El presidente de Yemen se aferra al poder mientras continúa la violencia

El presidente de Yemen, Ali Abdalá Saleh, rechazó ayer un plan del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) para salir de la crisis que paraliza su país. Molesto porque planteara de entrada su relevo y alentado por una nueva movilización de sus partidarios, Saleh tachó la propuesta de «injerencia flagrante». Aunque en Saná las manifestaciones a su favor y en su contra transcurrieron sin incidentes, la represión de la protesta en Taiz dejó dos muertos y 25 heridos por arma de fuego, además de dos centenares de afectados por los gases lacrimógenos.

El presidente de Yemen, Ali Abdalá Saleh, rechazó ayer un plan del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) para salir de la crisis que paraliza su país. Molesto porque planteara de entrada su relevo y alentado por una nueva movilización de sus partidarios, Saleh tachó la propuesta de «injerencia flagrante». Aunque en Saná las manifestaciones a su favor y en su contra transcurrieron sin incidentes, la represión de la protesta en Taiz dejó dos muertos y 25 heridos por arma de fuego, además de dos centenares de afectados por los gases lacrimógenos.

«Es una intervención flagrante en los asuntos internos de Yemen», declaró el presidente yemení respecto a la oferta del CCG, ante los miles de seguidores congregados en la plaza de Sabain. «Nuestra legitimidad procede del pueblo yemení, no de Catar o de otros», subrayó antes de insistir varias veces en que rechazaba la injerencia. Saleh había dado a entender el pasado martes que aceptaba el arbitraje con la oposición que las monarquías del Golfo le habían ofrecido la víspera y que preveía reunirles en Riad para negociar una salida.

«Aceptó porque no podía decir que no a los saudíes, pero al darse a conocer que barajaban un plan similar al que ya desestimó el 24 de marzo no le ha gustado», estiman fuentes diplomáticas occidentales en Saná. Arabia Saudí, el miembro dominante del CCG, es el principal aliado de Yemen y un vecino con el que comparte 1.500 kilómetros de frontera. De ahí su preocupación por que la crisis pueda desestabilizar aún más el frágil armazón institucional de ese país y dar alas a los miembros de Al Qaeda que se refugian allí.

Una indiscreción del primer ministro de Catar, otro miembro del CCG, reveló el miércoles que ese foro preveía que Saleh entregara el poder al vicepresidente, un Gobierno dominado por la oposición y garantías de que ni él ni su familia serán procesados. El dirigente yemení, que tras 32 años en el poder se ha declarado dispuesto a adelantar las elecciones a primeros de 2012, se empeña sin embargo en pilotar el periodo transitorio hasta entonces.

La oposición, una amalgama de islamistas, socialistas y activistas independientes, volvió a reiterar ayer su rechazo a esa posibilidad. «Vete, Ali» y «eres el siguiente», corearon las decenas de miles de yemeníes que se dieron cita en la plaza de la Universidad de Saná, no muy lejos de donde los partidarios de Saleh le jaleaban. Un enorme despliegue de seguridad por parte tanto de las fuerzas leales al presidente como de los militares que se han alineado con los manifestantes, impidió que se produjeran incidentes.

Sin embargo, en Taiz, 250 kilómetros al sur de la capital, el funeral por los fallecidos en las protestas de los días pasados volvió a desencadenar la violencia. Al parecer, la policía trató de impedir que los asistentes corearan eslóganes contra Saleh. Dos personas resultaron muertas y 25 heridas por arma de fuego, según la agencia Reuters. Otros dos centenares tuvieron que ser tratados por los efectos del gas lacrimógeno.

Cada vez más aislado tras la deserción de parte del Ejército y de los jefes tribales y religiosos, Saleh sabe que no puede perder también el apoyo saudí. Por eso ayer mismo envió a Riad a su ministro de Exteriores y poco después de la intervención ante sus seguidores un comunicado oficial matizaba sus palabras. Según el texto difundido por la agencia Saba, el presidente «se muestra favorable a los esfuerzos del CCG que dirige Arabia Saudí para arreglar la crisis, pero rechaza las declaraciones de Catar, que constituyen una injerencia inaceptable en los asuntos yemeníes».

Su otro gran aliado, Estados Unidos, que hasta ahora consideraba a Saleh un aliado indispensable en la lucha contra Al Qaeda, también ha empezado a tomar distancias. The New York Times aseguraba el pasado lunes que Washington ha «concluido que es improbable que [el presidente yemení] lleve a cabo las reformas necesarias, por lo que debe facilitarse su salida». Ayer, The Wall Street Journal informaba de que la Administración de Obama ha congelado su paquete de ayuda a Yemen, cuya primera entrega tenía que haberse producido en febrero, y que sin duda constituía una apuesta por su lealtad en el combate contra los terroristas.

FUENTE https://selenitaconsciente.com

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