Cuando pensamos en la vida, solemos pensar en «mi vida» – unas pocas décadas de historia personal, un círculo especial de familiares y amigos, dentro de una cultura determinada. No pensamos en un proceso de catorce mil millones de años de evolución y desarrollo, que brotó de la nada y se convirtió en el cosmos. Pero para aquel que se dedica a la espiritualidad evolutiva, ¡así es la vida! Y la experiencia que estamos teniendo ahora mismo en este momento, inhalando y exhalando, leer estas palabras y mirar a los ojos del otro, es parte de la vida en el sentido más grande, parte de un proceso único, integrado, inconcebible y vasto. Desde la perspectiva de la iluminación evolutiva, la vida de que estamos hablando es el algo que surgió de la nada, y es quienes somos y por qué somos. Lo que brotó a la existencia hace casi catorce mil millones de años ha nacido en ti.
La espiritualidad evolutiva es un campo relativamente nuevo en términos de las tradiciones espirituales. Sugiere que el impulso para evolucionar y llegar a existir, lo que causó el Big Bang, continúa operando en todos los niveles de la vida y la conciencia. Este impulso podría ser llamado Dios o la energía e inteligencia que forjó el Universo. Este es el impulso que continúa impulsando el cosmos y nuestro propio crecimiento y en última instancia, se manifiesta como conciencia. La cosmología científica confirma que somos el Universo mirando hacia atrás sobre sí mismo. Con el Big Bang surgió la creación de elementos y átomos de la materia y finalmente la conciencia – tú y yo, una vez polvo de estrellas, ahora capaces de mirar al cielo y ver quiénes somos y de dónde venimos. Este impulso se ha convertido en el impulso evolutivo. Es la energía e inteligencia que brotó de la nada, el impulso motor del proceso evolutivo, y es evidente en el nivel mismo de nuestra propia experiencia humana.
De hecho, desde el punto de vista de la espiritualidad evolutiva, es la parte más importante de lo que somos. Cuando tocamos esa parte de nosotros mismos, cuando experimentamos ese impulso en lo más profundo de nuestro ser, nos damos cuenta de que es inherentemente libre y sin restricciones en su naturaleza. El impulso evolutivo se siente como una sensación de tremenda urgencia, espontaneidad y posibilidad.
El lugar más fácil para identificar el impulso evolutivo es en el impulso sexual – el imperativo biológico de procrear. Desde un punto de vista evolutivo, nuestro impulso sexual es una expresión elemental del Big Bang. ¡Es por eso que es tan poderoso! Cuando experimentamos el impulso sexual, estamos sintiendo la vibración misma que liberó la enorme energía de todo el proceso cósmico, latiendo en nuestros propios cuerpos y mentes.
Al más alto nivel, el impulso evolutivo se experimenta como el impulso espiritual, la compulsión misteriosa para ser más consciente, para alcanzar la iluminación, para crecer en el amor. A veces sentimos esto como un anhelo o deseo inexplicable para llegar a ser, y en otras ocasiones se experimenta como una sensación persistente de malestar existencial, una sensación o deseo de despertar, evolucionar, liberar nuestro corazón e iluminar nuestra mente. Este anhelo no es independiente del propio Big Bang. El impulso espiritual, el impulso para evolucionar y llegar a ser, es la intención misma que forjó el cosmos de la nada, que nos impulsa a procrear, que nos impulsa a innovar y crear. El instrumento a través del cual el impulso evolutivo se esfuerza por expresarse y cumplir su deseo insaciable de ser es la conciencia misma. Nuestra conciencia.
Piense en eso por un momento. Su anhelo espiritual puede parecer un deseo personal, ¿pero lo es realmente? ¿Podría realmente ser algo personal en esa aspiración pura, apasionada a despertar, llegar a ser, a evolucionar? Todo el universo, incluyendo nuestra propia experiencia en este preciso momento, es la expresión y la manifestación de un deseo único «universal». Este imperativo evolutivo singular es inherente a la estructura del proceso cósmico completo – desde el Big Bang hasta el momento presente. Ha estado aquí en cada paso, a través de cada mutación lenta y en cada salto trascendental. Y como ese impulso, todos hemos estado aquí durante todo el viaje impresionante del devenir que se ha estado desarrollando desde siempre. Hemos estado juntos desde que la densidad infinita surgió de la nada. Hemos estado juntos desde que los átomos se formaron 300 mil años más tarde. Estábamos ahí cuando los átomos formaban nubes de gas que se convirtieron en estrellas, las cuales se agrupaban en galaxias, cada una de las cuales finalmente producen miles de millones de sistemas solares llenos de todo tipo de planetas, de los que nuestra Tierra es uno. Hemos estado aquí desde que los primeros microorganismos unicelulares emergieron de la sopa primordial y por medio de la lenta floración de la vida en toda su diversidad.
Este impulso, que de acuerdo a la Espiritualidad Evolutiva, es lo que todos somos, ha guiado cada paso evolutivo. A lo largo de todo el proceso, desde el principio de los tiempos hasta el borde mismo del futuro, como la energía y la inteligencia que ha estado conduciendo la evolución cósmica, planetaria, animal, humana y cultural, hemos estado aquí.
Por el don de la conciencia autoreflexiva, tenemos la capacidad de reconocer nuestra verdadera identidad como un ser que no está separado de todo el evento de la creación. No está separado del Misterio, la nada de la que surgió el universo, no está separado de la gran explosión del Big Bang. Al despertar a esa energía e inteligencia creciente, nos convertimos en un recipiente a través de la cual el universo entero es capaz de conocerse a sí mismo. Así que el despertar del impulso espiritual en el corazón y la mente humana es el universo tomando conciencia de sí mismo a través de su propio proceso creativo emergente. El cosmos está despertándose dentro de nosotros y respondiendo a su propia aspiración, que es llegar a ser más consciente. ¡Eso es muy profundo si tomamos en cuenta que ha durado casi catorce mil millones años!
Cuando nos despertamos al impulso espiritual, cuando descubrimos el impulso para evolucionar dentro de nosotros mismos, comenzamos a percibirlo corriendo a través de toda la vida. Es el impulso evolutivo del cosmos, canalizado en nosotros. Es la energía y la inteligencia creciente en el corazón de la vida. Podemos sentir que obra en nosotros, moviéndose través de nuestros cuerpos y mentes. Se siente ahora en un abrir y cerrar de ojos, en la humedad de la lengua, en el ritmo de los latidos del corazón y el suave llenado y vaciado de los pulmones. Se siente al observar los pensamientos que estamos teniendo en estos momentos y en la curiosidad o pregunta que nos ha traído a este lugar.
Desde la perspectiva de la espiritualidad evolutiva, la energía y la inteligencia que inició el Big Bang está obligándonos, como su propia creación, a evolucionar. ¿Por qué? Porque en la medida que evolucionamos, la energía y la inteligencia evolucionan también. Si ese impulso sea en última instancia la fuerza que llamamos Dios, entonces Dios evoluciona a través de todo y cada uno de nosotros, a medida que evolucionamos. En otras palabras, a medida que crecemos en nuestro potencial más alto, la máxima expresión de nuestro yo más auténtico, la naturaleza de ese Ser que podría llamarse Amor, Libertad, Unidad o cualquier otro número de cosas, se convierte en lo que somos.
A lo largo de la historia las religiones se han centrado en un dios «ahí fuera». Hemos orado a «dios», el Otro santo, para obtener ayuda. Pero ahora, desde una perspectiva evolutiva, vemos que Dios no está «allá afuera», sino, literalmente, en la punta de los dedos. ¡Debido a la evolución, ahora podemos despertarnos directamente al impulso evolutivo, y eso significa que Dios o el principio creador, la energía y la inteligencia del universo que nos anima, es capaz de ver, oír, gustar, tocar y sentir la creación a través de nosotros, como nunca antes! Y aún más importante, ¡la inteligencia cósmica y la energía creativa pueden actuar conscientemente a través del ser humano despierto!
En un contexto evolutivo el presente no es el único lugar donde hay acción. La verdadera acción está en el futuro, porque podemos estar involucrados en la creación del futuro. En el momento de vivir el momento presente ya no es el presente, y es poco lo que podemos hacer para impactarlo. Pero el futuro es algo por lo cual podemos asumir la responsabilidad. Y el futuro siempre se trata de Nacimiento (Becoming). Para el que practica la espiritualidad evolutiva, la existencia y el proceso de crecimiento (being and becoming) proporcionan la tensión creativa en la que el impulso evolutivo existe. Es la tensión que sentimos entre lo que es y lo que podría ser.
Entendiendo que siempre estamos creciendo significa que fundamentalmente estamos orientados hacia el crecimiento, la transformación y la obtención de una mayor comprensión y conciencia. En el contexto de la espiritualidad evolutiva, el sentido de la iluminación no es trascender el mundo para liberarnos de él, sino para abrazar al mundo completamente, para abarcar todo el proceso como su Yo, sabiendo que eres, que somos, el encarnado principio creador, y como tal tenemos mucho trabajo que hacer. Nadie más tiene la responsabilidad para la paz, el amor, la justicia. En una espiritualidad evolutiva, Dios no está ahí fuera. ¡Dios está aquí!
Desde esta perspectiva no dualista, sólo hay UNO. Literalmente, no hay otro, sólo hay uno. La espiritualidad evolutiva nos desafía a luchar con las profundas implicaciones de este descubrimiento. Desde esta perspectiva, Dios se ha caído del cielo y ahora está emergiendo en el impulso espiritual y el deseo de evolucionar conscientemente, en, a través de, como tú y yo. Según la espiritualidad evolutiva, el mayor desafío de la humanidad es que cada uno de nosotros se de cuenta y asuma la responsabilidad por lo que somos ahora, en toda nuestra imperfección, somos Uno, y Uno se esfuerza para desarrollarse y ser más consciente a través de tú y yo, como tú y yo. Y así debemos preguntarnos: ¿Tenemos el coraje, la audacia de la intención, la audacia de espíritu, para percibir la vida, nuestra vida de esta manera? ¿Tenemos suficiente amor en nuestros corazones para estar dispuestos a ser el Uno?
La respuesta a esta pregunta es realmente la respuesta a cada pregunta importante – ¿Quién soy yo? ¿Por qué estoy aquí? ¿Hay un propósito en todo esto? Cuando somos capaces de apuntar el dedo a nosotros mismos y decir: «¡SÍ!», enfáticamente, la vida adquiere un nuevo conjunto de dimensiones, profundidad y significado. Cuando decimos que sí, por fin entendemos la necesidad de aclarar nuestras intenciones para el desarrollo espiritual, para alinear todo lo que hacemos y decimos con el impulso a evolucionar, para llegar a realizar nuestro mayor potencial.
La necesidad de una transformación radical de nuestros corazones y mentes adquiere un nuevo tipo de urgencia porque nos damos cuenta del poder que tenemos para influir en el cambio, y tener un impacto sobre la realidad no vendrá de algún ser o proceso independiente de nosotros. Así que la hora de despertar es ahora, porque en realidad nada cambia hasta que cambiemos nosotros.