Los cuentos, mitos y leyendas a menudo son considerados relatos sin sentido, frutos de una imaginación exagerada sin embargo, los cuentos son transmisores de verdades cósmicas para mentes en evolución.
El cuento es una forma de comunicación mediante símbolos y figuras arquetípicas que nos pueden mostrar el camino hacia nuestra conciencia, fortalecen nuestra imaginación creativa y estimulan nuestra inteligencia emocional.
La historia conocida del héroe que sale de casa en busca de tesoros y aventuras, el cual retorna a su hogar, victorioso después de muchas dificultades y comparte con los suyos las riquezas encontradas en su viaje, son metáforas del viaje que cada uno de nosotros realiza con mayor o menor conciencia de ello.
Quizás la bella costumbre de relatar cuentos a nuestros hijos antes de dormir se esté perdiendo, quizás en parte por la tecnología que permite mostrarle historias animadas y la prisa con que se vive en estos tiempos, deleguen esta antigua costumbre.
CUENTOS CON ENSEÑANZAS ESPIRITUALES
1. El águila y las gallinas (Anthony de Mello)
Un hombre se encontró un huevo de águila. Se lo llevó y lo colocó en el nido de una gallina de corral. El aguilucho fue incubado y creció con la nidada de pollos. Durante toda su vida, el águila hizo lo mismo que hacían los pollos, pensando que era un pollo. Escarbaba la tierra en busca de gusanos e insectos, piando y cacareando. Incluso sacudía las alas y volaba unos metros por el aire, al igual que los pollos. Después de todo, ¿no es así como vuelan los pollos?
Pasaron los años y el águila se hizo vieja. Un día divisó muy por encima de ella, en el límpido cielo, una magnífica ave que flotaba elegante y majestuosamente por entre las corrientes de aire, moviendo apenas sus poderosas alas doradas. La vieja águila miraba asombrada hacia arriba. -¿Qué es eso?, preguntó a una gallina que estaba junto a ella. -Es el águila, el rey de las aves, respondió la gallina. Pero no pienses en ello. Tú y yo somos diferentes a ella. De manera que el águila no volvió a pensar en ello. Y murió creyendo que era una gallina de corral.
2. La Tristeza y la Furia (Jorge Bucay).
Había una vez… un estanque maravilloso. Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente. Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia. Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque.
La furia, apurada, urgida -sin saber por qué- se bañó rápidamente y más rápidamente aun, salió del agua. Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró. Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza. Y así vestida de tristeza, la furia se fue.
Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro, con pereza y lentamente, salió del estanque. En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba. Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.
Cuentan que, desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad… está escondida la tristeza.
3. La tienda de la verdad
No podía dar crédito a mis ojos cuando vi el nombre de la tienda: LA TIENDA DE LA VERDAD. Así que allí vendían verdad. La correctísima dependienta me preguntó qué clase de verdad deseaba yo comprar: verdad parcial o verdad plena. Respondí que, por supuesto, verdad plena. No quería fraudes, ni apologías, ni racionalizaciones. Lo que deseaba era mi verdad desnuda, clara y absoluta.
La dependienta me condujo a otra sección del establecimiento en la que se vendía la verdad plena. El vendedor que trabajaba en aquella sección me miró compasivamente y me señaló la etiqueta en la que figuraba el precio. «El precio es muy elevado, señor», me dijo. «¿Cuál es?», le pregunté yo, decidido a adquirir la verdad plena a cualquier precio. «Si usted se la lleva», me dijo, «el precio consiste en no tener ya descanso durante el resto de su vida».
Salí de la tienda entristecido. Había pensado que podría adquirir la verdad plena a bajo precio. Aún no estoy listo para la Verdad. De vez en cuando ansío la paz y el descanso. Todavía necesito engañarme un poco a mí mismo con mis justificaciones y mis racionalizaciones. Sigo buscando aún el refugio de mis creencias incontestables.
Una mano que está siempre abierta o siempre cerrada es una mano paralizada. Un pájaro que no puede abrir y cerrar sus alas, jamás volará. -Rumi-
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