La anomalía patológica de España respecto a «lo militar»: de la ignorancia a la animadversión

Juan Carlos Domingo, general de división del Ejército de Tierra retirado, presenta su libro ‘Soldados, la condición militar en España’ (Almuzara).

Cuenta en la entrevista que escribió Soldados porque «los militares tenían que dejar de ser transparentes para la sociedad española».

«El novelista y ensayista francés George Bernanos dijo que la democracia ve en los militares a su más peligroso rival y en mi libro digo equivocadamente con toda claridad, como lo consideró Hannah Arendt. Narcís Serra, ministro de Defensa español desde 1982 hasta 1991 escribió en el año 2008 un libro sobre la transición militar en España en la que se apunta esa tesis. Nadie verá un ápice de afecto en las 337 páginas que tiene ese libro pero eso está en los fundamentos del pretorianismo. Cuando se extradita del corazón de los españoles a los soldados es fácil asumir que aquellos a los que no se ha dejado sentar en la mesa de los afectos tengan que vivir bajo una mirada estigmatizada».

Para Juan Carlos Domingo Guerra, nuestra sociedad sufre una «patología en todo lo que tiene que ver con la defensa y las Fuerzas Armadas», lo que impide, por ejemplo, «aunar defensa y bienestar. Al ciudadano español le cuesta entender cuál es la relación que puede haber entre el gasto de Defensa y su propio bienestar». Otra de las razones del desafecto es la falta de información, «es que los militares llegamos a adquirir la plenitud de los derechos civiles ya muy tarde, con la condición de retirado, y claro sin libertad de expresión y libertad de opinión no es posible escribir sobre nada, salvo que uno pretenda ser un cronista de lo que no le incomode al poder».

Una patología sólo española

«Yo no me he encontrado esta clase de inquietudes en ningún ejército de referencia, en ninguno de mis compañeros después de una dilatada vida profesional con muchos años de experiencia internacional. Era un diálogo de sordos intentar hablarle de cuáles eran nuestras inquietudes como militares españoles a un soldado británico, francés, italiano o estadounidense. Ellos no tienen esa sensación de la respuesta de la sociedad».

En el libro, a modo de anécdota ilustrativa, cuenta que en Italia un militar de las fuerzas aéreas da las noticias meteorológicas vestido con uniforme, «sin que chirríe nada».

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Trae a la charla la situación durante la pandemia de la Covid:

«Nadie duda de la posibilidad de que unas Fuerzas Armadas de una nación democrática intervengan en cooperación cuando se produce un problema. En España el que hubiera militares en labores de desinfección durante la pandemia fue considerado una militarización. Algunos ayuntamientos negaron los hospitales militares, incrementando el sufrimiento de la población porque parecían demasiado militares, porque el color era caqui. El argumento se dijo muchas veces en el propio Parlamento. Pasa y uno acaba acostumbrándose a todo. Es decir, tenemos una sociedad en temas de defensa absolutamente anestesiada«.

El rechazo social a la violencia

«Estamos en una sociedad que reniega de la brutalidad. Esa asociación de la violencia al soldado que tanto nos perjudica se nota sobre todo en el paroxismo de los discursos políticos donde se habla fundamentalmente de ese eufemismo de operaciones de mantenimiento de la paz. No todas las operaciones que hacen las Fuerzas Armadas encajan perfectamente en esa denominación y muchas de las que se hacen ni siquiera tienen que ver con eso, por ejemplo todo lo que se hace ahora mismo en el este de la OTAN. Esto produce una sociedad estresada».

Recuerda que el soldado no ejerce la violencia por su cuenta, «es un gestor de la violencia».

¿Y cómo se ven los soldados a sí mismos?

«Como parte de la ciudadanía, tienen una imagen inducida por las élites y la cultura. Lo contrarrestan con la realidad. Siempre está en constante lucha. El soldado desarrolla un gran orgullo identitario porque conoce perfectamente cuál es la importancia que la Constitución española le da a las Fuerzas Armadas. Y está muy orgulloso de esas misiones. Pero le sorprende mucho que eso dé lugar a una desafección inmerecida, cuando no una clara animadversión. Eso le hace desarrollar un cierto sentido de autoexclusión. Y hacen las cosas muy bien, muy competentemente cuando están en competición o cooperación con otras Fuerzas Armadas…».

El daño de Zapatero

Le recordamos durante la entrevista aquel 12 de Octubre de 2003 en el Desfile de las Fuerzas Armadas cuando José Luis Rodríguez Zapatero no se levantó al paso de la bandera de EEUU. «Es terrible. Ese gesto tuvo un coste que todavía perdura».

«La retirada de Irak, que es tan aplaudida, fue un hecho de los que en política internacional suelen no perdonarse y todavía le cuesta a las Fuerzas Armadas españolas, que tenían una ejecutoria brillantísima, sacarse de encima el sambenito de una fuerza que se retira dejando a otros compañeros de armas y a otras naciones hipotecadas. Ha costado mucho en términos de imagen de España en el exterior. O la orden a la Fraga Méndez de Núñez hace dos años de retroceder cuando iba hacia el Golfo Pérsico en un grupo aeronaval estadounidense. Todas estas cosas cuestan en términos de bienestar porque hay muchas ventas de aviones y fragatas que no se pudieron completar porque quienes proporcionaban la aviónica o la electrónica de esos barcos y aviones no lo permitieron debido a esos hechos absolutamente insolidarios de España».

La crisis de la nación española

«Es el único tema en el que me faltarían palabras. Esa obsesión que hay por la negación de la patria. Esa permanente recurrencia al Estado en algunos discursos para evitar decir España, esa permanente mención de mi país o nuestro país por eludir el nombre de España, aquello que identifica al grupo humano, el nombre de la propia nación, la bandera, su escudo, sus símbolos, que jurídicamente están sentados en un territorio con una historia detrás y que le distinguen del resto. Eso es algo que solo ocurre aquí y tenemos que ser conscientes y vivir con lo que no deja de ser una patología. Un país en el que alguien puede ser calificado solamente por llevar el símbolo de su patria tiene complicaciones».

«Y no todos los patriotismos son bienvenidos. El patriotismo del soldado es, sin lugar a dudas, el inclusivo, compatible con que se puede ser de Zamora o de Castilla y León y español. Y se puede, como los soldados españoles que están ahora mismo en Lituania con sus carros de combate, formar en un batallón canadiense y hacerlo llevando la bandera de la OTAN en el hombro. Todo es compatible. Yo para definirme a mí mismo no necesito decir lo que tú no eres y nunca podrás ser».

En los estudios demoscópicos hechos por el CIS «cuando se pregunta por qué usted estaría dispuesto a luchar, el 60% sólo estaría dispuesto a luchar por su familia», cuenta.

El aspecto de lo simbólico en lo militar

«Salgo al paso de la tensión política permanente que hay para eliminar los mitos y la liturgia militares. Son muy importantes para el soldado cuando se enfrenta a hechos muy demandantes, sobre todo desplegado en operaciones en las que está en la más absoluta de las soledades y luchando contra los señores de la guerra en Afganistán, separado de sus cuarteles generales y planas mayores y tiene que decidir por sí mismo de una forma muy compleja de acuerdo al Derecho Internacional, al Nacional, al Derecho de los Conflictos Humanos… ¿De qué echa mano? De los mitos, de esas imágenes prototípicas que le indican, porque lo tiene inyectado hasta la más profunda de sus células, cómo tiene que actuar y qué es lo que espera de él su Gobierno, sus mandos y la sociedad. Y la liturgia, que está muy presente en la vida militar, tiene una clara función, la de dejar claro quién es el que está a cargo de esa unidad en cualquier momento, suceda lo que suceda, hasta el último soldado de la formación».

«Cuando ven los mitos y la liturgia como algo que se opone a la socialización o democratización de las Fuerzas Armadas, no se dan cuenta que están privándole al soldado del único argumento que tiene para cumplir con su función. Y esto solo ocurre en España. No es posible que en el Ejército francés le retiren a las unidades francesas el chaleco que llevan en los actos de gala con el color de su arma; o a la unidad del Ejército británico el escudo que lleva por detrás, porque recuerda aquella batalla en la que siguió combatiendo sin dar nunca la espalda al enemigo. Es una política tremendamente equivocada y es una tensión que se aprecia muchas veces en las distintas legislaturas».

El general también es autor del libro Lo que callan los militares.

https://www.libertaddigital.com/cultura/libros/2024-01-13/la-anomalia-patologica-respecto-a-lo-militar-en-espana-de-la-ignorancia-a-la-animadversion-7086169/

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