En nuestro mundo, una pegajosa ideología de origen oscuro, pero de efectos prácticos descomunales, une a gobiernos y grandes corporaciones. La ideología nos muestra con una mano un renacimiento de la sociedad actual, mientras la otra deja ver que ese renacer no podrá producirse sin una muerte previa. Todos tenemos que morir un poco, en un holocausto amable, para que otros puedan vivir la vida que han diseñado nuestros hermanos mayores de la política y de los negocios.
Y Elon Musk compró Twitter. Este personaje de novela. Parece descrito por Ayn Rand para un mundo distópico como el nuestro. Ha metido su mano de Midas en los pagos por internet, el coche eléctrico, la navegación espacial, el monorraíl de los Simpson, y se ha convertido en el hombre más rico del mundo. Es tan rico que ha logrado vencer a la alopecia. Lo que no está claro es que vaya a vencer a sus nuevos enemigos.
BRUSELAS HA DICHO QUE TWITTER DEBE CENSURAR COMO SIEMPRE LO HA HECHO, SI NO MÁS. Y EL GOBIERNO DE JOE BIDEN, ¡QUE TANTO LE DEBE A LA VIEJA TWITTER!, HA DICHO QUE VIGILARÁ LOS INTENTOS DE ELON MUSK POR RESTITUIR LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN
El suyo es un atrevimiento que no conoce límites. Musk sabe muy bien dónde se ha metido, cabe pensar. Ha comprado Twitter en un movimiento entre el cálculo empresarial, queremos pensar, el cumplimiento de un deber ciudadano y la fanfarronería. Pisando esos tres terrenos, el empresario afroamericano puso sobre el tapete 44.000 millones de dólares. Es cierto que echó la mano sobre el montón, con el gesto de volver a metérselos en el bolsillo, pero quizás fuera otro gesto de fanfarronería. Porque se ha quedado con el invento.
Mucho había hablado en los meses previos al negocio. Su intención, decía entonces, era restituir el ejercicio efectivo de la libertad de expresión, que en los últimos años ha interferido con el de la libre empresa. Él iba a hacer horizontal el tablero de Twitter que, ciertamente, se había inclinado hacia la izquierda, hacia el control social por parte de los Estados terapeutas, y hacia el Partido Demócrata.
Elon ha dicho que Twitter intervino de forma decisiva en las elecciones de 2020, que ganó Joe Biden, pero que sobre todo perdió Donald Trump. ¡Qué caso este en el que todo el mundo se acuerda del perdedor de las elecciones presidenciales americanas y nadie se acuerda de quién las ganó! Acaso, ni él mismo se acuerde. Eso ha dicho Musk, y añade que pronto compartirá las pruebas de esa corrupción de la democracia.
Lo ha reconocido el hombre que tomó la decisión de intervenir indebidamente en esa elección. Se trata del entonces jefe de seguridad de Twitter, Yoel Roth. Twitter censuró una noticia publicada por el New York Post en la que compartía parte del contenido del ordenador personal de Hunter Biden, hijo del entonces vicepresidente y candidato demócrata, y epítome de la corrupción política, empresarial, y personal. La vida de Hunter está contaminada de toda corrupción, y de ella una parte pequeña, pero ya escandalosa, fue recogida por el diario neoyorkino.
The New York Post no tiene las hechuras elegantes del New York Times o del Wall Street Journal. Pero es un periódico que no se dedica a mentir, y eso es mucho más de lo que puede decir casi cualquier otro periódico. La noticia era certísima; más cierta que noticia, puesto que los andares de Hunter eran conocidos en parte. La novedad eran las pruebas. Y el NYP las tenía. Y las mostró. Y Twitter las censuró.
Yoel Roth ha alegado, esta misma semana, que su equipo había creado una fórmula infalible que identificaría cualquier mentira que pudiera afectar al proceso electoral, y que su máquina señalaba la noticia sobre Hunter. A la hora de tomar una decisión, dice Yoel como si él tuviese alguna duda en el momento, “no sabíamos qué creer, no sabíamos qué era verdad… había… había humo”.
Esta historia demuestra el enorme poder censor de las plataformas. Y en el nuevo poder que ha adquirido el gobierno por su intercesión. Porque, y esto nos lo ha contado Mark Zuckerberg, el FBI presionó a las plataformas para que no publicasen la noticia. No lo hizo como fruto de su propia investigación del caso… porque se negó a investigar.
El FBI y Twitter decidieron quién ganó las elecciones de 2020. Cuatro de cada cinco estadounidenses, el 79%, cree que si el FBI hubiera investigado el caso, el ganador de las elecciones hubiera sido Donald Trump. ¿Podemos nosotros quitarles la razón?
El caso de la manipulación electoral de los Estados Unidos es el más escandaloso. Pero no es el único que muestra el enorme poder que tiene Twitter, y su capacidad para traicionar su razón de ser.
La dictadura sanitaria impuesta gobierno tras gobierno hubiera sido menos efectiva con un debate abierto. Pero Twitter intervino, no fue la única, para censurar todos los mensajes que atentaran contra la imposición de medidas como la vacunación obligatoria, la imposición de mascarillas, los confinamientos y demás.
Aún queda la imposición de una censura ideológica, puesta al servicio de los propios responsables de Twitter, que están muy lejos, pero muy lejos, de ser una representación fiel de la media de los países donde operan. Nada menos que el 99% de las donaciones políticas hechas por los empleados de Twitter a los partidos políticos fueron para el Partido Demócrata. El 99%. Twitter oscureció sus procedimientos, y censuró millares de cuentas por puro desahogo ideológico. En los Estados Unidos y, claro, en España. Aquí lo sigue haciendo.
Eso es lo que Elon Musk ha prometido cambiar. ¿Equilibrará el tablero inclinado?
Bruselas ha dicho que ni de broma. Que debe censurar como siempre lo ha hecho, si no más. El gobierno de Joe Biden, ¡que tanto le debe a la vieja Twitter!, ha dicho que vigilará los intentos de Elon Musk por restituir la libertad de expresión. Un periodista le ha preguntado a la portavoz de la Casa Blanca si tiene como intención cerrar Twitter. Ha preferido no responder.
Otro periodista le ha preguntado a un alto directivo de la Casa Blanca por la decisión de Apple de contribuir a la censura de las protestas en China por su política de covid cero. John Kirby, que así se llama el hombre, dijo que lo que hiciera Apple estaba dentro de su derecho como empresa privada. Eso incluye cerrar AirDrop en China para seguir las directrices censoras de la dictadura. ¿Y Twitter? ¿Tiene derecho Twitter a moderar de un modo más equilibrado los contenidos, a ser transparente en sus decisiones, a ser una plataforma independiente? “Bueno, son dos circunstancias completamente diferentes”. Eso parece.
Foto: Ben Raynal.