MISTERIOS CRISTIANOS

La aparición en Alejandría hace más de un año de un vaso de cerámica con una inscripción en griego que parecía decir “Cristo, el mago”, parece reforzar el vínculo entre el Nazareno y Egipto, escuela de toda clase de sabios y profetas en la Antigüedad. Sin embargo, no es la única prueba que une a Jesús con la tierra de los faraones. Algunas tradiciones, mitos y leyendas señalan a Egipto como la cuna del conocimiento del Mesías.


Jesús y Egipto constituyen una combinación difícilmente superable; un verdadero cóctel de misterio, tradición, magia y fe. Quizá la figura del Mesías, más asentada en nuestra tradición judeocristiana, nos aproxima al entendimiento de una de las culturas más fascinantes de la Antigüedad, la egipcia. El conocimiento de su paso por el Valle del Nilo no viene de las Escrituras Sagradas, sino de fuentes indirectas, textos apócrifos e, incluso, de leyendas de dudosa credibilidad, pero, en definitiva, señala a Egipto como la escuela donde se formó como sabio. La vasija descubierta en el Portus Magnus de Alejandría podría ser una prueba de ello, como ya veremos. El Nuevo Testamento proporciona muy pocos datos en relación a los años pasados por Jesús en este país. El Evangelio de Mateo es el único que recoge el viaje del niño al Valle del Nilo. En el versículo 13 podemos leer: “Después que ellos se retiraron, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: ‘Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle’”.

En aquella época, pocos años antes del cambio de era, Egipto era ya una provincia del Imperio que estaba gobernada por el emperador romano Octavio Augusto. Aun así, conservaba gran parte del conocimiento y de la sofisticación que la habían caracterizado durante miles de años. Filósofos, pensadores, sabios y científicos de toda clase viajaban a Alejandría, ciudad que había sustituido a la Atenas de la época clásica como centro del saber de todo el mundo. Sin embargo, y a pesar de la abundancia de menciones, en muchos casos solamente la tradición oral y las leyendas alimentadas durante siglos a la luz de las hogueras del desierto constituyen la prueba fidedigna de la presencia de Jesús en tierras del Valle del Nilo. ¿Es la nueva vasija descubierta en Alejandría por Franck Goddio la prueba tangible de la presencia de Jesús en Egipto? Y, yendo mucho más allá, ¿podríamos dudar no solamente de la existencia histórica de Jesús sino, como es lógico, de su presencia en Egipto? Muchos expertos, sin embargo, no necesitan la aparición de un objeto tangible para demostrar los movimientos de Jesús por el País del Nilo. Ni tampoco la fe.

En palabras del doctor Antonio Piñero, catedrático de Filología Griega en la Universidad Complutense de Madrid, no se puede concebir el nacimiento y la expansión del cristianismo sin el reconocimiento de una figura real como la de Jesús”. Tomando como premisa esta afirmación podemos analizar la abundancia de lugares y objetos relacionados con Jesús que hay en aquel país. Según la tradición, fue el apóstol san Marcos quien en el año 40 evangelizó Egipto. Fuera o no así, lo cierto es que Egipto siempre ha sido uno de los lugares predilectos de las Sagradas Escrituras. Muy cerca del monasterio de la Virgen María de Maadi (El Cairo), lugar en el que descansó la Sagrada Familia, sucedió un supuesto hecho milagroso el 12 de marzo de 1976. En las aguas del Nilo apareció flotando una Biblia abierta por el Libro de Isaías, capitulo 19, versículo 25, en el que se puede leer “Bendito sea mi pueblo Egipto”. Hoy la Biblia se guarda en el citado monasterio como una reliquia para devoción de todos los fieles.

¿Podemos conocer con certeza los lugares donde supuestamente descansó Jesús o las escuelas en las que se formó en Egipto?

La ruta sagrada

En Egipto encontramos casi una veintena de lugares en los que, supuestamente, descansó la Sagrada Familia durante su estancia en el país, escondida de las fuerzas de Herodes.
Estos enclaves van desde el Delta, en el norte del país, hasta el Egipto Medio y conforman un enrevesado recorrido de casi 3.000 km. A lo largo del mismo podemos encontrar reliquias sorprendentes, algunas de las cuales recuerdan al mundo islámico, cultura en la que, no lo olvidemos, se ve imbuido Egipto desde el siglo VII. Relatos imprecisos, principalmente de monjes eremitas de los primeros siglos de la era cristiana, refieren la visita de Jesús a varios lugares del Delta.

Entre ellos cabe destacar Bubastis, la actual Tel Basta, localidad dedicada a la antigua diosa gata Bastet. Pero de la presencia de Jesús en ella –si realmente estuvo allí– solamente quedan algunos monasterios e iglesias dedicados a la advocación de la Virgen María. Sin embargo, el azar del destino sí nos ha legado una supuesta prueba en forma de reliquia de la estancia de la Sagrada Familia en la moderna ciudad de Sakha. La tradición cuenta que a su paso por este lugar Jesús posó el pie sobre una piedra y dejó su divina impronta en ella. Desde entonces el lugar pasó a llamarse en lengua copta Bikha Isous, es decir, “la huella de Jesús”. La supuesta reliquia fue descubierta en el transcurso de unas excavaciones arqueológicas realizadas en el año 1986 en los alrededores de la iglesia. En la actualidad, esta “huella” es uno de los objetos de devoción más venerados por los cristianos coptos.

Algo parecido sucedió camino del Alto Egipto (al sur), cuando la Sagrada Familia recorría en barca las aguas del Nilo que cruzan la ciudad de Cinópolis, dedicada antiguamente al perro Anubis. Al pasar por la montaña de Gebel Al Tair, un enorme bloque de roca se desprendió de la cima y se precipitó sobre la embarcación. Ante el susto de María y José, el niño Jesús levantó la mano y detuvo con ella la piedra, quedando su impronta grabada en la misma. Cuando el rey de Jerusalén, Almerico, invadió el Alto Egipto, cortó la piedra y se llevó la reliquia a Siria en el año 1168.

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