La adicción es uno de los problemas de salud mental más devastadores. No solo puede afectar negativamente la carrera profesional de la persona que la padece sino también sus relaciones y la vida familiar, así como la salud física y el bienestar.
Cuando el consumo se prolonga a lo largo del tiempo, se desarrolla una dependencia de la sustancia. A medida que los efectos adversos de la adicción se van acumulando, la persona puede volverse más inestable emocionalmente, lo que podría desembocar en un trastorno mental. De hecho, trastornos como la ansiedad y la depresión se han vinculado al abuso de sustancias, por lo que a menudo van de la mano.
La buena noticia es que la adicción es tratable. Un estudio realizado en los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos reveló que 3 de cada 4 personas que sufren una adicción terminan recuperándose. No obstante, en muchos casos necesitan someterse a un tratamiento psicológico en una clínica de rehabilitación para contrarrestar los efectos de la adicción en su cerebro y recuperar el control de sus vidas.
El mecanismo cerebral que provoca la adicción: la trampa de la dependencia
La adicción se desarrolla cuando los circuitos de placer del cerebro se saturan, hasta el punto que el consumo se vuelve crónico. El sistema de recompensa es una de las partes más primitivas del cerebro cuya función principal es reforzar las conductas que necesitamos para sobrevivir a través de las sensaciones de deseo, placer y/o gratificación.
Cuando ponemos en práctica esos comportamientos, las vías de refuerzo envían la señal para que se produzca un neurotransmisor llamado dopamina, que, a su vez, libera una descarga de satisfacción. Eso sentimientos positivos son los que nos animan a repetir dichas conductas en el futuro.
Sin embargo, las sustancias adictivas, como el alcohol y las drogas, desencadenan una respuesta de placer a nivel cerebral que puede ser hasta 10 veces más intensa que una recompensa natural, según la Escuela de Medicina de Yale. No generan una simple oleada de satisfacción y bienestar, sino que inundan el sistema de recompensa con dopamina provocando un auténtico “subidón”, como se puede apreciar en la imagen que aparece a continuación.
La diferencia entre las recompensas normales que recibimos en nuestro día a día y el efecto de algunas drogas a nivel cerebral es como escuchar alguien que nos susurra al oído en comparación con una persona que nos grita a través de un megáfono.
Poco a poco, el cerebro comienza a cambiar como resultado de esos estímulos. Se produce lo que se conoce como «usurpación patológica» de los procesos naturales enfocados en el aprendizaje de los comportamientos beneficiosos. El exceso de dopamina provoca cambios en las sinapsis neuronales que empujan a la persona a repetir cierto comportamiento una y otra vez, sin reflexionar sobre su conveniencia, lo cual facilita la formación de malos hábitos.
Debido a la euforia intensa que provocan muchas drogas, también estimulan la producción de una gran cantidad de dopamina, lo que refuerza aún más la conexión entre el consumo de la sustancia, el placer y las circunstancias vinculadas a dicha experiencia. En práctica, esos grandes tsunamis de dopamina “entrenan” al cerebro a buscar el alcohol o las drogas, que poco a poco se va convirtiendo en la única manera para sentirse mejor.
El círculo vicioso que genera las adicciones en el cerebro
Con el paso del tiempo, los circuitos de recompensa se adaptan a las sustancias adictivas y se vuelven menos sensibles a la dopamina, de manera que para experimentar la misma sensación placentera es necesario consumir cada vez más y de forma más frecuente.
En ese punto, es probable que la persona hay desarrollado tanto una elevada tolerancia como una gran dependencia del alcohol o las drogas. De hecho, la adicción no solo provoca cambios en las conexiones neuronales, también afecta los mecanismos intracelulares, actuando a nivel bioquímico y molecular.
Al mismo tiempo, el efecto de las adicciones en el cerebro disminuye su sensibilidad ante cualquier otro estímulo que no sea la sustancia adictiva, dificultando la capacidad para sentir placer mediante otras experiencias o actividades más saludables.
En práctica, el cerebro preso de la adicción valora el alcohol o las drogas por encima de cualquier otra recompensa o meta, razón por la cual la vida de esa persona a menudo comienza a gravitar hacia la búsqueda constante de la sustancia adictiva. Retomando el ejemplo anterior, a la persona le resulta cada vez más difícil escuchar a alguien que le susurra al oído porque se ha acostumbrado a escuchar gritos a través de megáfonos.
La persona que desarrolla una adicción termina experimentando anhedonia; o sea, se siente plana desde el punto de vista afectivo y sin motivación. Es incapaz de disfrutar de las cosas que antes le resultaban placenteras y necesita seguir consumiendo para experimentar un nivel mínimo de satisfacción.
A esto se le suman los cambios que se producen en la amígdala, una estructura del sistema límbico que a menudo desencadena estados como la ansiedad, irritabilidad e inquietud ya que es la encargada de decodificar y aportar la valencia emocional a las situaciones.
Dado que la amígdala se vuelve cada vez más sensible al aumento del consumo, con el tiempo la persona también necesita recurrir a la sustancia adictiva para obtener un alivio temporal del malestar que genera la abstinencia. En cierto punto, no solo se consume para experimentar el “subidón” de dopamina sino también para evitar el malestar que genera el cerebro en abstinencia.
Por otra parte, las adicciones terminan produciendo alteraciones en la corteza prefrontal, la zona que interviene en el pensamiento, planificación, resolución de problemas, toma de decisiones y control de los impulsos.
Como resultado, la persona tiene dificultades para sopesar la relación coste/beneficios, así como los riesgos y las consecuencias vinculadas al consumo. Por ende, cederá con mayor facilidad al impulso de consumir y le resultará más difícil reflexionar con lucidez sobre las consecuencias de su comportamiento. Así se sume en un círculo vicioso del cual es muy difícil salir sin ayuda.
Hay salida: la vía para romper el bucle de las adicciones en el cerebro
Dejar las drogas no es tan sencillo. Es un proceso difícil porque la abstinencia provoca tanto síntomas físicos como psicológicos. Además, los síntomas físicos de abstinencia pueden ser muy intensos y, con algunas drogas, incluso peligrosos.
Por esa razón, es recomendable recurrir a centros de rehabilitación donde puedas ponerte en manos de un profesional, sobre todo so has estado sufriendo una adicción durante mucho tiempo, consumiendo cantidades excesivas de alcohol o drogas, pues es posible que primero necesites desintoxicarte. Cuando el cuerpo y el cerebro se han acostumbrado al alcohol o las drogas, sufre síntomas de abstinencia que pueden llegar a ser muy intensos, por lo que es recomendable someterse al proceso de desintoxicación bajo supervisión médica.
Por otra parte, la ayuda psicológica también es esencial para romper el círculo vicioso de la adicción en el cerebro. La terapia psicológica no solo busca las causas que condujeron al consumo, sino que también te brindará las estrategias que necesitas para que controles el impulso de consumir y puedes encontrar placer y satisfacción en otras actividades más saludables.
De hecho, la psicoterapia es fundamental para evitar las recaídas. Cuando tu cerebro ha establecido vínculos entre el consumo y determinadas situaciones de tu rutina o entorno, esos estímulos pueden activar el circuito de recompensa y generar un fuerte deseo de consumir. Ese “reflejo” puede mantenerse durante mucho tiempo y a menudo es la causa principal de las recaídas. La terapia psicológica te ayudará precisamente a identificar esas situaciones de riesgo para que aprendas a gestionarlas de manera más asertiva.
Un profesional de la salud mental también te ayudará a reencontrar la motivación para desarrollar otros intereses y hacer planes de cara al futuro. La terapia psicológica no solo te ayudará a liberarte del yugo de la adicción, sino que te permitirá desarrollar una actitud más positiva, te ayudará a ganar autoestima, mejorar tu autoeficacia y reforzar la confianza en ti mismo para que puedas volver a disfrutar de la vida. El camino puede ser difícil, pero los resultados valen la pena.
Referencias Bibliográficas:
(2022) How an Addicted Brain Works. En: Yale Medicine.
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El cerebro y la adicción: ¿cómo las drogas cambian su funcionamiento?