Cuando el niño era niño
andaba con los brazos colgando,
quería que el arroyo fuera un río,
que el río fuera un torrente
y que este charco fuera el mar.
Win Wenders es, fuera de toda duda, uno de eso directores contemporáneos que han alcanzado las selectas salas del olimpo cinematográfico, un realizador en toda regla que en su acervo posee ya dos o tres películas (quizá unas pocas más) que dan testimonio de las cimas y los abismos que el verdadero arte nos permite rozar y atisbar.
Este es el caso, justamente, de Der Himmel über Berlin, una película de 1987 que en español se conoce con los títulos de Las alas del deseo yCielo sobre Berlín. Para los conocedores del cine hecho por Wenders, esta es su mejor película, aquella que le valió una suerte consagración en el mundo del séptimo arte.
El argumento de la película es, desde el inicio, profundamente emotivo, pues cuenta la historia de un par de ángeles que atestiguan el devenir de la vida en Berlín pero sin ser capaces de tomar parte en los asuntos de los hombres; se trata, sin embargo, de ángeles empáticos que de algún modo aprenden a sentir pena por el sufrimiento a que está condenado el género humano, al grado de que uno de ellos no duda en sacrificar su propia inmortalidad a cambio de aliviar dicha tragedia.
Ténicamente, la película llamó la atención por el juego cromático en la perspectiva. Los ángeles ven el mundo en sepia, mientras que el mundo del ser humano es proyectado en color. Según se dice, Wenders y Henri Alekan, el director de cámara, se sirvieron de un par de medias de seda para conseguir el primer efecto. Por lo demás, el lenguaje cinematográfico del filme es uno de los mejores logrados, de los más elocuentes, en toda la historia.
En suma, una película que recomendamos ampliamente y que sin duda no te defraudrá, de ningún modo.
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