Capadocia,… silencio y chimeneas

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Situada en la región turca de Anatolia Central, la Capadocia es una de las zonas naturales de origen volcánico con las más fantásticas chimeneas del mundo. Cuna de los primeros hititas, sus formaciones rocosas, iglesias rupestres, ciudades subterráneas y restos de pueblos prehistóricos sorprenden por lo insólito y enamoran por lo auténtico. Aquí la naturaleza manda y el silencio se convierte en música.

Las caprichosas formas de la Capadocia viven desde hace años en la retina de muchos viajeros que, a modo de sueño largamente buscado, se conjuran cada vez que quieren rodearse de magia.

La Capadocia debe su origen a una erupción volcánica y constituye uno de los enclaves más antiguos de la Tierra. Su nombre en turco significa «Tierra de bellos caballos», los mismos que desde tiempos inmemoriales habitaron el lugar y que en una ocasión sirvieron para agasajar a los reyes persas Darío y Jerjes. La geografia de la Capadocia, única en el mundo, está declarada Patrimonio de la Humanidad, porque humano es emocionarse y vibrar, disfrutar y admirar, dejar que la naturaleza nos sobrecoja con su inigualable belleza.

Sin embargo, también resulta humano aprovechar lo que la naturaleza nos regala. Por ello, desde hace siglos las imposibles formaciones rocosas de la Capadocia han sido habitadas, vividas y rezadas. Toda la vida de la Capadocia gira en torno a la roca excavada, cuevas artificiales que hoy se utilizan como auténticas suites de lujo en los hoteles, como salones de té o exquisitos y glamourosos restaurantes. Ciudades enteras surgidas del rugir de un volcán que apabullan por la belleza de su silueta y lo aleatorio de sus formas.

Los primeros asentamientos tuvieron lugar en los siglos III y IV, cuando los cristianos comenzaron a fundar iglesias y monasterios excavando la caprichosa roca del lugar. La ciudad de Goreme es sin duda la más bonita de todas y, por tanto, también la más turística. Repleta de acogedores restaurantes y hoteles, es un lugar excelente para sentar el campamento base y empezar a explorar la Capadocia. Al atardecer, sus fálicas chimeneas se recortan contra el azul imposible de un cielo que no conoce la polución y el viajero puede descansar henchido de belleza. El Museo al Aire Libre de Goreme todavía conserva capillas con frescos que se remontan a los siglos XI y XII y que, sorprendentemente, están muy bien conservados, dejando admirar lo vivo de sus colores y lo explícito de sus narraciones. Parece que el tiempo se detuvo completamente dentro de estas cuevas. En el mismo museo se pueden visitar también casas y almacenes, recuerdos y testigos de una época en la que la roca era a la vez cobijo y defensa de todos sus habitantes. Si se visita en verano, es importante recordar que las temperaturas pueden subir alegremente por encima de los 40 grados centígrados, de modo que resulta más que recomendable cubrirse la cabeza. No obstante, el frescor de sus cuevas hará que la experiencia sea inolvidable.

Urgup y Nevsehir son otras dos ciudades reclamo para el visitante. En ellas podrá encontrar excelentes muestras de la artesanía del lugar, desde alfombras tejidas a mano hasta seductoras vasijas de barro, pasando por supuesto por el inevitable ojo de la suerte turco, que llega a aparecer en casi cualquier objeto de utilidad para la casa.

Otra de las grandes atracciones de la Capadocia son sus ciudades subterráneas –36 en total–, unos lugares claustrofóbicos y húmedos donde se refugiaban sus primeros habitantes cuando iban a ser atacados. La vida allí podía transcurrir durante largos meses, ya que estaban equipadas de todo lo necesario para sobrevivir: orificios de ventilación, graneros y hasta establos para los animales.

Sin embargo, la fotografía que todos los viajeros anhelan traer de la Capadocia es la de sus cónicos pilares sobresaliendo entre sus valles. Los turcos las llaman «Chimeneas de las Hadas», pero lo cierto es que el nombre no puede ser más apropiado. El paso del tiempo ha hecho de estas espontáneas construcciones un verdadero placer para la vista, y son muchos los miradores que existen para poder apreciarlas sin ninguna prisa entre las ciudades de Nevsehir e Irgup.
Una de las mejores maneras de saborear la insólita belleza de la región de Capadocia es contemplarla desde los cielos en un globo aerostático. Su climatología resulta perfecta y cada mañana a las cinco de la madrugada son muchos los que venciendo al sueño y la pereza se encaraman en un colorista globo para, entre risas y nervios, disfrutar de una de las vistas más bellas del mundo. Desde las alturas, las singulares formaciones rocosas parecen aún más extravagantes, los colores más intensos y el amanecer más completo. Y es que la Capadocia cuenta con todos los ingredientes para convertirse en un viaje perfecto donde la comodidad y el exotismo conspiran plenamente para hacernos sentir a gusto.

… A escasos kilómetros de Göreme se encuentra Zelve, un pequeño pueblecito célebre por sus valles que esconden viejos templos escavados en la roca. El Museo al Aire Libre de Zelve no es tan espectacular como el de la vecina Göreme pero merece la pena recorrer estas viejas construcciones, vestigios de tiempos más prósperos.Zelve no fue siempre una región pequeña, entre los siglos IX a XIII, fue un importante núcleo religioso al que se retiraban sacerdotes y anacoretas para dedicarse plenamente a la oración. Con el paso del tiempo, nuevos inquilinos llegaron a esta región, colonizando los valles y excavando cientos de viviendas en la roca. Este peculiar estilo de vida perduró durante siglos.

Las comunidades cristiana y musulmana convivieron pacíficamente hasta 1924, cuando se produjo una diáspora masiva de la comunidad cristiana por cuestiones políticas. Esto no significó el abandono del valle que continuó habitado hasta 1952, cuando el Gobierno de la República de Turquía determinó que aquella región era inhabitable por el penoso estado de conservación de las viviendas y por el riesgo de derrumbamiento de las viviendas.

Los valles de Zelve quedaron desiertos y sus habitantes fundaron el nuevo pueblo al que llamaron Nueva Zelve (Yeni Zelve) a tan sólo dos kilómetros de los valles. Debido al interés histórico de la región abandonada, en 1967 Zelve se convirtió en un museo al aire libre sin demasiadas posibilidades de restauración debido a la agresiva erosión.

Museo al aire libre de Zelve El museo se ubica en la intersección de tres valles, dos de ellos interconectados por un túnel. El entorno ofrece a los viajeros un paisaje plagado de esbeltas chimeneas de hadas, viviendas excavadas en la piedra, pasadizos y túneles que conectan diferentes cuevas; un lugar especialmente interesante para disfrutar del senderismo y la escalada.
El paso del tiempo ha sido inclemente con los frescos de las iglesias, deteriorando las pinturas rupestres que engalanaban las paredes de los templos, nada que ver con los vivos colores que pueden contemplarse en el complejo de Göreme. Además, se cree que los habitantes de la región se oponían a las representaciones pictóricas a pesar de la implantación iconoclasta del gobierno de Bizancio.

Con fresco o sin ellos, la excursión por los valles de Zelve supone un incentivo más que suficiente para conocer esta remota región de la Capadocia.

Qué ver en el museo de ZelveDirekli Kilise, la Iglesia de las Columnas: se accede a ella atravesando una puerta en forma de herradura y debe su nombre a las seis columnas que sustentan la cúpula central de la sala. Este templo, construido a principios del siglo XI, presenta tres ábsides y tres naves. Aunque los frescos están muy deteriorados, aun se conservan pinturas en las columnas y en el ábside central donde están representados Jesucristo acompañado por la Virgen María y San Pedro. Una de las curiosidades de este templo es que se cree que en él se formaban los futuros monjes.

Üzümlü Kilise, la iglesia de las uvas: Este templo fue levantado hacia el siglo X, originalmente presentaba inscripciones que indicaban el nombre del templo y su fecha de construcción. Su nombre se debe a las uvas representadas en los frescos que decoraban las paredes de la iglesia; actualmente se encuentran en un lamentable estado de conservación. A pesar del deterioro se pueden contemplar símbolos que nos hablan del modo de vida de aquel entonces: cruces, motivos referentes a la pesca y como no, los racimos de uvas.

Geyikli Kilise, la iglesia del Ciervo: Su nombre se debe a las viejas pinturas que cubren sus paredes, ahora casi irreconocibles, que escenifican los principales símbolos del cristianismo en aquella época: la cruz, venados y peces. Parece ser que los peces representaban a los nuevos fieles de la iglesia.
Balikli Kilise, la Iglesia del Pez: Debe su nombre a los peces representados en color rojo en el ábside central del templo. También se puede observar una enrome cruz que ocupa el centro del ábside.

Por último, se pueden visitar los restos de una vieja mezquita construida con piedra y argamasa que conserva un bonito minarete y un viejo molino que fue utilizado hasta mediados del siglo XX.

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