Conócete a Ti Mismo o la Genialidad del Domínio de Sí Mismo

Una simpática anécdota se cuenta del Templo ubicado en la Isla de Delfos, al cual Querefonte, amigo de Sócrates, consultara y cuyo resultado daría la premisa que acosó por el resto de su vida, primero a un amigo y luego a Grecia toda. La sentencia emitida por la daimon intermediaria entre dioses y hombres, la sacerdotiza del templo, fue que “Sócrates era el mas sabio de los hombres”. Lo cual, en realidad no hubiese tenido mayor trascendencia, a no ser porque Querefonte se lo comunicó al incrédulo aludido y de allí, la duda socrática lo encaminó a indagar por entre los encumbrados y sordos egos, entre los que el filósofo encontró enemistades vitalicias.

Templo Delfos

Porque un genio que no tiene precio, -cosa cada vez mas rara en los tiempos que corren-.  Para quien no tiene costumbre de pensar por si mismo, quien piensa resulta incómodo y con una frecuencia abrumadora y ordinaria, -por repetitiva-, vemos al tirano ejercer su poder de hombrecillo urgido de aduladores incondicionales, eliminar a quienes por mérito y virtud propia destellan, desde entonces hasta aquí. ¿Quién le diría a Sócrates que su inmortalidad sería tan larga?, ¡y quién a sus enemigos pasar a la historia como eso!. Insignificantes enemistades mezquinas, de un carisma que al igual quel sol, no se tapa con un dedo… porque ¿cuál fue el error que no le perdonaron a Sócrates sus enemigos, sino pensar por sí mismo?

En realidad Sócrates dictó un curso de filosofía, específicamente hablando de ontología, con su vida misma. Cuando hablamos de onto, realmente aludimos al ente. O al ser. Y la esencia humana como todos sabemos e irrepetible, y aunque todos tenemos similitudes, cabeza, tronco y extremidades, sin embargo eso no es suficiente para que persigamos los mismos fines. Sócrates percibió como su propio destino otológico la búsqueda de la verdad, que suena inabarcable. Pero que es de vital importancia para evitar adorar falsos ídolos, que tanto horrorizan a cualquiera que se precie de entender filosofía, así ha sido desde la Grecia clásica hasta al menos el existencialismo.

Los falsos ídolos, por supuesto nos alejan de una vida, reflexionada, analizada, e inspirada por esta palabra tan desusada, como lo es la “virtud”. Ya no parece que ella sea el motor para encontrar amistades, es más, parece su opuesto. Entre más corrupto el vínculo con alguien, parece que hay mayor complicidad, más ego y más ordinariedad, a diestra y siniestra. Las máximas de una amistad virtuosa se centraban en la antigüedad en la búsqueda del bien común, en la emulación del bien, la verdad y la belleza. Los banquetes mas exquicitos de la antigüedad, a los que todos seguimos siendo invitados, y de los que todos aún podemos degustar, eran un pretexto para beber poco y pensar mucho. Para destilar fineza y afianzar conocimientos… lejanos están esos tiempos.

Sócrates

Lo interesante es que en el antiguo templo de Delfos, también se encontraba una inscripción que decía “conócete a ti mismo” y que en realidad alude a escuchar a esa voz que todos tenemos dentro y “conforme a la razón”, aunque sin duda también se puede perder todo contacto con ella, ya desde tiempos de Heráclito, un príncipe que abdicó renunciando a su comodidades de noble, se le agotó la paciencia por la humanidad de la que huyó, refugiándose en un retiro solitario donde pudiera pensar y vivir escuchando a la razón, y filosofando.

Algo que evoca igualmente al espíritu hindú, de los renunciantes, que aspiran a un bien que puedan portar dentro de sí, y que vá mas allá de conocerse a sí mismos. Que llega inclusive, al dominio de sí mismos.  En la mitología hindú, a estos hombres capaces de meditar y dominarse a sí mismos, las divinidades no pueden negarles nada, de manera que llegan a ser estos daimons o genios, intermediarios entre dioses y hombres. Pueden pedir lo que deseen que les será otorgado. Porque se dominan a sí mismos.

Los griegos, me parece que se conformaban con el conocimiento de sí mismos, que no se llamaba dominio de si mismos, se conformaban, con fines más didácticos, que a veces pecan de simplistas, pues, para quienes no alcancemos a vislumbrar claramente alguna virtud hasta su esencia, entre las que por supuesto tiene un sitio privilegiado el  amor, tal y como nos advirtió el fiel discípulo de Sócrates, Platón. La reencarnación se presenta como el camino, pues inclusive los griegos, creían en la reencarnación, y sabían que para desprenderse de una vida y encaminarse a dialogar con los grandes en vez de dirigirse al inframundo, -que no infierno-. Había que estar a medida, tener tema de conversación, vamos. Dialéctica si se puede, por aquello de desprender a las premisas de la falsedad que hubiera en ellas.

Los grandes, por cierto, no se entretienen en nimiedades, la búsqueda del bien para muchos o para todos es lo que buscan los iluminados. Los maestros de la humanidad. Y por cierto piénsese en las y los maestras y maestros que cada cual guste, Sócrates sin duda está entre ellos y ellas. Tal vez, sólo tal vez, está con Diótima, y siguen dialogando sobre la genialidad amorosa y su natural servicio de mensajería entre dioses y humanidad.

Templo Delfos 02

http://hablemosdefilosofia.wordpress.com/2013/01/05/conocete-a-ti-mismo-o-la-genialidad-del-dominio-de-si-mismo/

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