Los pacientes con el sistema inmunitario debilitado corren el riesgo de contraer una infección crónica y de desarrollar variantes del virus muy mutadas.
Un nuevo estudio de la Universidad de Tel Aviv revela que es probable que las numerosas variantes del SARS-CoV-2 se formen en pacientes crónicos con COVID-19 que sufren inmunosupresión. Los investigadores sugieren que una respuesta debilitada de los anticuerpos. En particular en las vías respiratorias inferiores de estos pacientes crónicos, puede impedir la recuperación total del virus y hacer que éste mute muchas veces durante una infección prolongada. En otras palabras, los investigadores explican que la capacidad del virus para sobrevivir y reproducirse en el cuerpo del paciente inmunodeprimido sin restricciones conduce a la evolución de muchas variantes.
Además, las variantes encontradas entre los enfermos crónicos con COVID-19 presentan muchas de las mismas mutaciones en su evolución que las presentes en las variantes de interés para la enfermedad grave. En particular las mutaciones asociadas a la evasión de los anticuerpos que eliminan la enfermedad. Los nuevos hallazgos indican que, aunque las variantes de rápida propagación son poco frecuentes entre las numerosas cepas procedentes de pacientes inmunodeprimidos, la probabilidad aumenta y surgen cuando las tasas de infección global se disparan.
El estudio ha sido dirigido por el profesor Adi Stern y la estudiante de doctorado Sheri Harari, de la Escuela Shmunis de Biomedicina e Investigación del Cáncer de la Facultad Wise de Ciencias de la Vida de la Universidad de Tel Aviv, en colaboración con las doctoras Yael Paran y Suzy Meijer, del Centro Médico Sourasky de Tel Aviv (Ichilov). Se ha publicado en la prestigiosa revista Nature Medicine.
El profesor Stern explica que, desde el brote de COVID-19, el ritmo de evolución del virus ha sido algo desconcertante. Durante el primer año de la pandemia, se observó un ritmo de mutaciones relativamente lento pero constante. Sin embargo, desde finales de 2020, el mundo fue testigo de la aparición de variantes que se caracterizan por un gran número de mutaciones, superando con creces la tasa observada durante el primer año. Han surgido varias hipótesis científicas sobre la relación entre los pacientes crónicos de COVID-19 y la tasa de acumulación de mutaciones. Pero aún no se ha demostrado nada definitivo. En este nuevo estudio, Stern y su equipo arrojan luz sobre algunas piezas de este complejo rompecabezas e intentan responder cómo se forman las variantes.
El profesor Stern explica: «El coronavirus se caracteriza por el hecho de que en cada población hay personas que se infectan crónicamente. En el caso de estos pacientes, el virus permanece en su cuerpo durante un largo periodo de tiempo. Y tienen un alto riesgo de infección recurrente. Los casos observados hasta ahora, se trata de pacientes inmunocomprometidos: parte de su sistema inmunitario está dañado y no puede funcionar. En términos de evolución biológica, estos pacientes constituyen una «incubadora» para los virus y las mutaciones. El virus persiste en su cuerpo durante mucho tiempo y consigue adaptarse al sistema inmunitario, acumulando diversas mutaciones».
El estudio incluyó un examen de pacientes crónicos de COVID-19 en el Centro Médico Sourasky de Tel Aviv («Hospital Ichilov»). Según el profesor Stern, los resultados revelan un panorama complejo; por un lado, no se encontró ninguna conexión directa entre el tratamiento con fármacos contra la COVID-19 y el desarrollo de variantes. Por otro lado, la investigación descubrió que es probable que el sistema inmunitario debilitado de los pacientes inmunodeprimidos crea presión para que el virus mute. De hecho, los investigadores descubrieron que había pacientes crónicos que mostraban un patrón de aparente recuperación, seguido de una infección viral recurrente. En todos estos pacientes, surgió una forma mutada del virus, lo que sugiere que no se había logrado la recuperación; esto recuerda en parte al modus operandi del VIH tras un tratamiento farmacológico inadecuado.
Tras un examen más detallado de algunos pacientes, los investigadores descubrieron que cuando se observa este patrón de recuperación aparente, el virus sigue prosperando en los pulmones. Por lo tanto, los investigadores sugieren que el virus acumula mutaciones en los pulmones y luego vuelve a pasar al tracto respiratorio superior.
Por último, Stern concluyó: «La complejidad de la evolución de los coronavirus todavía se está revelando, y esto plantea muchos retos a la comunidad científica. Creo que nuestra investigación ha conseguido desvelar una capa que faltaba en el panorama general. Y abrió la puerta a nuevos esfuerzos de investigación para descubrir los orígenes de las distintas variantes. Este estudio pone de relieve la importancia de proteger a los individuos inmunodeprimidos, que tienen un alto riesgo de contraer el virus. Pero que también pueden ser una incubadora para la formación de la siguiente variante, lo que supone un riesgo para todos nosotros».
Nuevos hallazgos de la Universidad de Tel Aviv:¿De dónde proceden las variantes de COVID-19?