El temor de los países involucrados en la operación Odisea, es el de activar un espiral de violencia a largo plazo, invocando los fantasmas de Irak y Afghanistán, donde los norteamericanos y sus aliados lograron entrar pero no encuentran cómo salir”.
La operación militar de la coalición continúa su labor de ablandamiento, bombardeando objetivos militares libios. Sin embargo, la ambigüedad y contradicciones sobre quién lidera la acción, asignada ayer a la OTAN tras varios días de debates, arrojó serias dudas sobre el proceso de la misma. Por otra parte, ninguna fuente oficial de los países involucrados en la operación “Odisea”, ha explicado cuál será la estrategia política a corto, mediano y largo plazo, en relación a ese país petrolero del Maghreb. Las contradicciones también saltan a la vista en las filas opositoras. El Consejo Nacional, radicado en Benghazi, anunció que Mahmud Yabril sería el representante de los rebeldes, siendo reconocido por el gobierno francés el 10 de marzo. A los pocos días, el vicepresidente del CN, Abdelhafiz Ghoga, personaje de gran ascendencia dentro la disidencia, anunció que “el comité de emergencia no había elegido aún a ningún equipo del gobierno de facto”, defenestrando a Yabril. Este paso en falso en el seno opositor, ha hecho que algunos gobiernos tomen distancia, como lo hizo Alemania en su momento, cuando la canciller Merkel, expresó que su país no intervendría militarmente pues “desconocía a quiénes estaban apoyando” y cuál sería el plan político luego de la invasión.
En Libia, no existe una oposición estructurada, debido a que el régimen nunca permitió ninguna visibilidad a los disidentes, sometidos a una brutal represión durante 42 años. Según Francois Burgat, autor del libro Lybie, “durante todos estos años, los grupos de oposición no tenían recursos ni para organizar mítines”, eran fantasmas. Burgat afirma por otra parte, que muchos dirigentes destacados fueron sistemáticamente comprados por Gadafi, neutralizándolos, mientras que otros escogieron el exilio. En todo caso, las señales que dan al mundo los líderes opositores son, por momentos, confusas y no sabemos cómo influirán en los aguerridos voluntarios armados quienes, de forma improvisada y anárquica, resisten la incesante ofensiva de Gadafi.
Escenario de “empantanamiento”.
Durante 42 años, Gadafi ha instrumentalizado redes de solidaridad, al empoderar a las tribus leales, a los clanes familiares y a su ejército, en especial a sus fuerzas élite, de unos 3.000 efectivos bien entrenados y fanatizados. Alrededor del dictador, pululan una variedad de grupos paramilitares, de mercenarios y bandas terroristas de varios países africanos, así como una red de alianzas internacionales. Según Dave Hartwell, analista de Jane’s, especializado en Oriente Medio, “la Guardia Revolucionaria, es el componente más leal al dictador, contando además con la Milicia del Pueblo, una fuerza de 40.000 hombres, ideologizada y fuertemente armada, que se suman a los 15.000 soldados del ejército regular, que aun permanecen leales. Gadafi ha prometido que “armará a un millón de hombres” y que “ésta será una guerra larga”.
Mientras, el ministro de Defensa francés, declaró ayer que continuarán los ataques aéreos pero “sin desplegar fuerzas terrestres” pues eso no está contemplado en la resolución de la ONU. Esto coloca a la coalición en una posición de fragilidad, pues ¿cómo enfrentar la guerra de guerrillas de las fuerzas gadafistas? ¿Cómo no causar bajas civiles, si Gadafi los utiliza como escudos humanos, como lo hacen Hamas y Hezbolla en Gaza?. El objetivo de la coalición se logrará en el momento en que hagan su entrada las tropas terrestres, lo que producirá fuertes enfrentamientos, a costos vitales y políticos impredecibles. Esto es el temor de los países involucrados en la operación, el de activar un espiral de violencia a largo plazo, invocando los fantasmas de Irak y Afghanistán, donde los norteamericanos y sus aliados supieron cómo entrar pero no saben cómo salir.
Escenario de negociación y vuelta al terrorismo.
Francois Heisbourg, presidente del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres (IISS), afirma que no hay que descartar la posibilidad de que Gadafi, golpeado por el poderío militar aliado, negocie con la oposición bajo el argumento de detener la escalada de destrucción y no dividir el país, actualmente en vías de secesión debido a ancestrales enfrentamientos entre provincias. Esta opción le permitiría continuar conectado a Libia aún dejando el poder. Gadafi, calculador y efectista, podría hacerse fuerte en el norte de África donde existen actualmente “territorios liberados” por diversos grupos terroristas. De allí que, Scott Stewart, (Libya’s Terrorism Option), afirma que “Gadafi tiene la capacidad de usar el terrorismo tanto dentro como fuera de Libia. “Una opción – afirma Stewart – es la de pactar con grupos jihadistas como al-Qaeda del Maghreb Islámico (AQIM) y proveer más recursos al Libyan Islamic Fighting Group (LIFG)”. Gadafi cuenta con las redes de agentes y simpatizantes tejidas por sus diplomáticos en diversos países del mundo, en especial en Latinoamérica, con el apoyo de países aliados en esa región. Para algunos “estados forajidos” este es el “momento de la verdad”, por lo que redoblarán su conspiración antioccidental, apoyando a Gadafi. Claude Moniquet, director del Centro Estratégico de Inteligencia y Seguridad Europea, coincide con esto último, al asegurar que “el dictador tiene el dinero y aliados suficientes como para iniciar una campaña terrorista local e internacional”.
Esperemos que el nombre escogido para esta operación militar no coincida con la historia narrada en la Odisea de Homero, donde Ulises tarda diez años en regresar a Ítaca. Por lo pronto conocemos quién es el Cíclope, pero aun no sabemos a quienes corresponden los personajes de Circe, Telémaco, Penélope y el papel estelar de las sirenas.