estrés, y en encontrar un sentido que trasciende las preocupaciones egoístas. Arnau escribe con gran lucidez:
Hubo un estoicismo medio (platónico, pitagórico y escéptico), pero los que dieron fama a la escuela fueron sus representantes romanos: un emperador, un senador y un esclavo. Todos ellos surgieron, como ahora, al abrigo del Imperio. Aquel imperio era militar, el de hoy es tecnológico. Imaginen ustedes a Zuckerberg abrazando el estoicismo; pues bien, eso es lo que hizo el emperador Marco Aurelio. […] moralistas y contemplativos, todos ellos defendieron la vida virtuosa, la imperturbabilidad y el desapasionamiento, sentimientos todos ellos muy poco rentables para una sociedad del entretenimiento. El estoicismo conquistó gran parte del mundo político-intelectual romano, pero, a diferencia del 15-M, no cristalizó en “partido”, sino que se decantó en norma de acción y su influencia alcanzaría a grandes filósofos como Plotino o Boecio. […] Hoy no estaría de más poner en práctica algunos de sus principios. El imperativo ético de vivir conforme a la naturaleza, que nuestro planeta agradecería. El ejercicio constante de la virtud, o eudemonía, que permite el desprendimiento. Y, finalmente, lo que Nietzsche llamó el amor fati, la aceptación y querencia del propio destino, remedio eficaz para todo aquello que produce desasosiego…
Tiene razón Arnau, el estoicismo, y en general la filosofía bien entendida, es una rebeldía ante el imperio del entretenimiento, ante el imperio del tedio cotidiano y el consumo enajenado. Es también una forma de responsabilidad y libertad más allá de la libertad superficial del libre albedrío, la democracia y el supermercado. Meditar, en el sentido amplio del término, es contemplar la realidad desde una perspectiva más amplia y menos ensimismada. Entenderse como proceso, más que como estructura. Soltar las riendas y dejar que (siguiendo a los estoicos) el Logos pase a través de uno, en armonía con la naturaleza.
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