El neurólogo y psiquiatra francés Boris Cyrulnik escribió que «el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional». El dolor es un síntoma de que algo anda mal en el cuerpo, la posibilidad de sentirlo al estar enfermos físicamente es objetiva, aunque la intensidad con la que se siente el dolor varia de un individuo a otro. El sufrimiento psíquico y curar el alma es algo más complejo.
El dolor efectivamente es lo ineludible. El sufrimiento es un asunto más complejo, que se asocia a una sensación que en el fondo no podemos reconocer como algo físico, o al menos no como un padecimiento de una parte del cuerpo. Por eso hablamos del sufrimiento usando metáforas para referirnos a algo que nos hace sufrir o que sufre y que está ahí aunque no lo podamos palpar físicamente. Por ejemplo, hablamos del sufrimiento del alma, de la psique que sufre, del sufrimiento emocional, de un amor sufrido, de un duelo que se sufre, etcétera.
El sufrimiento emocional es algo que esclerotiza la vida, que nos paraliza por momentos o episodios de tiempo prolongados. También podemos psicosomatizar el sufrimiento psicológico, sentir dolor en el cuerpo o desarrollar alguna enfermedad.
El sufrimiento es un asunto complejo que se asocia a una sensación que en el fondo no podemos reconocer como algo físico, o al menos no como un padecimiento de una parte del cuerpo, aunque también se puede somatizar
El dolor quebraba mi creatividad
Mi historia comenzó —seguramente al igual que la de muchos lectores— con lo inevitable. Me invadieron eventos recurrentes de arcadas y vómitos que se extendían por días hasta terminar en algún hospital con suero intravenoso y algún potente inhibidor de la bomba de protones, o sea, un aparato que ayuda a disminuir la acidez estomacal y a cicatrizar las heridas de alguna parte del tracto digestivo. Al salir del hospital me volvía improductiva por semanas, el dolor de estómago paralizaba mis ideas quebrando mi creatividad.
En aquellas épocas padecí algo más que dolor corporal. Una especie de malestar profundo me asediaba. No podía identificarlo en un sitio específico del cuerpo, pero eran como agujas clavándose en mis extremidades y en mi centro, un sufrimiento que me llevó a la desgana, uno que identifiqué con una honda tristeza.
Comencé a perder el timón de mi vida y, cuando sentí que mi barco estaba a punto de naufragar, fue cuando decidí ir al psiquiatra. Era hora de buscar cómo curar el alma, cómo liberar la memoria sufriente que sostenía mi ancla enterrada en el pasado, sin dejarme seguir navegando a cualquier sitio, o siquiera imaginar dónde estaría el próximo puerto.
Si bien el sufrimiento es la capital de la humanidad en todas sus épocas, convirtiéndose incluso en el motor de grandes obras artísticas y filosóficas, también ha sido, y en mucha mayor medida, el causante de muchos suicidios
El sufrimiento oculto
Sin miedo a decirlo, me vi enredada en una depresión clínica que me hizo oscilar entre lo inevitable del dolor corporal y lo que podría volverse opcional… si es que decidía atender lo más profundo de ese dolor: el sufrimiento oculto.
El sufrimiento no está solamente relacionado con sufrir una depresión clínica, sino también con otras situaciones muchas veces ocultas incluso a nuestra propia consciencia, las mismas que debemos tratar con un especialista de la salud mental, y sobre las cuales cada día parece haber más claridad. Por ejemplo, algunos rasgos de personalidad que nos lleven a conductas no muy funcionales nos pueden hacer sufrir.
También las adicciones acarrean estados abismales de sufrimiento. Los pensamientos obsesivos y rumiantes son motivos de profundo sufrimiento. La ansiedad ante el futuro, la incertidumbre ante situaciones que escapan de nuestro control, en ocasiones llegan a congelar a quienes la padecen, inmovilizándolos en el sufrimiento.
Todos hemos cruzado por el espinoso camino del sufrimiento alguna vez en nuestras vidas, algunos hemos estado ante la pulverización total de aspectos importantes de nuestra rutina debido a la incomprensión de lo que nos sucede, por la metástasis que nos carcome por dentro, ese malestar psicológico que no sabemos cómo terminar, del cual incluso podemos desconocer la causa.
Todos, sin excepción, en mayor o menor medida, estamos expuestos al sufrimiento. Si bien el sufrimiento es la capital de la humanidad en todas sus épocas, convirtiéndose incluso en el motor de grandes obras artísticas y filosóficas, también ha sido, y en mucha mayor medida, el causante de muchos suicidios.
Si el sufrimiento paraliza la vida siempre existirá un remedio: la psiquiatría, la terapia y el ejercicio de un autoconocimiento furioso.