Es el titular del viernes del diario británico The Telegraph: “Estamos pagando ahora el terrible coste de los confinamientos” (*). Las finanzas públicas de Reino Unido están en peor estado que en cualquier otro momento desde la Segunda Guerra Mundial. Es la pandemia. Es Ucrania. Son los tipos de interés a escala mundial. Cualquier cosa que no sea el principal culpable: los confinamientos de los últimos dos años.
El gasto público asociado a la pandemia ha sido, con mucho, el que más ha contribuido al déficit actual. La Oficina Nacional de Auditoría (ONA) ha estimado el coste total en 376.000 millones de libras, o 5.492 libras por cada habitante del país.
La mayor parte de ese gasto no fue en realidad causado por la pandemia, sino por la decisión del gobierno de responder encerrando a la población en sus casas. Menos de una cuarta parte de la cifra de la ONA representa el coste adicional de la asistencia sanitaria y social. La mayor parte del resto es el coste de apoyar a quienes no pudieron trabajar y a las empresas que no pudieron operar.
En el punto álgido de la pandemia, el gobierno gastaba aproximadamente el doble al mes en pagar a personas que no hacían nada que el coste total del NHS.
Suecia, el único país europeo que no confinó, solo gastó 60.000 millones de coronas en 2020 y 2021 en medidas relacionadas con la pandemia, lo que equivale a unas 460 libras por cabeza, una décima parte menos que Reino Unido. Sin embargo, sus resultados en términos de casos y muertes fueron mucho mejores que los británicos.
Lo único bueno que se puede decir de Boris Johnson es que, si el Partido Laborista hubiera estado entonces en el gobierno, los confirnamientos habrían sido aún más largos y costosos.
El verdadero coste del terrible experimento social está ahora más claro. Los profesionales de la salud advirtieron en su momento que los confinamientos tendrían un grave impacto en la salud mental y en el diagnóstico y tratamiento de otras afecciones. Todo esto se ha cumplido. El exceso de muertes se sitúa actualmente un 10 por cien por encima de las tasas históricas, casi todas ellas por afecciones distintas del “covid”. La demencia, una enfermedad agravada por la soledad y la falta de estímulos, es, con mucho, la más importante.
Las repercusiones a largo plazo en la educación, la desigualdad, la ruptura de relaciones, la sociabilidad y las artes son más difíciles de cuantificar, pero son graves y se dejarán sentir durante años. Se calcula que un millón de personas han abandonado la fuerza de trabajo, aproximadamente la mitad de ellas personas mayores que simplemente abandonaron durante los confinamientos.
No es sólo un fracaso político del gobierno, como dice The Telegraph. Es también un ridículo, otro más, de esos “expertos” que se han atribuido a sí mismos el dictado de lo que es ciencia y lo que no. Desde luego que lo suyo no tiene nada que ver con ella, como tampoco con la epidemiología o la medicina.
(*) https://www.telegraph.co.uk/news/2022/11/18/now-paying-terrible-price-lockdown/
‘Estamos pagando ahora el terrible coste de los confinamientos’