Vivimos en la sociedad de la inmediatez, donde todo lo que nos rodea nos lleva a un ritmo de vida vertiginoso. Cada vez nos preocupamos más porque nuestros días sean realmente productivos, algo que puede convertirse en una obsesión llamada cronopatía.
Por extraño que parezca, hoy en día, está mal visto reconocer que tenemos una agenda poco apretada. Lo más normal y lo más aceptado es decir aquello de “no tengo tiempo”. Incluso algunos esconden sus intenciones de relajarse y “no hacer nada” en casa. Lo que la sociedad espera de nosotros es la máxima productividad.
¿Qué es la cronopatía?
Este tren de vida al que muchos estamos obligados a subirnos puede derivar fácilmente en lo que se conoce como cronopatía. Se trata de una enfermedad que viene marcada por la obsesión por aprovechar al máximo nuestro tiempo. Una preocupación intensa y constante por hacer que nuestros días sean de lo más productivos.
Más allá de una cultura neoliberal que nos exige una productividad constante, esta obsesión tiene una enorme dificultad para detenerse. Y no solo detenerse ante el agotamiento; también a disfrutar del instante, de la familia y de los pequeños placeres de la vida. Lo que se conoce coloquialmente como “detenerse a oler las flores”.
En palabras de Marian Rojas Estapé, psiquiatra y autora del libro Cómo hacer que te pasen cosas buenas, esta tendencia puede ser muy perjudicial para la sociedad. Habla de la falsa idea de que “la prisa y la aceleración producen mayores y mejores resultados”.
“Si alguien comenta: no tengo tiempo, tengo prisa, estoy muy liado… Lo asimilamos como normal y correcto”, añade. Es más, cuando reconocemos que tenemos la agenda poco apretada, “uno se sorprende y juzga negativamente a la persona que tiene enfrente”.
Consecuencias de ser esclavos del tiempo
Pues bien, esta preocupación por el tiempo puede tener graves consecuencias desde el punto de vista psicológico. Y lo peor de todo es que puede afectar a nuestro día a día de diferentes formas.
- Nos cuesta pensar con claridad. Vivir en un constante estado de aceleración e hiperactividad que nos impide pensar con claridad. No tenemos la pausa y la calma necesaria para establecer prioridades desde la frialdad.
- La percepción del tiempo es más acelerada. Si tenemos la sensación de que el tiempo nos come, al final nos terminará comiendo. Es decir: cuanto más nos obsesionamos por aprovechar el tiempo, mayor es la sensación de que se escurre entre los dedos.
- Sin contacto con nuestras emociones. Cuando estamos preocupados por ser productivos, es fácil no prestar atención a los procesos más importantes de nuestro cuerpo. Por eso, la cronopatía es un problema que puede alejarnos de nuestras propias emociones. No tenemos el tiempo ni la pausa necesaria para escuchar nuestras propias emociones e identificar sucesos emocionales relevantes.
- Exceso de tensión, ansiedad y estrés. Por mucho que pasen desapercibidos estos estados emocionales, nuestro cuerpo seguirá sufriendo sus consecuencias, aunque sea en silencio. Y este conjunto de emociones no vividas o expresadas puede traducirse en estrés, tensión y ansiedad.
- Desperdiciamos el instante. Lo más triste de todo esto es que este estado de aceleración nos impide disfrutar del momento. Cada día desperdiciamos infinidad de instantes muy valiosos para nosotros y los que nos rodean. Nos cuesta aprovechar la ocasión de desconectar, relajarnos o de hacer algo que realmente nos motive.
¿Afecta el entorno digital a la cronopatía?
Viviendo en la sociedad de la inmediatez, cabe esperar que la cronopatía encuentre un caldo de cultivo propicio en el mundo digital. Y es que, según Estapé, “lo que nos llega constantemente (del entorno digital) son alertas”. Puede ser la notificación de un medio de comunicación, de una red social o un simple vídeo que llega al móvil. Este bombardeo de estímulos externos nos lleva a un estado de alerta constante. “El sistema de alerta se pone en marcha y, entonces, yo no me relajo”, explica la psiquiatra.
Por muchos elementos positivos que nos proporcione el entorno digital, hay que controlar la relación que mantenemos con él. Al fin y al cabo, solo nosotros tenemos la capacidad de detenernos por nuestra propia salud. “Lo que tenemos que enseñarle hoy en día a nuestro cerebro es a frenar y a parar para que no nos enfermemos tanto”, remata Estapé.
¿Cómo dejar atrás la obsesión por aprovechar el tiempo?
Está claro que la productividad y el provecho del tiempo pueden convertirse en una obsesión. Pero, ¿cómo es posible combatir esta corriente que parece arrastrarnos a todos sin remedio? Aquí te dejamos unos cuantos consejos que puedes intentar aplicar en tu día a día:
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No satures tu agenda. En la medida de lo posible, intenta reducir tu programa de tareas para poder completarlas con la calma que requieren. De este modo, serás mucho más consciente de lo que haces y no te sentirás saturado por la falta de tiempo.
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Busca alguna obligación que te agrade. En ocasiones, esto puede ser complicado, pero si pudieses encontrar alguna obligación que te agrade, tu nivel de vida aumentaría enteros. Esto te hará sentir bien y te permitirá focalizar tu atención en lo positivo de lo que haces.
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Deja tiempo libre sin planificar. Es muy recomendable dejar un espacio en blanco en la agenda. Una porción de tiempo que dejaremos sin planificar, enteramente dedicada a nosotros.
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Disfruta del proceso más que del resultado. Si no disfrutamos del proceso, puede que ni siquiera podamos disfrutar del resultado. A todos nos gusta hacer las cosas bien y que ello nos reporte algún beneficio, no obstante disfrutar del proceso debería ser la única de nuestras obligaciones.
Son medidas sencillas que pueden hacernos mejorar nuestra calidad de vida. Con ellas sentiremos que el tiempo no corre a una velocidad que nos desagrade, los días dejaran de pasar como cuando conducimos con el piloto automático, solo prestando atención a los elementos más salientes, mientras que en las tareas más pesadas no sentiremos la inquietud de empujar al segundero mentalmente.
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Y apaga el móvil a las 9 de la noche y no lo enciendas hasta el día siguiente.