El enigma de los cráneos alargados

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Desde hace ya tiempo la
arqueología nos ha revelado la existencia en el pasado de ciertos individuos
con cráneos que –como poco– podríamos calificar de muy inusuales. No se trata
exactamente de la típica dolicocefalia, rasgo común en muchas personas aun en
la actualidad, sino de cráneos extraordinariamente alargados (o abombados hacia
atrás) que se salen de los parámetros habituales. La arqueología y la
antropología convencionales han explicado la existencia de tales cráneos en el
marco de una antigua costumbre de diversos pueblos primitivos de alargar
artificialmente el cráneo mediante la aplicación de un entablillado[1]
en los niños pequeños, de tal modo que según va creciendo la criatura, el
cráneo –sometido a fuerte presión– se ve forzado a tomar una forma marcadamente
achatada o alargada. Esta práctica estuvo extendida en diversos puntos del
globo hasta épocas muy recientes, desde el Congo (África) hasta la Melanesia,
en el Pacífico.

Hasta aquí podríamos decir que
“todo normal”, pero lo que ocurre es que varios autores alternativos han
señalado que, aun reconociendo que este fenómeno cultural existe desde hace
siglos y no admite discusión, en muchos casos de cráneos hallados en antiguas
tumbas, el volumen craneal es espectacularmente más grande que el del Homo
sapiens
normal, hasta el punto de poder hablar de cabezas cónicas. Dicho de
otro modo, el entablillado puede modificar la forma original del cráneo pero no
aumentar su tamaño, esto es, no justifica que éste tenga un volumen bastante
superior al habitual.
En efecto, la arqueología
alternativa lleva décadas viendo cosas raras en estos extraños
individuos, que también han sido considerados como posibles casos de patologías
o malformaciones genéticas específicas. No obstante, tal singularidad o
excepcionalidad se vendría abajo ante la cantidad y concentración de estos
ejemplares en determinadas comunidades, como por ejemplo en la región de
Paracas (Perú) o en la isla de Malta. Lo cierto es que estos cráneos aparecen
en varios lugares del mundo (Norteamérica, Sudamérica, Rusia, Malta, Egipto…)
y han producido cierta perplejidad en los investigadores, dado que muestran
unas  anormalidades similares que se
repiten de forma constante y que suelen ir acompañadas de otros rasgos
peculiares, lo que ha dado lugar a la especulación de que estamos ante una raza
humana distinta, con algunas características genéticas bien diferentes de las
del Homo sapiens.
Cráneos de H. sapiens y H. neanderthalensis
Por de pronto sabemos que en la
lejana prehistoria, los humanos tuvieron una gran capacidad craneal que fue
decreciendo según avanzaba el Paleolítico (en sus etapas media y superior).
Así, se sabe que el volumen  craneal
medio de los neandertales y de los sapiens arcaicos –entre ellos, los
Cro-Magnon– oscilaba entre los 1.500 y los 1.700 cm.3 aproximadamente,
frente a la media del sapiens moderno de unos 1.400 cm.3. Sin
embargo, los individuos con cráneos alargados presentan volúmenes enormes que
se sitúan bien por encima de los 2.000 cm.3, hasta alcanzar incluso
los 2.500. Pero, aparte del volumen, estos cráneos presentan características
tan inusitadas como las órbitas oculares más grandes, la ausencia de sutura
sagital[2],
el marcado desplazamiento hacia atrás del foramen mágnum[3]
o el arco zigomático[4]
muy pronunciado. Finalmente, cabe destacar que estos cráneos a veces presentan
restos de pelo rojo o rubio y que forman parte de esqueletos de gran altura. De
hecho, se tiene noticia de la presencia de estos cráneos en tumbas de túmulo de
Norteamérica (la llamada cultura de los Mound Builders) excavadas desde
el siglo XIX, que algunos autores alternativos atribuyen a antiguos gigantes,
individuos bien por encima de los dos metros y en ocasiones por encima de tres[5].  Por cierto, también existen rumores (no
contrastados) de que el famoso rey Pakal de Palenque –cuya tumba se excavó hace
más de medio siglo– era un gigante de 2,70 metros con seis dedos en manos y
pies y con un pronunciado cráneo cónico.

Hipótesis sobre el origen de estos cráneos

La arqueología convencional ha
pasado de puntillas sobre estos cráneos, no dándoles excesiva importancia y
atribuyendo las anormalidades a los argumentos ya expuestos, sobre todo
haciendo hincapié en la consabida deformación artificial. Sin embargo, algunos
investigadores independientes no comparten esta visión, y creen que los cráneos
alargados forman parte de una página aún no escrita de nuestra historia más
remota, si bien difieren al interpretar la naturaleza de este fenómeno.
Lo que tienen en común estas
opiniones heterodoxas es la convicción de que, por un lado, estamos ante unas
pequeñas comunidades con rasgos genéticos propios, distintos a los de la
población humana “normal” y, por otro, que las versiones oficiales del
entablillado y las patologías no se sostienen. Ahora bien, a la hora de
profundizar en los orígenes de estos cráneos anómalos, aquí ya hay valoraciones
para todos los gustos. Mientras algunos autores apuestan por hablar de una
antigua élite humana de origen desconocido, tal vez surgida de una hipotética
serie de mutaciones, otros plantean abiertamente que tales individuos no eran
humanos, o sea, que eran seres extraterrestres o –al menos– híbridos de humano
y alienígena. Vayamos, pues, por partes y estudiemos ambas propuestas.
El libro de M. Pizzuti
Como ejemplo de la primera
corriente, tenemos al investigador italiano Marco Pizzuti, que abordó este tema
en su libro Descubrimientos arqueológicos no autorizados[6].
Pizzuti, al igual que otros autores anteriormente, presta atención a las
imágenes de algunos faraones o miembros de la realeza egipcia con cabezas muy
alargadas, como por ejemplo la famosa familia de Akenatón[7],
representada según el típico canon estilístico de El-Amarna. Pero tales rasgos
podrían ser mucho más antiguos, porque en las excavaciones realizadas por el
egiptólogo inglés Walter Emery (sobre todo en Saqqara) ya habían aparecido
tumbas de individuos con estos cráneos, datadas en la época predinástica. Pero
hay más, según apunta Pizzuti. En Mesopotamia tenemos muchas antiguas
estatuillas de ciertos individuos de carácter divino o semidivino, una especie
de Diosas-Madre con cráneo muy alargado y rostro de serpiente. Además, Pizzuti
se fija especialmente en los cráneos de Malta, en particular los del hipogeo de
Hal Saflieni, un lugar de culto dedicado a la Diosa-Madre. Estas gentes de
grandes cráneos estarían relacionadas con el espectacular periodo megalítico de
la isla, que los expertos datan tradicionalmente en el Neolítico, pero que
Pizzuti sitúa en una época bastante anterior, a partir de ciertos indicios
arqueológicos y geológicos.
Cráneo de la familia de Akenatón (Egipto)
Para el autor italiano, todos
estos individuos pertenecerían a una estirpe o casta dirigente de carácter
político-religioso –a la que llama “sacerdotes-serpiente”– que mantenía su
aspecto atípico mediante la celosa conservación de su genética, lo que se
traducía en una estricta endogamia, algo bien distintivo de la antigua realeza
egipcia pero en general de toda la realeza hasta prácticamente nuestros días.
Dicha estirpe estaría extendida por diversos lugares del planeta y no tendría
relación genética con la población súbdita. Así, Pizzuti –citando a Emery–
concluye que la antigua estirpe pre-dinástica egipcia tenía rasgos nórdicos[8]
y que por ello no sería oriunda de Egipto. En cuanto a su origen, podría estar
relacionada con los míticos Shemsu Hor (“Seguidores de Horus”),
gobernantes de Egipto durantes miles de años antes de la llegada de la primera
dinastía “histórica”. En todo caso, según Pizzuti, esta casta se habría
conservado pura y aislada durante milenios hasta que empezó a mezclarse con la
aristocracia local, tanto en Malta como en Egipto, hacia el 2.500 a. C.
En cuanto a los defensores de la
intervención de seres no humanos, su versión de los cráneos alargados pasa por
la irrupción de una raza alienígena en los asuntos terrestres en algún momento
de nuestra prehistoria. Para estos autores, las cabezas cónicas serían propias
de una raza extraterrestre y los casos históricos de elongación artificial de
cráneos serían precisamente un intento de las élites gobernantes de parecerse a
los antiguos reyes-dioses venidos del espacio. En este sentido
sabemos que ya en varias culturas y civilizaciones antiguas (el valle del Indo,
Sumer, Egipto, los olmecas, los mayas, los incas, etc.) se practicó este tipo
de deformación.
Sobre estas teorías no hay mucho
que explicar, pero en pocas palabras podemos decir que la mayoría de ellas se
inspiran en el trabajo de Zecharia Sitchin y otros autores afines, que
consideran que los dioses sumerios Anunnaki eran los mismos Nefilim de la
Biblia, ángeles caídos a la Tierra, que posteriormente dieron lugar a la mítica
raza de gigantes. Por ejemplo, en esta línea tenemos al autor americano L. A.
Marzulli, que insiste en la tesis de que los individuos de Paracas eran los
híbridos Nefilim (resultado de la unión de las hijas de los hombres con los
hijos de los dioses), a partir de la combinación de los datos científicos con
los relatos bíblicos. Asimismo, hay incontables webs de ufología y de ciencias
ocultas que de vez en cuando sacan a la luz noticias sin ton son, como el
supuesto hallazgo de tres cráneos alargados ¡en la Antártida!, que indefectiblemente
han de ser de alienígenas[9].
En cualquier caso, las
argumentaciones para intentar demostrar que los cráneos no son propios de este
mundo reinciden en la gran extrañeza o excepcionalidad de los casos y en la
improbabilidad de que sean deformaciones artificiales o mutaciones aleatorias.
Pero, por supuesto, para tratar de sustentar estas hipótesis y despejar las
incógnitas, los partidarios del origen extraterrestre de los cráneos debían
recurrir a pruebas aportadas por una ciencia más dura o empírica, y esto
es lo que ha sucedido –a su parecer– con unos recientes análisis de ADN,
obtenidos a partir de muestras de los cráneos de Paracas, que pasamos a
comentar en el siguiente apartado.

Los recientes (y polémicos) análisis de ADN

Cráneos alargados del Museo de Paracas
El investigador norteamericano
Brien Foerster se ha interesado especialmente por los cráneos de la península
de Paracas (Perú), y su enfoque se sitúa en las hipótesis extraterrestres; de
hecho, él es colaborador asiduo de la serie Ancient Aliens. Pues bien,
estos cráneos –e individuos– fueron hallados en tumbas de una gran antigüedad
excavadas a finales de los años 20 del pasado siglo por el arqueólogo peruano
Julio Tello (1880-1947). Este reputado experto creía que dichos restos humanos
pertenecían a la antigua cultura megalítica de Chavín de Huantar, a partir de
ciertas semejanzas en los artefactos e iconografías, y que no había que
atribuirles una antigüedad superior a los 3.000 años, pero Foerster señala que
nunca se han identificado tales cráneos en la zona de Chavín y que se han
hallado en Paracas útiles de piedra de hasta 8.000 años de antigüedad. Al
parecer, los habitantes de Paracas eran básicamente pescadores, pero –a juicio
de Foerster– podrían haber sido navegantes en épocas muy antiguas. En todo
caso, los estudios sobre esta cultura apenas han avanzado desde la intervención
de Tello, y gran parte de la zona arqueológica –el llamado Cerro Colorado,
donde estaba enterrada la clase dirigente y sacerdotal– no es accesible al
público para prevenir, según las autoridades, el saqueo sistemático de este
lugar.
Así las cosas, en 2013 Foerster
se planteó ir más lejos y para ello pidió al propietario del Museo de Paracas,
don Juan Navarro, que le permitiera extraer unas  muestras de los cráneos alargados[10]
para ser analizadas con la más moderna tecnología bioquímica. Esta empresa fue
impulsada gracias a la financiación conseguida por el ya mencionado Marzulli, e
implementada por unos laboratorios de EE UU y Canadá, los mismos que
habían realizado las pruebas sobre otro controvertido cráneo, el llamado Starchild[11].
Los resultados de los análisis se dieron a conocer en 2014 y levantaron
–como era de esperar– una gran polémica. Según Foerster, las pruebas preliminares
llevadas a cabo sobre la muestra 3A, de la cual se extrajo el ADN mitocondrial
(sólo procedente de la madre), revelaron la presencia de mutaciones
desconocidas hasta ahora en humanos, primates o cualquier otro animal. Esto
sería prueba fehaciente de la existencia de unas criaturas diferentes de los
conocidos sapiens, neandertales o los recientes Denisovanos, y que
–dadas las fuertes disimilitudes– no podrían cruzarse con los humanos
“normales”, lo que les habría llevado a una cerrada endogamia y posterior
degeneración.
Naturalmente, ante estas
proclamas, los “escépticos oficiales” y los académicos saltaron a la yugular de
Foerster, poniendo de manifiesto su falta de profesionalidad, su relación con
Pye (otro creyente en intervenciones alienígenas) y el sospechoso anonimato del
técnico genetista que realizó las pruebas. Además, le recordaron que la
deformación artificial de los cráneos en varias culturas es un hecho
antropológico harto conocido y que también se debía contemplar la enfermedad de
la craneosinostosis, una anomalía bien estudiada por la comunidad científica. Y
finalmente, los críticos aducían que la no explicación de determinados rasgos
genéticos (y eso aceptando que las pruebas de ADN se hubiesen efectuado
correctamente[12]) no
implicaba de ningún modo la presencia de una raza alienígena en nuestro
planeta.

¿Una pista sobre el origen de los cráneos?

Si aparcamos por un momento las
tópicas menciones a extraterrestres, Nefilim o dioses de cualquier tipo,
veremos que sin embargo los análisis de ADN arrojaron otros datos que sí
podrían tener un notable significado arqueológico, bastante menos “etéreo” que
el recurso a los alienígenas, y siempre dando –obviamente– un mínimo voto de
confianza a la calidad científica de los análisis realizados.
Cráneo de Paracas con restos de cabellera

Así, Foerster afirma que por
otras pruebas (se supone que por C-14) se habían datado dos cráneos empleados
en las muestras, uno en unos 2.000 años de antigüedad y otro en unos 800. Y lo
mejor viene ahora, porque en las muestras de pelo se detectó la presencia de un
haplogrupo (grupo de población genética) de tipo H2A, muy típico de Europa
Oriental y algo menos de la Occidental. Asimismo, otra muestra de polvo de
hueso reveló la presencia del haplogrupo T2B, originario de Mesopotamia. Ello
implica, lógicamente, que el origen de las gentes de Paracas podría vincularse
a poblaciones de Oriente Medio y de Europa, echando por tierra la teoría
académica sobre el poblamiento de América, que insiste en que la población
nativa de América era de origen asiático y que entró por el estrecho de Bering
hace unos 20.000 años, sin que hubiera ninguna nueva aportación hasta la
llegada de los europeos a finales del siglo XV.

Por otro lado, Foerster insiste
en que la presencia de pelo rojo o rubio en la población nativa americana es
del todo inusual, porque se sabe que los indios son de pelo oscuro, en todo el
continente. Esta característica identificada en los cráneos alargados sería
prueba de la intrusión de gentes venidas de tierras lejanas; para ello solicitó
los servicios de dos expertos en temas de cabello, que confirmaron que no había
habido decoloración y que el pelo analizado era un 30% más fino que el de la
población nativa americana, lo cual es propio del pelo rojo o rubio.
Se podría objetar aquí que los
datos de Foerster son erróneos o sesgados, pero lo cierto es que tenemos otros
datos que apuntan en una dirección parecida. Así, cabe reseñar que un estudio
genético sobre el ADN de la comunidad india norteamericana realizado en 1997
reveló la existencia de un pequeño porcentaje de individuos que poseen un grupo
muy extraño de ADN mitocondrial (“haplogrupo X”) que sólo existe en unas pocas
zonas de Europa y Oriente Medio. ¿Coincidencia? Además, pruebas posteriores
demostraron que este ADN atípico no provenía de la época de la conquista
europea, sino de una población foránea que llegó a América hace 36.000-12.000
años[13].
En suma, estaríamos apuntalando la tesis de que determinadas gentes venidas de
allende los mares se instalaron en América hace muchos miles de años, desmontando
la clásica versión del “descubrimiento” a cargo de Colón, que aún persiste como
teoría científica válida en el mundo académico.

Conclusiones

Al estudiar el tema de estos cráneos me he encontrado con
muchas conexiones con otro asunto polémico, el de los gigantes, que ya traté
extensamente en este mismo blog. Las pruebas e indicios apuntan en direcciones
semejantes, si bien la falta de estudios sistemáticos y la reticencia del mundo
académico a adentrarse en ciertas vías heterodoxas dificulta bastante cualquier
investigación seria. Lo que parece que podemos afirmar con seguridad es que
existe un cierto porcentaje de antiguos cráneos alargados que no es fruto de
deformaciones artificiales, sino que constituye un rasgo genético propio, y por
lo tanto estaríamos hablando de dos fenómenos diferentes, siendo la deformación
una consecuencia del contacto con las gentes de los cráneos alargados
“originales”. Por otro lado, la existencia de niños muy pequeños, incluso fetos[14],
con cráneos alargados demostraría que estamos ante una característica natural
en ciertos individuos.
En cuanto al hipotético conjunto de mutaciones que pudo
haber dado lugar a esta raza, es poco menos que vender humo, pues hoy por hoy no hay
pruebas científicas que puedan sustentar esta tesis. A su vez, las
malformaciones genéticas excepcionales –ya lo sabemos– pueden existir, pero
cuando van todas en la misma dirección y en tantos individuos y en lugares tan
distantes entre sí tenemos que reconocer que la hipótesis patológica tiene una
base más bien endeble.

Sin embargo, la pregunta
fundamental sigue siendo su origen y su relación con el resto de la población.
La hipótesis de que fueran realmente una élite gobernante –y además relacionada
con el fenómeno del megalitismo[15]
parece tener sentido vistos los ejemplos presentados, y el caso de Egipto es
bastante significativo al respecto. Ahora bien, ¿de dónde salieron? ¿Por qué
vía evolutiva (si es que creemos en la evolución humana)? ¿Cuál fue su origen
geográfico? ¿Cómo llegaron a extenderse por varios continentes? No tenemos
realmente respuestas a estas preguntas, a excepción de los indicios aportados
por las pruebas genéticas, que señalan a la Europa Oriental y a Oriente Medio
como una posible localización original de este pueblo[16].

Por último, cualquier mención a
alienígenas o a Nefilim puede parecernos una fácil salida de tono, y por
desgracia hay que reconocer que se ha hecho mucho espectáculo y negocio sobre
esta cuestión, sobre todo a base de falacias y especulaciones. Pero, sea como
fuere, lo que tenemos entre manos es una raza desconocida presente en nuestro
mundo hace miles de años, que desapareció o degeneró, y que no sabemos cómo
conectarla con los humanos modernos. Con todo, no podemos despachar la cuestión
con el dogma y la negación; está claro que esta raza tuvo que venir de algún
lugar; de este planeta, de otro, o de otra dimensión, y aquí no deberíamos
cerrar ninguna puerta antes de tiempo. La buena arqueología alternativa
requiere rigor y prudencia, pero también precisa de apertura de miras porque si
no nos quedaremos estancados en las “tranquilas aguas” del paradigma imperante.
© Xavier Bartlett 2016 

 


 

 

[1] Normalmente
consiste en presionar el cráneo con dos tablas de madera y una pieza de tela
bien apretada. La duración de esta práctica se sitúa entre los seis meses y los
tres años de edad.
[2] Esta
característica es considerada por la medicina como casi imposible y es
compartida por los cráneos de Paracas, Malta y Egipto
[3] Punto de
unión o articulación entre el cráneo y la columna vertebral.
[4] El hueso de
la mejilla.
[5] La
arqueología académica no reconoce la existencia de tales gigantes, pero la gran
mayoría de restos humanos de estas tumbas ha desaparecido o no está disponible
para su estudio o exposición, lo que ha levantado graves sospechas de
ocultación entre los investigadores independientes.
[6] PIZZUTI, M. Descubrimientos
arqueológicos no autorizados.
Ed. Obelisco. Barcelona, 2013.
[7] Por otro
lado, en bastantes casos, los restos de momias reales egipcias no son de
cráneos enormes, pero sí muy marcadamente dolicocéfalos.
[8] Por ejemplo,
una altura media muy superior a la de los nativos, constitución robusta y pelo
claro.
[9] Véase:
http://www.ufosightingsdaily.com/2016/07/alien-remains-in-antarctica-three-new.html
[10] Las
muestras incluían fragmentos de hueso, dientes, pelo y piel.
[11] Cráneo
anómalo hallado en el siglo XX en México e investigado a fondo por el autor
alternativo Lloyd Pye. Para más detalles, véase: https://somniumdei.wordpress.com/2016/03/16/el-extrano-starchild-rareza-biologica-o-ser-hibrido/
[12] Muchos
escépticos derriban directamente todas las afirmaciones heterodoxas al
considerar que los análisis presentados por Foerster no tienen ninguna validez
o credibilidad científica, dando por hecho que se cometieron errores o que las
muestras estaban contaminadas.
[14] Por
ejemplo, recientemente se dio el hallazgo en Bolivia de dos esqueletos: una
joven madre y un feto de entre 7 y 9 meses, ambos con marcado cráneo alargado.
[15] No debe ser
casual que exista una más que notable casuística megalítica en Perú, Malta y
Egipto, coincidiendo con la aparición de estos cráneos extraordinarios.
[16] Ello podría
presuponer que su dispersión por diversos rincones del planeta desde épocas muy
antiguas se debería a una difusión a partir de un hipotético centro, más que a
núcleos autóctonos independientes.

Un comentario en “El enigma de los cráneos alargados

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