En el intestino hay un vasto ecosistema compuesto no solo de decisivas bacterias. En su interior hay cien millones de neuronas desempeñando tareas imprescindibles y estableciendo conexiones directas con el cerebro. Lo analizamos.
A menudo, suele decirse que todo aquello que acontece en el cuerpo humano puede ser más fascinante incluso que lo que ocurre en el cosmos. El cerebro, por ejemplo, sigue presentando grandes y desafiantes enigmas. Como también lo hace el sistema entérico y esas neuronas del intestino capaces de mediar en el estado de ánimo e incluso en la salvaguardia de nuestra salud.
Para comprender la relevancia de esta parte del organismo al que solemos llamar popularmente “segundo cerebro” basta con destacar un dato. El sistema nervioso intestinal presenta hasta 5 veces más neuronas que la médula espinal. Esa complejísima red neuronal alberga cerca de cien millones de neuronas.
Además, el intestino colabora de manera constante con el cerebro, mediando en importantes funciones como la producción de serotonina. No obstante, en esa alianza entre uno y otro, no podemos dejar de lado un tercer actor: la microbiota intestinal, imprescindible en ese diálogo tan lleno aún de preguntas y misterios.
No obstante, a día de hoy ya podemos responder múltiples cuestiones al respecto de esa colaboración tan decisiva entre el eje cerebro-intestino. Profundicemos un poco más en este tema.
Neuronas del intestino, mediadoras del bienestar y la salud
Las neuronas del intestino cumplen funciones digestivas, inmunitarias, hormonales y metabólicas. Su relevancia es determinante tanto para la salud biológica como también para la psicológica. Tanto es así que en los últimos años hemos descubierto, por ejemplo, una relación entre ciertos trastornos depresivos y las alteraciones en ese vasto ecosistema intestinal.
Estudios, como los realizados en la Universidad de Uskudar de Estambul, destacan que tanto la red neuronal intestinal como sus microorganismos son decisivos para producir y distribuir sustancias neuroactivas como la serotonina y el ácido gamma-aminobutírico. Cualquier problema en esas funciones podría impactar en el estado de ánimo.
Así, y a medida que los científicos sitúan sus microscopios en estos mundos ocultos para la gran mayoría, se desentrañan datos asombrosos. Tenemos a nuestra disposición una compleja red de neuronas en el sistema intestinal que trabajan en conjunción con el cerebro. Conozcamos más datos.
¿Por qué tenemos neuronas en el sistema entérico?
El sistema entérico abarca toda el área del esófago, estómago, intestino delgado, colon… Sabemos que todo el tracto digestivo y en especial los intestinos disponen de una amplísima red neuronal. Así, estudios como los publicados en la revista Nature y realizados en la Universidad de Harvard han logrado realizar un mapeo de estas neuronas tanto en humanos como en modelos animales, para descubrir lo siguiente:
- Durante mucho tiempo se había pensado que las células nerviosas intestinales con las que nacemos son las mismas con las que morimos. Ahora sabemos que esto no es del todo cierto. Una parte de esas células intestinales se regeneran.
- Por otro lado, cabe destacar que el sistema nervioso entérico dispone de múltiples tipos de neuronas.
Si nos preguntamos ahora por qué el ser humano dispone de esta amplia cantidad de células nerviosas, la respuesta es sencilla. Las células del intestino trabajan en colaboración con el cerebro para protegernos de enfermedades, promover decisivas tareas como las digestivas, hormonales y metabólicas y mediar, a su vez, en las emociones.
¿Qué funciones tienen las neuronas del intestino?
Saber que el intestino cuenta con más de 100 millones de neuronas puede hacernos pensar que, efectivamente, nos encontramos con un segundo cerebro. Sin embargo, hay pequeños detalles que debemos aclarar. Este sistema neuronal del intestino no piensa, no razona, no resuelve problemas matemáticos ni compone poesía. No obstante, sí media en nuestro estado de ánimo.
Entre las clases de células nerviosas presentes en el intestino hay neuronas motoras y neuronas sensoriales. Asimismo, se recogen en dos tipos de ganglios: plexos mientéricos y plexos submucosos. Los analizamos.
1. Plexo submucoso o de Meissner, estimulación de hormonas y enzimas
Esta red de células nerviosas se extiende desde el esófago y llega hasta el ano. Sus principales tareas son facilitar la secreción de hormonas, enzimas y todas esas sustancias esenciales para los procesos digestivos. Esta primera red cumple básicamente tareas estimuladoras.
2. Plexo Mientérico o de Auerbach, el laboratorio químico del cerebro
El plexo de Auerbach es es el más relevante. ¿La razón? Este grupo de neuronas del intestino es el que presenta una conexión directa con el sistema nervioso central. Así, esta área incluye desde neuronas aferentes o sensoriales, interneuronas y neuronas motoras.
Las funciones que lleva a cabo son las siguientes:
- Regula los movimientos gastrointestinales.
- Se conecta con la vesícula, el páncreas e incluso con ganglios del sistema circulatorio.
- Las neuronas del intestino actúan como un auténtico laboratorio químico. Estimulan la producción de serotonina, dopamina, opiáceos para el dolor, etc.
- Esta red nerviosa es capaz de detectar la presencia de bacterias y estimular procesos como la diarrea para eliminar su presencia. Estas decisiones las toma sin tener órdenes del cerebro.
- El 70 % de las células del sistema inmunitario habitan en el área intestinal.
- Sabemos también que las neuronas del intestino pueden reaccionar activando células inmunitarias cuando detectan una inflamación en el tejido intestinal.
Conexión entre el cerebro y las células del intestino
La comunicación entre el cerebro y las células del intestino es bidireccionales. Es decir se envían y reciben datos mutuamente y lo hacen además a través de una red neuronal específica y propia, lo que implica que esos mensajes lleguen de manera casi inmediata.
En un estudio reciente realizado por el doctor Diego Bohórdez se descubrió que esa comunicación se produce a través del nervio vago, el cual, se conecta con el tronco encefálico. Asimismo, ese proceso se orquesta gracias al glutamato, un tipo de neurotransmisor capaz de optimizar y hacer más rápida la comunicación entre el intestino y el cerebro.
Por otro lado, se ha descubierto también que esos mensajes se trasmiten a 100 milisegundos, es decir, mucho rápido que un simple parpadeo. Gracias a esa comunicación, el cerebro puede mediar en los procesos digestivos, metabólicos, hormonales, etc.
Sin embargo, hay un detalle interesante. Las células del intestino envían hasta un 90 % más de información al cerebro que a la inversa. Esto nos hace intuir que el sistema entérico toma muchas decisiones por su cuenta. Las neuronas del intestino junto con el microbioma son clave para protegernos de muchas enfermedades, así como para mediar en el estado de ánimo gracias a su producción de serotonina.
Para concluir, aún no lo sabemos todo sobre esa conexión cerebro-intestino. Tampoco hay datos 100 % concluyentes sobre cómo logra la microbiota intestinal, por ejemplo, condicionar la conducta. No obstante, cada día se desvelan más datos y esto nos permitirá sin duda conocernos mucho mejor para cuidarnos como merecemos.
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