El doblepensar fue un concepto introducido por George Orwell en su novela 1984, una de las obras de ciencia ficción más visionarias y originales. En su acepción esencial tiene que ver con un mecanismo de manipulación por el que la gente llega a pensar dos cosas contradictorias al mismo tiempo, sin darse cuenta.
Muchos artistas han retomado el concepto del doblepensar, pero no ya como dispositivo para manipular, sino como un recurso creativo. Desde las ideologías es posible hacer que alguien llegue a pensar en términos absurdos, pero desde la poesía, y con otro fin, también se puede lograr el mismo efecto.
Por lo tanto, el concepto de doblepensar es un arma para generar control o para soñar, rompiendo con las limitaciones que impone la lógica. También podría decirse que se trata de una herramienta del totalitarismo, o bien de un camino liberador. Depende.
“Pero Heráclito tendrá eternamente razón al decir que el ser es una ficción vacía. El mundo «aparente» es el único: el «mundo verdadero» no es más que un añadido mentiroso”.
-Federico Nietzsche-
El doblepensar: ¿en qué consiste?
En la novela 1984 se expone de manera magistral el vínculo que hay entre el lenguaje y el poder. El doblepensar como tal hace parte de una forma de adoctrinamiento social en la obra. En este caso, el objetivo del poder es lograr que la gente admita como verdadero lo que es falso, o viceversa.
Así mismo, que la gente acepte dos ideas contradictorias a la vez, como si no existiera tal contradicción. Muchas veces la contradicción se produce entre el recuerdo y el acontecimiento real; o entre el significado evidente de algún hecho y otro completamente opuesto que se ha dictado desde el poder.
Aunque se trata de una obra de ficción, lo cierto es que se aplica perfectamente a la realidad y se mantiene vigente en la actualidad. Un ejemplo del doblepensar sería el caso tan común de “limpiar” la biografía de figuras que son consideradas “héroes” por determinado régimen. En esa narrativa, se exaltan sus hazañas y aciertos, y se minimiza o se guarda silencio a la vez en torno a sus errores o crímenes.
La esencia del doblepensar
En la obra de George Orwell aparece el concepto del doblepensar a través de un pseudopersonaje llamado Emmanuel Goldstein, cuya obra, Teoría y práctica del colectivismo oligárquico, leen los personajes. En ese contexto, esta práctica se define literalmente así: “doblepensar significa el poder, la facultad de sostener dos opiniones contradictorias simultáneamente, dos creencias contrarias albergadas a la vez en la mente”.
A esa idea esencial se le añaden otros condimentos como que el acto esencial del poder consiste en “el empleo del engaño consciente, conservando a la vez la firmeza de propósito que caracteriza a la auténtica honradez”.
Para ello, dice la obra de Orwell, se deben decir mentiras y creer “sinceramente” en ellas. También, olvidar aquello que no convenga recordar y solo traerlo del baúl de la memoria cuando convenga. Además “negar la existencia de la realidad objetiva sin dejar ni por un momento de saber que existe esa realidad que se niega”.
Como se ve, todas son acciones asociadas a la palabra y, en algunos casos, a la memoria. Por lo tanto, la palabra como tal es un terreno de poder y las narrativas derivadas pueden llegar a ser formas de manipular. Quizás deberían pensar en ello quienes son seguidores de “teorías de la conspiración” y temas por el estilo. Al indagar sobre el origen de estas ideas, solemos encontrarnos con el totalitarismo.
El doblepensar creativo
Sostener una contradicción con gracia también es posible. De hecho, no solo es posible, sino que en muchos casos ayuda a revelar alguna verdad que no es tan evidente o que tiene gran trascendencia. Alrededor de esto toman forma obras como El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Su doblepensar revelaba un querer ver más allá del mundo de lo ordinario.
Las pinturas de Magritte o de Escher cumplen un papel similar. Incluso, la física cuántica ha encontrado que la realidad no funciona de una manera mecánica y que a veces es perfectamente posible la paradoja. Es lo que ocurre, por ejemplo, con la famosa paradoja de Schrödinger, en la que es plausible que un gato esté vivo y no vivo a la vez en determinadas circunstancias.
El arte tiene esa magia que no está allí para ser controvertida, sino para ser percibida y sentida. En cambio, el poder siempre debe ser discutido, ya que tiene el potencial para generar engaños y manipulaciones. Esa es la lección del doblepensar.
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